Wacken 2019: ¡por 30 años más!
Para algunos ha sido la trigésima ocasión, para otros el primer bautizo. Entre medias, miles de personas que cuentan las hazañas y aventuras de sus preciadas visitas. Pocos son los que no repiten, ya que Wacken siempre deja huella en el corazón.
Tres décadas son mucho tiempo para un festival, tiempo que provoca la transformación completa de un lugar, la mutación gradual de espacios que recordamos de cierta manera, pero son ahora de muy diferentes. Esa fue la reacción inicial de un servidor, al retornar a The Holy Land tras siete años de ausencia. El festival ha crecido y ha ampliado sus espacios, ha pasado a ser un evento de cuatro días en toda regla y cada vez son más los escenarios, las zonas para comer, beber y festejar. Para dejarse llevar y vivir la experiencia de Wacken.
A fin de cuentas, la pequeña localidad al norte de Hamburgo se transforma cada año durante la primera semana de agosto y alberga el mayor evento de heavy metal mundial. Público de todos los continentes asiste a Wacken, gente de culturas y contextos sociales dispares… la música los une a todos y genera una sensación de hermandad tan natural como difícil de explicar.
Wacken también es punto de reunión para bandas de todos los rincones del planeta gracias a Metal Battle, el mayor concurso de conciertos metálico nunca organizado. En esta ocasión los rockeros asturianos Drunken Buddha eran los representantes estatales, pero fuera de competición también había dos presencias muy señaladas. Angelus Apatrida y Crisix actuarían en el mismo escenario, con pocas horas de diferencia. De todos modos, esto no acaba aquí, ya que el folklore del festival es otro punto a tener en cuenta, disfraces, espectáculos medievales, zonas de videojuegos… Wacken tenía, una vez más, todos los ingredientes para convertirse en la mayor atracción metálica del año.
Miércoles 31 de julio
Burning Witches: mujeres al mando
Arrancamos el festival con Burning Witches. El quinteto suizo fue el único grupo en el festival formado íntegramente por mujeres. Ellas siguen siendo minoría en la industria metálica, pero salieron a por todas y contagiaron su enérgica actitud al público de un Wet Stage abarrotado. Recordemos, en la jornada inicial ningún concierto se celebró en los tres escenarios principales.
Tras superar el inicial exceso de graves, la banda gozó de un buen sonido y su propuesta basada en el heavy metal tuvo una calurosa acogida, con grandes ovaciones, especialmente durante sus memorables estribillos de «Bloody Rose» y «Maiden of Steel». Su repertorio fue variado y equilibrado, alternando pasajes tradicionales y coreables con secciones más aguerridas, cerca del death metal en lo que a riffs se refiere.
En su caso, la similitud con los grandes referentes de la vieja escuela del heavy metal se antoja evidente y no lo ocultaron, pues versionaron la perla añeja de Judas Priest, «Jawbreaker» y después el clásico de Dio, «Holy Diver», recibido con especial entusiasmo por el respetable. El punto especial al concierto se lo puso el cumpleaños de la vocalista, que fue celebrado momentáneamente por la carpa en su conjunto. La banda se mostró muy agradecida al cumplir el sueño de tocar en Wacken y conectó de forma muy positiva con el público asistente.
Axxis: veteranía y emoción
Siguiendo por la senda del heavy metal más tradicional, nos topamos con Axxis. La veterana banda alemana jugaba en casa y exprimió esa ventaja para ofrecer un concierto cercano y soberbio. La comunión absoluta entre artistas y espectadores se hizo presente desde el inicio en canciones como «My Little Princess» y «Touch the Rainbow».
La banda al conjunto se mostró inspirada, desgranando uno tras otro sus emblemáticos cortes con gran certeza ejecutiva, cual maquinaria bien engrasada. El respetable, entregado ante tal despliegue, no paraba de aplaudir entre canciones. El sonido no fue del todo equilibrado, siendo el guitarrista el mayor perjudicado. Los solos brillaron, pero su faceta rítmica se vio eclipsada por el excesivamente atronador sonido, algo que volvería a suceder en reiteradas ocasiones en la carpa que albergaba los escenarios Wet y Headbangers.
A pesar de todo, su concierto fue celebrado por todo lo alto e hicieron lugar a sorpresas especiales. Por ejemplo, en “Touch a Rainbow” un niño que no llegaba a los 10 años subió sobre las tablas a acompañarlos en directo con una pandereta. Por lo demás, fue una pena que no tocaran temas más antiguos con feroces dobles bombos, pasajes que guiñaron en partes concretas de su actuación, como la épica «Little Look Back» coreada por todos, «Living in a World» y «Kingdom of the Night». Incitaron al personal a dejarse la garganta y lo lograron.
Gama Bomb: eclipsados por el mal sonido
Cambiamos de escenario y género, para presenciar la embestida thrasher de Gama Bomb. Pero, por desgracia, el sonido fue pésimo. Las guitarras brillaron por su ausencia, totalmente ahogadas por la voz, bajo y batería, aunque la sonorización de esta última también dejó mucho que desear.
Temas como «Slam Anthem», «Final Fight» y «Hammer Slammer» se sucedieron una tras otra y generaron constantes circle pits. El buen hacer de la banda fue palpable sobre todo en los espectaculares solos de guitarra y las voces agudas del vocalista Philly Byrne, más en forma que nunca. Sin embargo, todo ello quedó eclipsado por las deficiencias sonoras. Tónica, por cierto, que también se repitió en el escenario Wasteland durante el resto del festival. «Mussolini Mosh» y «We Respect You» caldearon el ambiente aún más y las fervientemente coreadas «Terroscope», «Ninja Untouchables» y «Bullet Belt» cerraron una actuación que pudo haber sido mucho más.
