The Ocean: ecos de la naturaleza salvaje
Corren tiempos complicados para la música en directo. La pandemia ha quedado atrás y vuelve a ser el momento de las giras internacionales, pero la sobreoferta y la escasez de demanda empuja a muchas bandas a cancelar sus eventos.
Por ello, acudir un lunes a la sala Stage Live de Bilbao para ver a The Ocean se presentaba como un plan irrenunciable, casi un acto de militancia. Sin dar todavía las siete de la tarde, los asistentes más tempraneros se toparon con Psychonaut sobre el escenario. El primero de los dos teloneros de aquella noche fue este trío belga con casi una década de existencia, dos EPs y un LP bajo el brazo.
El pulso de la solidez sonora
La banda salió con fuerza e hizo suyo el tablado. Su solidez sonora fue tremenda, propulsada por una ejecución conjunta muy empastada. El batería llevó el pulso de la mayoría de las canciones con ritmos pegados estrechamente a los musculosos acentos de los riffs de guitarra.
Ambos grupos teloneros forman parte de Pelagic Records (sello creado y dirigido por The Ocean Collective), por lo que estamos hablando de propuestas musicales hermanadas a la de los protagonistas de la noche. Muestra de ello fueron las fluidas transiciones entre los pasajes devastadores a distorsión y los limpios de mayor calma, delicadeza y melodía. Los tres instrumentistas gozaron de un sonido excelente y demostraron que conforman una banda muy a tener en cuenta de ahora en adelante.
Cuando se habla de pg.lost se habla de atmósfera, trance y viaje auditivo. Su apuesta es indisimulada y el resultado incomparable. El cuarteto sueco cuenta con una identidad musical muy definida y arrancó la velada con uno de esos pasajes celestiales de guitarras limpias que lo caracterizan, una introducción que fue suficiente para vislumbrar el deleite auditivo que estaba por venir.
Inmersión y deleite auditivo
“Oscillate” y “E22”, sus dos primeros temas, sirvieron para que el personal se metiera de pleno en el particular ambiente que la formación nórdica propone. La utilización de sintetizadores es uno de los valores distintivos de la banda. A veces, los emplea como colchón de los riffs de guitarra y otras como elemento transformador de la voz.
El canto agudo de su bajista Kristian Karlsson se funde con un amplio abanico de efectos para añadir aún más épica a su propuesta. En algunas canciones, la banda sueca establece puentes con los polacos Riverside, sobre todo, a través de su vertiente más electrónica.
Los regodeos rítmicos fueron en consonancia con el inmersivo juego de luces que desplegaron y, canción tras canción, el cuarteto mostró un control absoluto a la hora de utilizar y mezclar diferentes gamas sonoras. La simbiosis entre la ensoñación y el salvajismo fue ovacionada con fulgor.
Azul, verde y la encrucijada musical
Cuando The Ocean tomó el escenario se pudo realizar una de las primeras afirmaciones de la velada. Las tres bandas contaron con un sonido exquisito, algo raramente habitual en este tipo de giras, donde el plato gordo suele gozar de mayor tiempo para las preparaciones, en detrimento de los teloneros. Antes de desgranar el repertorio, recordemos.
The Ocean es un colectivo, una banda de naturaleza rotatoria, donde las personas que plasman el espectáculo en directo van cambiando periódicamente y según sus circunstancias personales. Lejos de amilanarse, el colectivo trata de sacar el máximo partido a su singularidad e incluso ha solido grabar fragmentos de sus nuevos álbumes por diferentes salas del mundo mientras giraban, entre ellas, la sala L’Atabal en Biarritz, en el País Vasco francés.
The Ocean llegó a esta nueva visita peninsular marcado por el accidente sufrido en marzo por su vocalista Loïc Rossetti. Su conocido atrevimiento acrobático le acarreó la rotura de ambas piernas, por lo cual, el artista suizo tuvo que ausentarse temporalmente de la gira. Ahora, de vuelta al ruedo, actúa sentado en una silla.
Esta circunstancia provocó que el ambiente inicial del concierto al ritmo de la enigmática “Triassic” fuera realmente íntimo, con luces cálidas de lámpara, hasta el punto de despistar al respetable y hacerle pensar que se encontraba en el salón de su casa. Pero la calma duró poco, la intensidad subió de forma escalonada y con ella la paleta de colores que enriquece su propuesta artística. Desde el azul acuático de “Pelagial” nos transportamos al verde y las plantas de “Phanerozoic”, a ese lugar donde la formación alemana brilla con luz propia, pero parpadeante.
Cabe recordar que “Pelagial” fue un hito mayúsculo para el sexteto germano, un disco que aumentó su base de seguidores de forma considerable, La mezcla entre su vigor rítmico y su delicadeza armónica con pasajes muy pegadizos quedó marcado en la memoria de muchos.
Probablemente, esa sea la mayor diferencia en el aspecto compositivo. Las canciones publicadas después de “Pelagial” son piezas venidas a menos, temas que nunca han llegado a ser tan memorables y carecen de ese cariz épico que, hasta entonces, distinguía la propuesta de The Ocean del resto. En ese sentido, podría decirse que la banda se encuentra en una encrucijada, en un momento determinante en el que debe decidir si explotar su fórmula más aclamada y correr el riesgo de repetirse, o empeñarse a fondo en hacer siempre algo diferente y sacrificar el gancho en el camino.
A pesar de todo, no cabe duda de la destreza ejecutiva del grupo. En lo musical, sus actuaciones son un seguro de vida, mientras que en el aspecto técnico también ha dado pasos de gigante. Con el paso de los años, la formación alemana ha ido puliendo su espectáculo audiovisual y es capaz de adaptarlo con dignidad a todo tipo de salas y formatos. “Bathyalpelagic II: The Wish in Dream”s, “Miocene | Pliocene,” “Oligocene”… cada canción sonaba mejor y, empujado por esa pulsión, Rossetti dio varios pasos hacia adelante y se colocó en la parte frontal del escenario (sentado) para arengar al público en la recta final.
Sin estar a rebosar ni generar un ambiente de euforía máxima, la Stage Live de Bilbao se llenó un lunes para ver a The Ocean y el público se contagió de ese ambiente acogedor. Luces rojas, melodías sigilosas… y un ritmo excesivamente lento para tratarse de un bis. Esa fue otra de las sensaciones agridulces comentadas que se generalizaron entre el público en los últimos compases de la actuación. Afortunadamente, la banda encandiló a propios y ajenos con “Jurassic | Cretaceous”, una pieza mastodóntica de trece minutos de duración que puso el broche final a una velada de altísimo nivel musical.
Texto: Mikel Yarza | Fotos: Dave Blanco
Promotor:Madness Live!
Día:2022-05-30
Hora:18:55
Sala:Stage Live
Ciudad:Bilbao
Teloneros:Psychonaut, pg.lost
Puntuación:8
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