"Ambigua" es la palabra que describiría la sensación que dejó en el público el concierto del vocalista de MR BIG en Barcelona. La cuestión es que hubo magia, a la vez que algo falló. No pocos salieron quejándose de algunos aspectos del show, mientras también reconocían lo especial del concierto que acababan de presenciar. 

La mayor gracia y el mayor problema de este directo fue el concepto del mismo: cambiar el formato típico de concierto, en el que normalmente el músico adopta un rol de estrella y la audiencia el de populacho expectante, queriendo hacer de esta cita más bien un "nos juntamos todos en el salón de mi casa y saco la guitarrita", rompiendo la distancia entre artista y público. 

¿Era Monasterio la sala más adecuada para esta ocasión? La escasa altura del escenario y la arquitectura interior tienen mucho encanto para un evento de este tipo, pero la perfecta y acogedora  atmósfera que proporcionaba la sala no podía contrarrestar un gran problema básico: la visibilidad. Ya sea por el tamaño de Monasterio, o por la distribución del público (una parte de entradas se vendieron como VIP y las personas que la adquirían tenían una asiento asignado delante del escenario), hubo descontento con el espacio. El recinto se abarrotó y una parte del público tuvo que resignarse a no ver nada o a acercarse a la barra y seguir el concierto a través de la pantalla. 

Y, curiosamente, seguimos con ambigüedades: Ahí aparece Eric Martin, de un salto en el escenario, luciendo sus converse y  sus gafas de modernillo (sobre las que bromearía más tarde), con una cara de niño y un humor entre "soy una estrella" y "me río de ello", que nos hace pensar en que es una especie de Peter Pan del rock, un niño que se niega a crecer a pesar de las 52 primaveras que ya acumula. Pero hay cosas sobre su edad que tiene muy asumidas: que no es el chaval de 20 años  que una vez fue y que la voz ya no le da para según que cosas, así que, en un acto de honestidad respecto sus posibilidades, Eric toca y canta todas las canciones afinadas un tono más bajo, donde se siente más cómodo. 

Empezando, solamente él y su guitarra acústica en el escenario, consiguió encandilarnos creando  ese ambiente íntimo, como pretendía, e interactuando en tono de colegueo con el público. Otra muestra más de cercanía por parte de Eric fue el gesto de invitar a músicos que habían contactado previamente con él para hacer su aportación en el show. Así pues, se le unieron un guitarrista y una cantante: Matías Kamelman (quien opera bajo el nombre de su proyecto KAMELMAT, desde el que realiza múltiples colaboraciones), que con un estilazo envidiable a las seis cuerdas de su acústica hacía gala de una soltura que evidenciaba sus años en Berklee. Y Xesca Romero (vocalista del grupo ALLOPHONE) que, a pesar de su juventud y una apariencia delicada, lució unas capacidades vocales muy sólidas, puso el punto femenino (como reclamaba el propio Eric) y enamoró con una voz preciosa y muy especial que tenía algunas similitudes con el rollito de Anneke Van Giersbergen.

Eric, con una energía y simpatía inagotables, fue desgranando el setlist formado por éxitos de su carrera en solitario (a destacar "Sucker for a Pretty Face", a la que le sienta de maravilla el formato acústico simple, con toda su desnudez) y, por supuesto, por los temazos de MR. BIG de sobras conocidos por los allí presentes. Brillaron especialmente "Goin' Where the Wind Blows" que, con la ayuda de Matías y Xesca, sonó aún más emotiva que en el álbum, también la ñoña pero irresistible "To Be With You" y cómo obviar su versión del "Wild World" de Cat Stevens, coreada por todo el público en uno de los momentos más especiales de la velada. 

Con tantos instantes mágicos e irrepetibles, ¿cómo pudo alguien salir decepcionado? Es comprensible que esto le ocurriera a  alguno de los afectados por la mala visibilidad que tuvieron que sufrir parte de los asistentes, pero si no era ese el caso, el fallo que provocó ese descontento únicamente podía residir en que la audiencia no hubiera venido preparada para un show de ese tipo: tan desnudo, tan directo, tan auténtico, tan abierto a colaboraciones espontáneas, tan relajado y próximo… y pese a todo el riesgo que estos factores implican, tan bien ejecutado. 

Hay quien se quedó a medias, hay quien le prefiere en otro formato… pero, por las dudas, por si podía reconquistar a alguien, el majo de Eric se quedó haciéndose fotos y firmando autógrafos a todo el que quisiera. 

Texto: Ana Velcev / Fotos: Sergi Ramos

Promotor:Xavi Estringana

Asistentes:200

Día:22/03/2013

Sala:Monasterio

Ciudad:Barcelona

Puntuación:8