Angelus Apatrida: contra viento y marea
A la tarde, el riesgo de tormenta eléctrica arreció Wacken 2019. Los organizadores establecieron perímetros de seguridad en torno a los escenarios al aire libre y todos los conciertos programados se suspendieron temporalmente, como medida preventiva ante cualquier peligro. Este protocolo es novedoso para el festival y merece el mayor de los aplausos. Algunos se quejaron del parón y del retraso de 45 minutos que provocó en parte de la programación, pero sus efectos son beneficiosos a todas luces.
Una vez superada la alerta, era el turno de Angelus Apatrida. La expectación se palpaba en el ambiente y es que, reconozcámoslo, resulta emocionante presenciar en Wacken a una banda que hemos visto progresar a lo largo y ancho del Estado español. Los de Albacete comenzaron con la colosal «Under the Guillotine», seguida por «Of Men and Tyrants”. Los discretos moshpit iniciales fueron aumentado al ritmo de «End Man», «Downfall of the Nation» y «Give ‘em War».
Su sonido fue considerablemente mejor que el de las bandas que actuaron previamente en el escenario Wasteland. Su ejecución, tan nítida y certera como siempre. El wall of death y el cierre a su concierto llegaron de la mano de «You Are Next». Fue una actuación que, por encima de las adversidades, arrancó los aplausos de todos los allí presentes.
Drunken Buddha: a por todas
A nivel estatal no faltó polémica por la elección de Drunken Buddha como representante para la final mundial de la Metal Battle en Wacken Open Air 2019. No fueron pocas las voces que en las redes dudaron sobre su valía. Sin embargo, los que estuvieron en su show en el History Stage bien pueden dar crédito del recital de poderoso rock con el que deleitaron al personal. Los asturianos salieron a por todas, con una gran pegada de la banda en conjunto.
Defendieron sus canciones aguerridas, mediante un sonido muy directo y una actitud de gran intensidad. En su breve repertorio de media hora se vaciaron por completo y las reacciones en la oscuridad de la carpa fueron positivas, su actuación gustó y salieron con opciones. Más tarde supimos que se alzaron con el tercer puesto, con un premio de 3.000€ y lo que es más importante, con el reconocimiento de la escena internacional que valora lo que sucede en el escenario independientemente de cualquier otro factor. Enhorabuena y suerte en el nuevo camino.
Crisix: el retorno
Tercer asalto. Crisix tomaba el escenario Wasteland, al anochecer. El caso del quinteto catalán es especial, ya que se alzó con la victoria absoluta en la Metal Battle de Wacken en 2009 y, diez años después, regresaba al festival como una de las bandas jóvenes más significativas del thrash metal internacional. Dieron el pistoletazo de salida con «Leech Breeder» y en poco tiempo se pudo evidenciar que el sonido era aún mejor que el de Angelus Apatrida, al igual que la producción.
La utilización del fuego fue muy acertada para propulsar determinados riffs y las secciones más memorables de sus canciones. Uno de los momentos más especiales llegó con «Get Out of My Head». Javi Carrión, baterista y fundador de la banda, últimamente apartado de los escenarios debido a una lesión en el brazo, tomó las baquetas para aporrear el kit de percusión. De todos modos, no debemos pasar por alto el gran trabajo de Arnau Montfort, que con su tremenda pegada otorga al grupo una gran consistencia sonora tras los parches.
«Conspiranoia», «Xenomorph Blood» y «Bring ‘em to the Pit» generaron sendos circle pits, mientras que el momento más festivo llegó de la mano de su ya clásico medley, con los instrumentos intercambiados e interpretando fragmentos de himnos de bandas como Iron Maiden, Pantera y Metallica. El final con «Ultra Thrash», donde Carrión hizo de nuevo acto de presencia tocando la batería en una plataforma móvil que se desplazó sobre el público, puso el broche de oro a un show aún más especial si cabe en el contexto del 30 aniversario de Wacken.
Cancer: el estruendo de las llamaradas
Cancer fue el último plato fuerte de la jornada inicial. La británica es una banda de culto en la escena de death metal internacional y la veteranía los ha llevado a realizar conciertos más sólidos que nunca. Sin embargo, el sonido no hizo justicia a su propuesta y las despiadadas guitarras quedaron a la sombra del resto. La más reciente “Garrotte” o la vieja joya “Hung, Drawn & Quartered” fueron igualmente celebradas. Pero el ruido generado por las máquinas de fuego fue mayor que el del propio concierto. Además, el personal se encontraba agotado tras el intenso trote de todo el día, y esto desembocó en un show frío y sin especial química entre banda y público. Al menos sus grandes clásicos hicieron las delicias de los fans acérrimos del death metal de la vieja escuela.
Jueves 1 de agosto
Testament: más en forma que nunca
Los intensos días de arranque de festival siempre suelen pasar factura y, tras retomar fuerzas, comenzamos la segunda jornada con Testament. Su repertorio, más extenso de lo habitual en el circuito festivalero, les permitió rescatar viejas joyas no presentes en su actuación de hace un mes en el Resurrection Fest de Viveiro, tales como «The Preacher». Este es otro de los apartados que merece mención especial en el caso de Wacken.
