Sôber embruja a Málaga con su paraíso sinfónico

Conciertos de grupos de rock o heavy metal con una orquesta no suponen ninguna novedad. Aunque no por ello la idea deja de ser atractiva para según qué bandas.

Desde la publicación de “La Sinfonía del Paradÿsso”, Sôber ha estado girando para presentar este formato por todos los escenarios posibles. Al mismo tiempo, reivindica el peso en su carrera de “Paradÿsso”; uno de los mejores trabajos de rock a nivel estatal. No hay que olvidar que en su lanzamiento original, temas como “Hemoglobina” o la canción que le da título ya tenían arreglos sinfónicos (por parte de Enrik García de Dark Moor), así que no era descabellado extender esos ornamentos a todas las canciones del álbum, y a varias más de su discografía. Le llegaba el turno a Málaga en esta gira tan especial, y Sôber y la joven orquesta de la Universidad de Granada subirían al escenario de la Eventual Music para regalarnos una noche mágica.

Sôber y la orquesta: una fusión perfecta

Después de que sonara “Back In Black” de AC/DC a todo trapo, los componentes de la orquesta Universitaria de Granada fueron ocupando sus puestos, mientras se escuchaba una intro a modo de poema en el que se citaban muchos de los títulos de las canciones de Sôber. Con “Animal” dieron el pistoletazo de salida, y desde el primer minuto, el sonido era de un nivel estratosférico. Desconozco el número de ensayos entre banda y orquesta, pero “Reencuentro” y “Blancanieve” seguían sonando tan compactas, que parecía que llevaran meses juntos de gira.  Sin mucho esfuerzo, porque la música hablaba por sí sola, “Eternidad” y “Lejos” hacía que el numeroso público se rindiera a los pies de la banda.

Sôber (Foto: Satur Romero)

También el cuarteto se estaba dejando la piel sobre el escenario, como es habitual en sus conciertos, y no dejaban de animar a un público que se dejaba la garganta en cada canción. Con “Naufrago” llegó uno de los momentos más emotivos de la noche. Y es que las pocas baladas que tiene Sôber en la recámara son de alto calibre. Para seguir haciendo sudar a la audiencia, atacaron con “Cápsula”, “El Viaje” y una enorme “Hemoglobina”. El concierto estaba siendo perfecto y cuando eso ocurre, se respira en el ambiente.

Todavía quedaba lo mejor

Uno de sus temas emblemas, “El Hombre de Hielo”, ponía la sala patas arriba. Y la magnífica comunión entre el grupo y sus sinfónicos acompañantes continuaba su andadura con “Vacío” y “Paradÿsso” antes de comenzar con los bises. Era inevitable no vivir con intensidad este tramo del concierto. Carlos Escobedo bajó del escenario y se paseó por toda la sala saludando al público mientras cantaba “Estrella Polar”.

Sôber (Foto: Satur Romero)

El público estaba en pleno éxtasis, pero no dieron tiempo a respirar y descargaron una durísima “No Perdones”. Todavía quedaba algún que otro corte de “Paradÿsso” en el tintero, y una esperada “Arrepentido” lograba el delirio de cada uno de los asistentes. No era otro concierto de Sôber sin más. No era un concierto cualquiera. Hacía tiempo que se había convertido en algo hechizante. La entrega y la contundencia de la banda arropada con sus compañeros de viaje, habían alcanzado un cariz casi místico.

Final de infarto con regalo incluido

Si el show hubiera terminado en ese momento, la sensación de haber vivido un concierto histórico hubiera perdurado en el cerebro de todos los asistentes. Pero el público y la banda querían más. “Mis Cenizas” retomó el poderío mostrado durante toda la noche, y “Diez años” daba rienda suelta al encantamiento generalizado que consiguieron con sus canciones. “Superbia” era la elegida para poner punto y final a un show de infarto. O al menos eso es lo que estaba escrito en el guión.

Sôber (Foto: Satur Romero)

Pero el entusiasmo del público se trasladó a la banda, y aunque ya no había más repertorio preparado junto con la orquesta, no dudaron en volver al público “Loco” en formato totalmente eléctrico como fin de fiesta. Puedo presumir de haber disfrutado de una docena de conciertos de Sôber desde los inicios de su carrera, pero esta noche fue especial. Carlos y Jorge Escobedo, Antonio Bernardini y Manu Reyes firmaron el mejor concierto al que he asistido hasta la fecha.