De la tierra del hielo y el volcán al firmamento: Sólstafir destruye Barcelona de nuevo
El frio islandés aterrizó en Barcelona en lo que fue uno de los conciertos más especiales de la temporada.
Noviembre es el mes más cruel. Adapto la cita de T. S. Eliot para describir una realidad que a más de uno le amarga un dulce; la inoportunidad de la temporada alta de los conciertos de sala hizo de las suyas en uno de los solapes más dolorosos del año. Porque en esta ocasión ¿qué era lo correcto: ver a Jardín de la Croix tras su incontestable show en Be Prog! My Friend a Sólstafir con su nuevo álbum de estudio? ¿Celebramos los Reyes Mathgos o somos más de Papá Noel a la islandesa? Ante la duda, la imposibilidad de ver según qué bandas con una cierta asiduidad pesaba más; y vistos los triunfales espectáculos del conjunto nórdico en nuestro país en los últimos años, era apostar por reno ganador, más cuando cabía la posibilidad de verles en un recinto mucho más amplio e imponente – el de la sala Razzmatazz 2 de Barcelona – que la humilde sala 3 que en su momento compartieron junto a Obsidian Kingdom y Esben and the Witch.
Claro que para espectáculos – bochornosos en este caso – los que encontramos antes de entrar en dicha sala. Pocos entendíamos qué narices hacía el merchandising de las bandas en la calle con la amenazante tormenta que prometía arruinar el gélido fin de semana. La explicación venía con polémica: ante la asfixiante norma de la sala consistente en retener el 20% de beneficios de dicho merchandising – lo cual implicaba el encarecimiento del mismo -, los conjuntos nórdicos no vacilaron ni medio segundo y decidieron ponerlo a disposición del público a pie de calle en una suerte de Black Friday teñido de justicia poética y algo de ironía, articulando así una denuncia ante los más que frecuentes abusos que sufren las bandas por parte de los intermediarios – sea con o sin razón.
Sea como sea, nuestra intención era la de presenciar uno de los conciertos llamados a figurar entre los más destacados del año. Aunque si los teloneros debían actuar en modo alguno como reflejo de la calidad de la gira en sí, las dudas siguen en el aire. El conjunto de neofolk Árstíðir abrió la velada con un halo de suavidad y sosiego, quizá demasiado contemplativo para el contexto en el que se encontraba, pero con la solvencia suficiente como para regalarnos instantes de inesperada calidez con temas como “Shine” o “Shades”, repletos de melosas armonías vocales de inspiración pop. Amalie Bruun junto a su banda Myrkur, por su parte, nos dejó con algo menos de optimismo. Su progresiva intensidad ayudó a situar mejor el camino hacia la banda central de la noche, pero su actuación distó de despertar nada en particular. Sus anodinas composiciones, siempre varadas en un black metal arquetípico y aburrido, logran sobresalir únicamente gracias a su brillante ejecución vocal, que rozaría lo conmovedor si de verdad consiguiera olvidar los clichés del folklorismo nórdico como único reclamo de mínimo interés en su música.
Nada de eso pudo, no obstante, frenar la desmedida pasión que Sólstafir despierta con su inigualable encuentro de estilos musicales. ¿Metal progresivo? ¿Post-metal? ¿Rock and roll atmosférico, como ellos mismos dicen? Poco importó nada de eso cuando los intrépidos riffs de “Silfur-Refur” se colaron con fuerza entre un público entregado desde el primer segundo de concierto. Con él, muchas cosas salieron a relucir: su nuevo batería, Grimsi, redefine lo que entendíamos hasta ahora como Sólstafir: dota a los temas de un verdadero y genuino sentido de la dinámica, vibrante y colorido; pero parte del mérito se debe también a la colaboración de Ragnar Ólafsson de Árstíðir a los teclados, mostrando un perfil mucho más alocado y salvaje en esta ocasión y cosechando un gran protagonismo gracias a la ejecución de la ya mítica “Lágnæti”, que resume en muchos sentidos la creciente calidad del grupo en vivo. Y Aðalbjörn Tryggvason, el carismático frontman, siempre lleno de buen humor y un sentido del espectáculo cuanto menos singular, también ha ganado en confianza en el escenario, lo cual se reflejó en la conmovedora ejecución de “Hula”, tema que, tras su ejecución en directo, queda claro que está destinado a ser uno de los nuevos himnos de la banda.
Y no deja de resultar curioso que una banda de un perfil tan intimista y casi desolador como esta – no se borrarán fácilmente de la retina temas como “Ótta” o “Köld” de la actuación de ayer – sea capaz de hacernos recordar qué significa el rock y le devuelva todo el sentido lúdico que alguna vez perdió por el camino. No fue todo fuegos artificiales y cachondeo, no vamos a engañarnos; también hubo un extraño momento de duelo, algo críptico e inesperado tal vez, para pronunciar unas palabras sobre la lacra invisible de la depresión y las enfermedades mentales que cada vez más acosan a nuestro mundo; Addi no dudó en dedicar durante un interludio ese momento de solidaridad que, sin embargo, no desencajó dentro del tono festivo del concierto. Para más señas, el poderío de “Ísafold”, de pura inspiración Maiden, o la avalancha de “Bláfjall”.
El siempre extraño éxtasis del concierto llegó tras diversas bromas sobre Iron Maiden, su Islandia natal y numerosos elogios hacia la tierra catalana con “Goddess of the Ages”, que terminó con el propio Addi agitando convencidamente una estelada catalana como aquel que tiene la certeza de haber conquistado un lugar. Puede que a efectos políticos tal cosa no ocurriera, pero qué poco dudamos al decir que nuestros corazones le pertenecen ya para siempre.
Texto: Fernando Acero / Fotos: Elena Marco
Promotor:Bring The Noise
Día:25-11-2017
Hora:20:00
Sala:Razzmatazz 2
Ciudad:Barcelona
Teloneros:Myrkur
Puntuación:9
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