Las actuaciones de las bandas en los escenarios principales duran al menos una hora y se extienden aún más a medida que el día avanza. En la mayoría de los festivales europeos los horarios se aprietan al máximo con el fin de meter el mayor número de bandas posibles en su programación, mientras que Wacken prefiere oxigenar y otorgar mayor tiempo a las bandas protagonistas, para que tengan la oportunidad de explayarse y su show pueda lucir al máximo.
En el caso de Chuck Billy y compañía, el sonido no llegó a aclararse del todo durante su actuación, siendo los magistrales solos de Alex Skolnick los principales perjudicados. Aun así, la banda descargó toda su artillería y resolvió los desbarajustes técnicos a base de brutalidad. El equilibrado set con las contemporáneas “Brotherhood of the Snake”, “D.N.R.” y “Eyes of Wrath” y las clásicas «Into the Pit», «Over the Wall» y «Practice What You Preach» contentó a todos sus seguidores, que corearon sus poderosos estribillos y mantuvieron el pit vivo de principio a fin. El cierre con la aplastante «The Formation of Damnation» fue el perfecto reflejo del recital de una banda que, tras más de 30 años de actividad, cuenta ahora con una formación estelar y se encuentra más en forma que nunca.
Hammerfall: rememorando viejas glorias
La incursión a Faster y Harder, los escenarios más grandes del festival, comenzó con Hammerfall. Antes de arrancar el propio concierto, la banda deleitó al respetable con el debut exclusivo de su nuevo videoclip, «Dominion». Después, en la actuación de directo, “Legion” y «Hammer High” fueron especialmente coreadas. La banda sueca desgranó un repertorio lleno de hits de power metal, donde la entrega del público fue absoluta en los hímnicos estribillos de «Renegade» y «Riders of the Storm».
“Any Means Necessary» y “Last Man Standing” continuaron por la misma senda, aunque también dejaron entrever que la banda está lejos de su plenitud. La ejecución instrumental y vocal no fueron del todo convincentes, hemos visto al grupo con mayor frescura y desenfado. Su actuación fue salvada, en parte, por la absoluta entrega del público. “Let the Hammer Fall» retomó los derroteros más épicos, pero uno de los momentos más brillantes de su actuación llego en la recta final, cuando un trío formado por guitarras acústicas e instrumentos de cuerda otorgó mayor amplitud armónica a su propuesta.
Le siguió la canción principal de Game of Thrones, interpretada de forma no tan gloriosa como cabría esperar. Después, finalizaron con «Sweden Rock» y «Hearts on Fire». En esta última, su canción más emblemática, el público se desató por complejo y generó un wall of death que mutó en circle pit, posteriormente pasaron a sentarse en el suelo para simular un remo colectivo y concluyó en un alegre moshpit. Aquello fue, cuanto menos, inusual.
Airbourne: rock en vena
Airbourne es una banda que siempre ha guardado una estrecha relación con Wacken. Tras actuar durante tres ediciones hace casi una década, cuando comenzaban a despuntar y la crítica los catalogaba como los nuevos AC/DC, los australianos volvieron a The Holy Land. «Ready to Rock», «Too Much, Too Young, Too Fast», «Girls in Black»… su enérgico rock ‘n roll causó furor entre el público, tan motivado que impulsó varios moshpits en diferentes partes de las primeras filas.
Contaban con un set de hora y media y la banda lo aprovechó para ampliar su show. Al habitual momento de Joel O’Keeffe para abrir cervezas con la cabeza se le sumó un episodio singular. El carismático frontman desplegó una mesa con Jack Daniels y Coca Cola para preparar varios combinados que sirvió a banda y público, en homenaje a Lemmy Kilmister, cuyo nombre fue ovacionado al unísono por el respetable.
La simbiosis fue en aumento con «Rivarly», «Heartbreaker» y «Cheap Wine», al igual que el crowdsurfing que, a pesar de ser habitual en el festival, en esta ocasión se multiplicó de tal manera que llegó a ser insoportable. En definitiva, el cuarteto australiano volvió a Wacken reforzado, con la experiencia acumulada en largas giras desde su última visita en 2011, y ofreció un concierto rotundo. «Stand Up for Rock ‘n Roll», «Live it Up» y «Runnin’ Wild» redondearon una actuación a la altura de las grandes ocasiones.
Sabaton: demasiado espectacular
Y llegó la hora de uno de los principales reclamos del 30 aniversario del festival. Sabaton se presentó en Wacken con el fin de dar un concierto histórico, abarcar dos escenarios y trasladar a los 75.000 metalheads su mayor producción hasta la fecha. La expectación era máxima. Sin embargo, la arriesgada apuesta no fue tan efectiva como cabría esperar.
La primera sorpresa llegó cuando la banda, que había anunciado un concierto simultáneo de dos horas en ambos escenarios, Faster y Harder, se limitó a actuar durante los primeros 60 minutos en Faster, el escenario donde Airbourne concluyó su show pocos minutos antes. Imaginad lo que sentirían los miles de fans que se agolpaban frente al escenario contiguo, el Harder, cuando se dieron cuenta de que, durante la primera mitad del concierto, no tendrían otra cosa en frente que una pantalla que reproducía lo que sucedía a su izquierda, fuera de su campo de visión. Escenario el vacío que, por cierto, fue ataviado durante la hora previa por un enorme telón que portaba el logo de Sabaton.
