Siempre a la sombra de los gigantes y dinosaurios del género, The Pineapple Thief son todo un referente entre los más entendidos dentro del progresivo; un grupo que siempre es cumplidor en directo y que nunca deja a nadie indiferente con sus nuevos lanzamientos. Marcando el primer concierto tras el rebrote ómicron del covid, un buen contingente de fanáticos se reunieron en la sala Salamandra para vivir una experiencia cautivadora.

Todavía recuerdo cuándo hace dos años se anunció que el concierto de The Pineapple Thief fue de los primeros en caer como consecuencia de la pandemia. Curiosamente, la banda anunció que volverían a Barcelona para realizar el show prometido, anunciando que la fecha sería nada más y nada menos que dos años después, en un por aquel entonces lejano 2022. En aquellos tiempos muchos nos llevamos las manos a la cabeza, pero muy probablemente las apretadas agendas de los componentes de la banda tuvieron más que ver en esa decisión que una profética planificación sobre el avance de la pandemia.

Una velada íntima con Trope

Sorprendentemente, los encargados de abrir la velada no fue otro grupo de prog, sino un dúo compuesto por una guitarra acústica y una cantante. A lo largo de su algo más de media hora de concierto, Trope presentaron una experiencia íntima y sesgada que, pese a su formato, casa a la perfección con una propuesta como la de The Pineapple Thief, si bien no es la clase de conjunto que uno esperaría encontrar en esta clase de conciertos.

Algo que me gusta del público del prog es que siempre le dan una oportunidad a todo, aún si les pones a una cabra chillando delante de un micrófono, y el respetable no solo recibió el concierto de Trope con el silencioso respeto que esta clase de formato requiere, sino que además se rindieron al sesgado virtuosismo de un guitarrista brillante y una cantante que, pese a su timidez, sorprendió con su amplio y versátil registro.

El concierto estuvo plagado de la clase de palabras entrañables que dice un grupo la primera vez que actúa en Barcelona, comentando la cantante que siempre ha sido una gran admiradora de Gaudí, y de hecho culmina con el guitarrista soplando las velas en el escenario con un cumpleaños feliz de la audiencia, que llegado a este punto se lo estaba pasando en grande.

Por cosas buenas de ser redactor, tuve la oportunidad de cruzar unas palabras con la banda, que me confesaron que el concierto había ido mucho mejor de lo que esperaban, y que tenían intención de regresar, esta vez en su formato completo con una banda de apoyo. Visto lo que pudieron hacer siendo teloneros y en formato reducido, no puedo sino cultivar unas inmensas expectativas sobre lo que serían capaces de hacer con un show propio y completo.

La banda sonora de tu depresión

Ya antes de comenzar, entre el público se murmura el nombre del protagonista de la noche: Gavin Harrison. El mero hecho de destapar la lona que cubre su batería es recibido con vítores y aplausos entre una sala Salamandra mucho más concurrida de lo que podía llegar a esperar en un primer momento.

No es ningún secreto que la entrada del también batería de Porcupine Tree y King Crimson en supusiera un antes y un después para la banda, que desde entonces ha alcanzado unas nuevas cotas de aceptación y exposición, pero no considero que eso que se dice de que “los conciertos de The Pineapple Thief son un concierto de batería” sea cierto en absoluto. Está claro que es uno de los mejores baterías de la historia, y que le ocurre un poco el efecto Messi, que acaba robando el protagonismo al club en el que juega, pero hoy por hoy la banda tiene una calidad y una trayectoria lo suficientemente grandes como para que pudiera sostenerse sobre un solo miembro.

El concierto arranca con un “Versions of Truth” que desde el primer hasta el último segundo posee un aura que ya cautivará al público hasta el final de la velada, pese a que la banda sale al escenario con sobriedad, como el que baja apresuradamente al super a comprar una lata de atún. Sin que haya tiempo para recomponerse, la jazzera intro de batería de “In Exile”, uno de sus cortes más reconocibles, se encarga de seguir adelante sin escatimar un solo segundo que pudiera romper el embrujo que tienen sobre la audiencia.

Ya he comentado antes lo sorprendentemente concurrida que estaba la sala, que poco antes del concierto ya se había movido de La Nau a la Salamandra, y si bien este cambio me hacía sospechar que la venta anticipada había superado las expectativas, lo cierto es que no esperaba el volumen de gente que iba a congregarse. No era Woodstock, ni mucho menos, pero el prog sigue siendo este subgénero que va un poco aparte dentro del rock y del metal, y que, aunque posea una base de fans leal y hambrienta, muchas bandas deciden saltarse nuestro país por no resultarles rentable.