En la primera hora de actuación, dirigida a su material más reciente, destacaron sendos cortes como «Resist and Bite», «Carolus Rex» y abundantes canciones de su flamante ‘The Great War’. Después llegó el turno de llevar el show a dos escenarios. El bajista Pär Sundström apareció en solitario en el Harder, para reflexionar sobre el pasado, recordar a aquellos escépticos que desconfiaban de la capacidad de Sabaton para tocar en Wacken y, seguidamente, dar la bienvenida al escenario a miembros antiguos de la banda, que compartieron ese sueño de actuar en el mayor festival del mundo.
A partir de entonces sí, el concierto se convirtió en un show de escenario doble, solos de batería dobles, las idas y venidas de Joakim Brodén entre ambos tablados… aunque visionarlo al completo siguió siendo tarea complicada. La distancia necesaria que uno debía tomar para apreciar ambos escenarios era tal que resultaba obligatorio mirar a las pantallas. Pero las pantallas tampoco ayudaron. Su orientación vertical, novedad en la edición de este año, fue un rotundo desacierto que empobreció la labor de realización y complicó sobremanera el seguimiento del show completo a los fans que se encontraban a mayor distancia.
«40:1», «Night Witches» y «The Art of War» fueron varios de los reclamos de este segundo apartado, que dispuso de un sonido considerablemente más equilibrado, aunque la traca final llegó en el bis, con «Primo Victoria» «Swedish Pagans» y «To Hell and Back». En estas dos últimas canciones, la banda contó con una invitada de lujo, la internacionalmente reconocida chelista Tina Guo. Su destreza instrumental, al igual que la del guitarrista Chris Rörland en el apartado solista, fue lo más brillante de un espectáculo que estuvo a punto de truncarse por intentar ser demasiado espectacular.
Viernes 2 de agosto
Jinjer: al máximo nivel
Arrancamos el tercer día con sonidos más modernos, de la mano de Jinjer. El inicio de su actuación estuvo marcado por la incertidumbre, ya que desajustes técnicos provocaron que se retrasara durante varios minutos, estando ya los músicos sobre las tablas. Pero después, cuando se solventaron, todo brilló. Gozaron de un gran sonido desde el primer minuto, claro, nítido, definido y corpulento. Todo bien diferenciado.
De forma impoluta, mostraron su destreza técnica y la habilidad de ejecutar los riffs más complejos al unísono, cual bloque de hormigón. Mención especial a Tatiana Shmaylyuk que, una vez más, deslumbró a propios y ajenos con su imponente presencia escénica y su poderío vocal. Tanto sus graves guturales como su amplio rango melódico arrancaron los aplausos del más escéptico.
Al ritmo de temas como «Dreadful Moments» y «Who’s Gonna Be the One», la banda desgranó un show muy estudiado, sin parones entre canciones, ni largas charlas, la música fue su principal arma. Las entradas del cuarteto al unísono, sin golpes previos marcados por el baterista, fueron muestra de su capacidad de llevar el espectáculo de directo a un nivel superior. En el tramo final hicieron lugar a fragmentos limpios, más pausados, que aportaron calma y frescura a su propuesta y ratificaron su valía más allá de los sonidos extremos. Añadieron una nueva capa a un concierto ya de por sí ecléctico.
Queensrÿche: el heavy más oscuro
De vuelta a los sonidos de heavy metal clásico, Queensrÿche se mostraron inspirados y contundentes sobre las tablas del escenario Harder. Desde el inicio, cortes como «Blood of the Levant» y «I am I» sonaron inmensos. El poderío de guitarras fue tremendo, a diferencia de la tónica imperante en lo que refiere a los grupos iniciales de los escenarios principales. Su propuesta con tintes progresivos, más oscura de lo habitual en el heavy metal, sumergió a los allí presentes en un placentero viaje sonoro.
«Operation: Mindcrime», «Walk in the Shadows» y «Queen on the Reich» fueron otras perlas que rescataron para un público no multitudinario, aunque muy consciente del buen hacer de la veterana banda de Washington. Recordemos, se trata de una agrupación que, en cierto modo, eclosionó tarde en ola del heavy clásico, a finales de los años 80 y en Estados Unidos. Lo cual, sumado a su tendencia progresiva, los ha solido relegar a la sombra, y eso se sigue notando a día de hoy. Afortunadamente, su destreza está fuera de toda duda y la siempre genial «Eyes of the Stranger» clausuró su actuación en la cima.
Gloryhammer: la fiesta ya está aquí
Siguiendo por la senda del heavy metal, aunque desde una perspectiva más moderna, Gloryhammer trajo a Wacken el fanatismo más celebrativo. Cortes como «The Siege of Dunkeld», la propia «Gloryhammer» y «Questlord of Inverness, Ride to the Galactic Fortress!» trajeron el jolgorio al escenario Louder. Sin embargo, en la fase inicial, el sonido de los anglosuecos fue desequilibrado, las guitarras estuvieron casi ausentes, en un plano secundario. Los sonidos programados y el espléndido trabajo vocal de la banda al conjunto fueron los que guiaron al oyente, que se sumó a la fiesta como un corista más.
La conexión entre banda y público fue muy intensa, a ello contribuyó no solo el apartado propiamente musical, sino el show que plantean en su conjunto, estableciendo una mitología determinada en torno al grupo. Hinchables de caballitos, patos y demás animales volando entre las manos del respetable fueron el síntoma del tono festivo de su actuación. Al igual que el número teatral en el que el vocalista Thomas Winkler simuló una batalla, martillo en mano, en mitad del show.
Tras apelar a la épica con «Así habló Zaratrusta» de Richard Strauss, sonaron «The Land of Unicorns» y «Globin King of the Darkstorm Galaxy», especialmente vitoreadas en un ambiente absolutamente festivo. El summum llegó con «Hootsforce», pero su actuación tuvo que parar y ser cancelada en los últimos compases debido a una nueva alerta de tormenta eléctrica.
Venom Inc.: la versión alternativa
El temporal obligó al festival a reorganizar su programación una vez más y, tras un parón de una hora, las actuaciones volvieron a ponerse en marcha. En el nuevo planteamiento, los conciertos todavía sin realizar se retrasaron durante media hora, excepto aquellos que estaban estipulados precisamente para la franja horaria en la que todas las zonas con escenario fueron evacuadas. En consecuencia, citas como Cradle of Filth o Nasty pasaron a la noche y cambiaron de ubicación, por lo que quedaron fuera de nuestra cobertura.
La primera banda tras el parón fue Venom Inc. Se trata de la formación que la banda tuvo entre los años 1989 y 1992. Sin Cronos y con Tony Dolan a la cabeza, la versión alternativa cuenta aun así con dos miembros de mucho peso en la banda original, Mantas y Abaddon, guitarrista y baterista respectivamente de álbumes clásicos. Exceptuando las canciones creadas desde el renombramiento de la banda, el repertorio se basó completamente en las viejas perlas del trío de Newcastle. «Don’t Burn the Witch», «Black Metal» e «In League With Satan» son canciones tan grandes que aún a día de hoy reflejan la importancia que tuvieron a la hora de establecer las bases en el campo del metal extremo.
El público se mostró motivado en las primeras filas con reiterados circle pits, y cabeceando al ritmo de los añejos estribillos en la parte más lejana. Sin embargo, y siguiendo con la tónica habitual de las carpas, los conciertos más extremos no sonaron con la debida definición. Al final, con «Countless Bathory», Dolan remarcó el valor universal de la música y se fundió en abrazos con todos y cada uno de los espectadores presentes en la primera fila frente al escenario.
Anthrax: bienvenidos al mohspit
El thrash metal no fue uno de los estilos con mayor presencia en el 30º aniversario de Wacken, pero las bandas del estilo fueron de alto nivel. El riff inicial de «Cowboys From Hell» daba la señal, Anthrax estaba a punto de subir sobre el escenario. Hace tiempo que no teníamos la ocasión de ver al grupo con Charlie Benante a las baquetas y esa fue una de las gratas sorpresas de su actuación. En lo que refiere a su set, grandes clásicos se sucedieron uno tras otro. Los pits fueron en aumento y «Caught in a Mosh», «Got the Time», «Madhouse» y «I Am the Law» no dejaron lugar a dudas, aquello fue un concierto de thrash metal en toda regla.
Un momento singular llegó cuando Belladona recordó al público la inmensa labor de la mujer que, a lo largo del festival, se dedicó a transmitir los mensajes de las diferentes bandas a las personas sordas mediante el lenguaje de signos. En lo musical, la melancólica «In the End» fue la joya que el quinteto neoyorquino rescató de su álbum de 2011, ‘Worship Music’, corte que utilizaron para realizar su particular homenaje a los fallecidos Dimebag Darrel y Ronnie James Dio. La ya clásica versión de la canción francesa «Antisocial» y el final con «Indians» generó furor entre los asistentes del abarrotado escenario Faster.
Within Temptation: en plena forma
Within Temptation está de vuelta con más energía que nunca y desde la publicación de su flamante álbum, ‘Resist’, ha encadenado conciertos muy inspirados. Las iniciales «The Reckoning», «Stand My Ground» e «In the Middle of the Night» sonaron atronadoras, con tal inmensidad que sorprendió a parte del público. El equilibrio en la mezcla y la ejemplar demostración vocal de Sharon den Adel provocaron el deleite colectivo. «Faster» y «Supernova» aumentaron la emotividad del concierto y «Paradise» acaparó la atención de todos los allí presentes mediante la proyección en pantalla de la colaboración que la banda realizó en su día con Tarja Turunen.
Si esto fuera poco, el bis fue a más. El poderío sinfónico de «What Have You Done», la paradójicamente festiva «Mad World» y el cierre con los sentimientos a flor de piel mediante «Mother Earth» mostraron a una banda en plena forma, con la confianza restaurada.
Demons & Wizards: historia de Wacken
Con motivo de su retorno, Demons & Wizards ha actuado en festivales de renombre este verano, pero la cita de Wacken era, sin lugar a dudas, la más señalada, tanto para la banda como para la comunidad metalera. Su grandeza pudo apreciarse desde el comienzo mediante el sonido, definido y poderoso. El juego de luces y la escenografía también fueron estelares. Y el coro de cuatro voces con el que contaron aumentó el grado de emotividad de la velada sobremanera.
«Rites of Passage», «Poor Man’s Crusade» y «Crimson King» fueron las perlas iniciales, aunque las versiones de Iced Earth y Blind Guardian no tardaron en llegar. Tom Schaffer y Hansi Kürsch rescataron «Burning Times» y «Welcome to Dying» respectivamente. Después, retornaron al material compartido con «Wicked Witch», en una sección acústica magistral y de gran emotividad. Pero la calma duró poco y el poderío rítmico volvió de la mano de «Gunslinger» y «Terror Train». Cabe recordar que, a las interpretaciones de los dos sensacionales artistas se le deben sumar la presencia de otros miembros de Blind Guardian y Iced Earth en el conjunto de la banda, lo que resulta en una suma de gran destreza instrumental.