Aún así, el público no solo era numeroso, sino que estaba totalmente entregado. Es cierto que las reacciones a un concierto de The Pineapple Thief tienen más en común con una clase de universidad que con los pogos arquetípicos de los grandes shows de metal, pero la audiencia estuvo en todo momento alineada con una banda que, aunque distante, supo cuidar esta conexión para trasladarles a su íntimo y suntuoso plano musical.

Una guitarra acústica aparece en el escenario para interpretar “Demons”, una canción mucho más íntima y cohibida, que no por ello corta esta mágica conexión con el público. A la banda se la ve algo tímida a la hora de interactuar con el público, pese a que Bruce Soord luce su desparpajo habitual tras su instrumento. “No Man’s Land” y “That Shore” son las grandes ganadoras de esta fase más sesgada de la noche, logrando equilibrar un setlist que de otra forma habría podido resultar algo más monótono, permitiendo además que sus virtuosos componentes puedan lucirse en las secciones más técnicas.

“Give it back” es el avance de ‘All The Wars’, un disco que está aún por venir y sobre el que hay muchas expectativas, y marca uno de los picos enérgicos de la noche con una fórmula algo más pesada y enérgica que junto con “Driving Like Maniacs” y “White Mist” supone el abandono de la sección más tranquila del show en pos de la clase de momentos que uno espera encontrarse en cualquier concierto de metal. Hubo headbanging, se corearon melodías de guitarras y se cantaron secciones de los estribillos; redondeando su propuesta con una ejecución que solo se eleva con el directo.

No era ningún secreto que muchos habían asistido principalmente para ver a Gavin Harrison, como resultaba evidente si uno deparaba en la cantidad de manos haciendo air drumming que ocupaban el espacio aéreo de Salamandra, y ciertamente, el músico estuvo a la altura de su leyenda.

La precisión e intensidad que Harrison aporta a unos temas que a priori suenan tranquilos, es difícil de expresar sin ponerse técnicos en aspectos de la percusión que a muy pocos les interesan, pero basta con decir que su ejecución milimétrica no dejaba de tener un arrojo letal y tormentoso, aunque también ayudó que el sonido de la sala fue excelente en ambas actuaciones. La banda no son tampoco ningunos amateurs, y aunque es complicado no quedar a la sombra de alguien como Gavin, no se quedan atrás en cuánto a su capacidad musical.

Encarando ya los bises y el final de la velada, la banda apenas puede contener su emoción mientras explica que es la primera vez que dan un show propio en Barcelona y que no podrían estar más contentos, culminando la noche con dos de sus canciones más reconocibles y distintas entre sí: la misteriosa y ambiental “The Final Thing In My Mind” y la cañera “Nothing At Best”, cuya intro con los teclados sirvió para anticipar uno de los momentos más celebrados del concierto, en el que el público acabó de desmadrarse en una noche que por lo demás fue bastante tranquila.

Ladrones de piñas y de corazones

Al final el concierto de The Pineapple Thief fue todo cuánto uno podría haber deseado y mucho más. Desde que el Be Prog My Friend nos abandonará, cada vez es más difícil que a España lleguen grupos de progresivo que jueguen en esta liga de salas algo más pequeñas. Si, siempre habrá un bolo grande para Dream Theater, y Roger Waters te llenará el Palau Sant Jordi, pero cada vez es más complicado ser un seguidor de este estilo y poder vivir su música en una experiencia en vivo.

En ese sentido, no puedo evitar pensar que la cita con The Pineapple Thief no es muy diferente de lo que uno podría haber sentido al ver a Pink Floyd antes de que explotaran en popularidad: una velada íntima de contemplación y apreciación, en el que la habilidad de los músicos es la principal atracción del show y en el que se persigue una experiencia más inmersiva que no enérgica.

Los británicos no son ningunos novatos, y los años que llevan sobre las tablas se notan en su saber hacer y en la precisión con la que planean sus espectáculos, pero siguen arrastrando la marca del eterno underdog, de ser esa banda que pese a su solvencia en directo y la calidad de sus trabajos, sigue sin obtener el reconocimiento que se merece. Me gustaría pensar que tras lo exitosa que les está resultando esta gira por nuestro país, decidan frecuentarse más a menudo y que puedan abrirse a un público más amplio, quizás a través de la exposición que pueda darles un gran festival.

Sea como fuere, la experiencia fantástica ya no nos la puede arrebatar nadie, y aunque me gustaría que grupos así se movieran en otros niveles, tal vez toca ser un poco humildes y limitarnos a agradecer que el retorno de la música en vivo nos vuelva a brindar noches como esta.

Texto: Marc Fernández

Promotor:Madness Live!

Día:2022-03-01

Sala:Salamandra

Ciudad:Hospitalet de Llobregat, Barcelona

Teloneros:Trope

Puntuación:9