El ambiente se caldeó sobremanera con «Valhalla», himno celebrado de principio a fin por el entregado público, que independientemente de lo que hiciera la banda, continuó coreando el estribillo al unísono durante varios minutos para sorpresa de Kürsch que, superado por el momento, estuvo a punto de emocionarse. Su rendimiento vocal se mantiene hoy en día a un nivel consistentemente alto, lo cual, mezclado con la contundente mano derecha de Schaffer, no deja títere con cabeza, «Tear Down the Wall» y «Blood on My Hands» fueron buena muestra de ello. La épica «Fiddler on the Green» puso el punto final a una actuación que pasará a los anales de la historia de Wacken.
Slayer: el adiós germano
Seguidamente, era el turno de presenciar el concierto de despedida alemán de Slayer. En el arranque con «Repentless», «Evil Has No Boundaries», «World Painted Blood» y «Postmortem» el sonido inicial no hizo justicia a las guitarras, los riffs se intuyeron faltos de garra y los solos fueron casi inaudibles. Eso sí, el amplio despliegue de luces y fuegos sirvió a los allí presentes como recordatorio de la grandeza de la ocasión.
«War Ensamble» y «Disciple» abrieron el pit, aunque las desechables «Gemini» y «Payback» desperdiciaron el entusiasmo sembrado. El sonido fue mucho mejor en la segunda parte de su actuación, cuando interpretaron del tirón una ristra de clásicos tales como «Seasons in the Abyss», «Hell Awaits», «South of Heaven» y «Raining Blood».
El público notaba el cansancio en las horas finales de un día pasado por agua, pero Wacken estaba hasta arriba para disfrutar del adiós de una de las bandas más determinantes en el devenir de los géneros más extremos del metal. No olvidemos, un adiós que llega con los incombustibles Gary Holt y Paul Bostaph en las filas de la banda. Dos músicos de amplia experiencia que guardan una estrecha relación con Slayer desde sus primeros años. «Black Magic» y «Dead Skin Mask» sonaron apoteósicas, pero fue «Angel of Death» la que causó el frenesí supremo. Fue un placer presenciar por última vez en directo la canción más visceral de la historia del thrash metal.
Opeth: la creatividad sin límites
Y tras la tormenta llegó la calma, o al menos de forma contenida. Presenciar un concierto de Opeth es siempre un placer sensorial y su visita a Wacken no fue para menos. Los primeros minutos de «Sorceress» resultaron sintomáticos del despliegue instrumental y visual que estaba por venir. «Ghost of Perdition» abrió paso a los guturales y el lado más salvaje de Mikael Åkerfeldt, tanto a la guitarra como a las voces.
Mientras que «Cusp of Eternity» y «Heir Apparent» brillaron especialmente en el apartado vocal, donde los celestiales coros a voces limpias se fundieron con las armonías de guitarra, siempre cuidadas hasta el último detalle. No es de sorprender que tanto el sonido como la ejecución de la banda al completo fueran excelentes, como tampoco llama la atención el singular humor de Åkerfeldt, que bromeó sobre las drogas, las clases sociales, la industria musical y, cómo no, sobre el glam y el rock más pomposo.
Precisamente, «In My Time of Need» y «The Drapery Falls» trajeron la calma al repertorio, al mismo tiempo que una fina neblina cubrió los aledaños del escenario. Esto añadió un nuevo y místico ingrediente a la actuación del quinteto sueco. Aunque hace tiempo que la banda abandonó el death metal a la hora de componer, afortunadamente, sigue estando presente en sus directos. Como es habitual, la magnífica «Deliverance» clausuró su actuación y sirvió para cerrar la tercera jornada del festival con un gran sabor de boca.
Sábado 3 de agosto
Battle Beast: energía por los cuatro costados
El arranque del último día de festival no pudo ser más apropiado. La historia de Battle Beast está directamente ligada a Wacken, donde todo cambió para ellos en 2010. Fue entonces cuando fueron proclamados ganadores de la Metal Battle y comenzaron a girar extensivamente a nivel internacional. Nueve años después, la banda finesa regresó al evento alemán como formación consagrada y en continuo crecimiento, y echó la mirada hacia atrás para recordar sus orígenes y el decisivo concierto que ofreció en el Wet Stage, colocado antiguamente al lado del escenario principal Faster, donde actuaban en la presente edición.
Canciones como «Unbroken», «Straight to the Heart» y «Out of Control» tuvieron una calurosa recepción por parte de la audiencia masiva que acudió a verlos. El sonido les favoreció y su tremenda energía, transmitida especialmente mediante el ímpetu de la vocalista Noora Louhimo, causó el furor de gran parte del respetable.
Su propuesta, que mezcla sonidos heavy, rock y pop, y podría funcionar perfectamente en Eurovision, resulta muy pegadiza. Si a eso le añadimos el espíritu vikingo que la banda acarrea en sus entrañas, los metalheads del norte de Europa están de enhorabuena. El chorro de voz de Louhimo y el excelente sonido conjunto fueron otros argumentos de peso para aplaudir la actuación de la banda. «No More Hollywood Endings», «King for a Day» y «Beyond the Burning Skies» fueron las encargadas de concluir un concierto en el que, con toda probabilidad, Battle Beast encandiló a toda una nueva hornada de fans.
Of Mice & Men: batallando a pleno sol
Uno de los nombres propios que suena con fuerza en la actual escena del metalcore es el de Of Mice & Men. La banda californiana, que toma el nombre de la novela clásica de John Steinbeck, atronó con fuerza sobre el escenario Harder al ritmo de «Defy», «How to Survive» y «O.G. Loko». Dieron buena muestra de su poderío rítmico, aunque, en lo que respecta a los riffs más elaborados y las melodías, las guitarras sonaron ligeramente estridentes. La banda defendió una propuesta de directo muy estudiada, con canciones entrelazadas de forma eficaz y sonidos disparados que trataban de mantener la tensión del show en todo momento.
«Unbreakable» y «Mushroom Cloud» generaron repetidos circle pits frente al escenario, pero para entonces el cansancio hacía mella entre la gran mayoría del público. En ese sentido, la segunda mitad de su actuación se hizo larga, al caer en la repetición de patrones y la falta de dinamismo. Pero, cuando los ánimos bajo el sol más intenso del día parecían agotarse, la thrasher «Instincts» y «Pain», más orientada esta última a los sonidos árabes, trajeron los sonidos más interesantes a su repertorio. La banda acabó por todo lo alto con la aplastante «The Dephts». Público entregado, misión cumplida.
Prophets of Rage: Fiesta reivindicativa
Prophets of Rage es sinónimo de fiesta y reivindicación y, una vez más, el supergrupo formado por Tom Morello, B-Real, Chuck D y compañía hizo suyo el escenario. A pesar de que incluyan canciones de Public Enemy y Cypress Hill, es sabido que el grueso de su repertorio se basa en el repaso de los grandes himnos de Rage Against the Machine. «Know Your Enemy», «Take the Power Back» y «Bullet in the Head» fueron algunos de los temas más celebrados, en una actuación en la que mandó el groove, el ritmo, los bailes y saltos.
Como de costumbre, Morello deleitó al personal con gestos tan llamativos como el cambio de afinación de la guitarra durante el propio solo. En general, al sonido le faltó una pizca de ataque y el público tampoco reaccionó de forma tan apasionada como en el Resurrection Fest, donde el propio evento es más cercano al estilo explorado por el supergrupo. A pesar de todo, el final con «Killing in the Name» nunca falla, sigue siendo un himno protesta a nivel mundial y volvió a crear un gran moshpit y un subidón de adrenalina generalizado.
Bullet For My Valentine: una grata sorpresa
Contrastando estilos por completo, era el turno de Bullet For My Valentine. El cuarteto británico salió con todo y ofreció un arranque de concierto realmente sólido al ritmo de «Don’t Need You», «4 Words» y «Suffocating Under Words of Sorrow». La propia evolución de la banda resulta llamativa. Tras abandonar el metalcore clásico pasó a explorar primero sonidos más edulcorados.
Después, en el camino, ha reciclado corrientes actuales, incluso pasajes que por momentos rozan el djent. Todavía en busca de su propia identidad, solo una cosa está clara: su capacidad ejecutiva ha ganado enteros, hasta el punto de ofrecer un concierto sin fisuras. Por una parte, destacan los breakdowns más pesados con batería y guitarras soberbias, golpeando al unísono. Por otra, el apartado vocal, con Matt Tuck muy en forma y acompañado por el bajista Jamie Mathias como espléndido corista, tanto gutural como limpio.
Su juventud ya se esfumó y ahora tratan de sacar partida a un planteamiento diferente, aunque cabe reconocer que las nuevas canciones son precisamente las que más bajaron el pistón. Cortes como «Venom» y «Worthless» no son tan inspirados y fueron salvados por la concatenación de «The Last Fight», «Alone» y «Scream Aim Fire», recibidos de forma más positiva por el respetable. El bis con «Your Betrayal», «Tears Don’t Fall» y «Waking the Demon» evidenció la destreza del cuarteto, todavía capaz de atronar y convencer cuando se lo propone.
Powerwolf: todo queda en casa
Sumergidos en la recta final del festival, el concierto de Powerwolf era otro de los más esperados. El recinto principal se llenó hasta la bandera para presenciar a la agrupación alemana. Su público se entregó a fondo en los pegadizos estribillos de «Amen & Attack», «Resurrection by Erection» y «Sanctified with Dynamite». Sin embargo, el modelo de show que plantearon, con largos parones a la finalización de cada canción y la reiterada petición al público para que coreara las melodías de la banda en una y otra vez, acabaron con la paciencia de un servidor. Si antes hablábamos de las ventajas, esta es, sin duda, la consecuencia negativa de programar conciertos de 90 minutos.
A pesar de todo, resulta bonito e ilustrativo repasar la evolución (o involución) de las referencias alemanas en el festival. Mientras que clásicos como Gamma Ray o Hammerfall han ido en progresivo declive, otros han cogido el testigo y ahora su turno a llegado. Eso sí, resulta significativo que prácticamente todas las bandas alemanas del festival, que se dirigían en su lengua materna al público asistente, defiendan después las letras de sus canciones en inglés. Powerwolf tampoco se libra de esta lógica, pero también abre una puerta a las canciones en alemán y ello merece ser destacado. El gran sonido y la certera producción de luces y fuegos se fundió con el espíritu festivo, la celebración y la cerveza en un espectáculo disfrutado especialmente por los locales.
La celebración y los primeros anuncios de 2020
Antes de pasar al siguiente concierto, llegó el momento de celebrar. Wacken cumplía 30 años y un aniversario semejante no se podía dejar pasar por alto sin algún acto especial. La organización preparó para la ocasión un vídeo que recogía imágenes de diferentes etapas del festival, desde los humildes comienzos hasta la inmensidad actual, combinadas con momentos estelares de las grandes bandas que han pasado por los escenarios de The Holy Ground.
Pero, tras la proyección, llegó algo todavía más especial. Matt Heafy, vocalista y guitarrista de Trivium, presente en esta edición en la iniciativa Full Metal Gaming, apareció guitarra en mano entre los dos escenarios principales, Faster y Louder, para deleitar a todos los allí presentes con un solo de celebración. Esto dio paso acto seguido al anuncio de las primeras bandas de la siguiente edición: Amon Amarth, At the Gates, Cemican, Death Angel, Hypocrisy, Judas Priest, Mercyful Fate, Nervosa, Sick Of It All, Sodom y Venom. Menos de 21 horas después de haberse abierto la venta de entradas para la siguiente edición, un día después del recién finalizado festival, el evento ya colgó el cartel de sold-out.
Parkway Drive: la coronación
A estas alturas poco nuevo se puede decir sobre Parkway Drive. Han dado un golpe sobre la mesa, un salto cualitativo en toda regla, y han pasado a estar en boca de todos. Es su momento. Siguieron la tónica de la gira actual y su concierto fue prácticamente idéntico al tan esperado del pasado Resurrection Fest, tanto en repertorio como en lo que respecta a la propia producción.
Desde el baño de masas previo al arranque de la actuación, pasando por el repaso de su trayectoria con cortes como «Wishing Well», «Carrion» y «Karma», hasta la fase final, más densa pero igual de aplastante con canciones como «Dedicated», «Absolute Power» y «Cronos». El bajista Jia O’Connor también tuvo su momento, aun en silla de ruedas, debido a una lesión de rodilla. La magistral sección de cuerdas, la sanguinaria «Wild Eyes» y la traca final con las portentosas «Crushed» y «Bottom Feeder» dieron muestra del tremendo estado de forma en el que se encuentra la banda australiana, impecable tanto en el apartado musical como el visual.
Pero si algo merece especial mención es la humildad y el tono de agradecimiento con el que se dirigieron al público de principio a fin. A pesar de plantarse en el festival en calidad de cabezas de cartel, Winston McCall, con una sonrisa imborrable, no paró de alabar al público y al evento. Fue una muestra de autenticidad, sin artificios, y resultó significativo que los asistentes de Wacken se volcaran con su propuesta, considerando que el festival alemán, aun abierto a todos los estilos, ha apostado históricamente por los sonidos más tradicionales del heavy metal.
Saxon: Lección magistral de heavy metal
El festival se acercaba a su fin, pero todavía quedaban joyas en el tintero. Los incombustibles Saxon pisaron el acelerador y tomaron el escenario a ritmo de «Motorcycle Man», «Wheels of Steel» y «Denim and Leather». El quinteto británico celebró su 40 aniversario con una actuación especial, en la que, además de desgranar innumerables perlas de su amplia discografía (cuentan con 22 trabajos de estudio), proyectaron en pantalla imágenes de años iniciales de la banda.
Periódicos, poster, entradas de conciertos… entre ellas la de aquella vez en la que tuvieron a Metallica en Londres como teloneros. Basaron el show en la emotividad y la añoranza, incluso rememorando a Lemmy Kilmister y Motörhead en “They Played Rock and Roll», aunque no cabe duda que se han ganado ese derecho a pulso, tras cuatro décadas de perseverancia. Clásico tras clásico cayeron «Battalions of Steel», «To Hell and Back Again», «Power and the Glory» y «Heavy Metal Thunder», todas ellas propulsadas por un excelente sonido.
El triple bis con «Crusader», «Strangers in the Night» y «Princess of the Night» puso la guinda a un recital de heavy metal con mayúsculas, interpretado por una banda que rayó a un altísimo nivel en su conjunto. Se trató de una de esas ocasiones que conviene no perderse, ya que cuando los grandes clásicos digan adiós, se llevarán consigo una etapa clave en la historia del heavy metal.
Rage: final de oro
El cansancio ya se había apoderado de todos, pero aún quedaba un último y exquisito plato por degustar. A la 1:30 de la madrugada del cuarto día de festival, y con el recinto principal semivacío, el trío alemán Rage celebró el 20 aniversario del álbum ‘XIII’, interpretándolo al completo con invitados de lujo. Lingua Mortis Orquestra, formada por músicos que a finales de los años ’90 acompañaron a los propios Rage en su inventiva fusión del heavy metal y la música clásica, se sumaron al escenario para deleite de todos los allí presentes.
Se trató de una propuesta tan ambiciosa que mereció tener un lugar más privilegiado en la programación de Wacken, ya que, a esas alturas, los deseos de la mayor parte del personal pasaban por descansar y dar el festival por concluido. Pero su recital fue de tal calibre, el buen hacer de vocalistas, instrumentistas y orquesta fue semejante, que al respetable no le quedó otra opción que rendirse a los pies de Peavy Wagner y compañía. Aun sin ser multitudinarios, los aplausos se alargaron más que nunca, como reconocimiento de la fascinante propuesta musical que la banda ofreció para cerrar el 30 aniversario de Wacken. Sin duda, fue un final de oro.
Hasta el año que viene. Rain or Shine!
Texto: Mikel Yarza | Fotos: Itsaso Urkia y Sergio Blanco
Promotor:Wacken Open Air
Día:2019-08-01
Sala:Wacken
Ciudad:Alemania
Puntuación:8
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