Sabaton demuestra por qué está en lo más alto
Sabaton desplegaban un auténtico campo de batalla sobre el escenario del Sant Jordi Club, escenario que ya pisaban por segunda vez después de la grandiosa y no exenta de polémica gira con Accept.
Sin embargo, esta vez los precedentes del concierto no podían ser más distintos, y es que hace mucho que Sabaton dejaron de ser esa banda dispuesta a todo para estar en lo más alto, y a día de hoy son toda una institución con nombre propio, una banda que aparece en boca de muchos cuándo se habla de metal y con el caché suficiente para encabezar el Wacken en dos escenarios a la vez. Pese a todo, el prestigio es algo que ha de demostrarse sobre el escenario, y, nunca mejor dicho, los suecos no se dejaron ni un gramo de pólvora en casa.
Tocar en el Sant Jordi Club es una declaración de intenciones en sí misma, una forma de decirle a tu público que ahora eres uno de los grandes, y es que sobre su amplio escenario puedes traer una producción que te desmarque de todas esas bandas que quieren y no pueden, grupos condenados a recintos en que están solos con su música frente al público, y a la hora de la verdad es lo que puede elevar a un concierto de dos horas de saltos y diversión a una experiencia en sí misma. Amon Amarth y Ghost ya salieron victoriosos con sus explosivos shows, y llegaba el turno de Sabaton de demostrar que merecen estar en lo más alto, que desde aquí solo van a ir hacia arriba.
Amaranthe se crece en un escenario más grande
Unos eclécticos y prometedores Amaranthe salieron puntualmente sobre las tablas del Sant Jordi Club para ser recibidos por una sala notablemente llena, que recibió enérgicamente “Maximize”, a la que le siguió un “Digital World” en la que Elize Ryd aparece ataviada con una capa. Un artículo a parte se merecería la vocalista, y es que gran parte del éxito de la banda recae sobre sus hombros, siendo capaz de ser al mismo tiempo una frontwoman feroz y decidida y un pozo de dulzura que sonríe y conecta de forma natural con la audiencia.
La última vez que pisaron la ciudad condal fue justamente abriendo para Powerwolf en Razzmataz, y en verdad parece que los suecos están hechos para terminar en los escenarios más grandes de cada ciudad, pues se les vio totalmente desatados y llenos de ambición, como si su show fuera una advertencia de lo que está por venir. Ya sin la capa, Ryd hizo lo que quiso sobre las tablas y con el respetable, demostrando su curiosa dualidad atacando salvajemente un tema como “Hunger” y lanzando corazoncitos en “Amaranthine”.
Pese a la impecable actitud de la banda, no todo fueron cosas buenas, ya que hubo unos cuántos problemas con el sonido de la voz en temas cómo “CG6” o “Helix”, y un exceso de humo hizo que la banda pareciera que estuviera saliendo de un incendio, llegando a resultar difícil distinguirlos sobre el escenario. Más allá de los problemas técnicos, a la banda se la nota acelerada, con problemas para cuajar un setlist de 10 temas con su rol de primera banda de la noche, y tal vez deberían haber interactuado algo más con el público.
Pese a todo, “The Nexus” y “Drop Dead Cynical” sirven para poner un broche de oro a una actuación que se creció sobre los hombros de una Elize Ryd pletórica, que aprovecho el sprint final para darlo todo sobre el escenario; una forma de augurar lo que muchos ya sospechan, y es que Amaranthe está haciendo todos los pasos correctos para convertirse en la próxima gran banda, y tocando así siendo teloneros, uno no puede sino desear verlos dar el máximo en un show propio.
Apocayptica, la sorpresa poco ortodoxa de la noche
Existen tres tipos de personas que acuden a un show de los fineses: los que se esperan a otra banda de metal, los que saben que tocan heavy metal con cellos pero poco más y los que entienden cómo funciona su propuesta. Fuera como fuera, los tres tipos de espectadores se vieron sorprendidos desde los primeros acordes de “Ashes of the Modern World”, y es que desde allí todo fluyó con la precisión de un reloj y con un aura y un poderío genuinamente únicos y mágicos.
No son un conjunto de música clásica, y tampoco tocan un heavy metal al uso, y si bien el principal responsable de que el sonido no caiga por los derroteros de heavy metal interpretado con instrumentos de música clásica sea el batería Mikko Sirén, el show mantuvo en todo momento un aura mística que congeló a la audiencia; no por la frialdad de su actuación, sino porqué lograron embrujarla en el hechizo de su fantástica propuesta.
Elize Ryd volvió a subirse al escenario para interpretar una versión de “Seeman” y “I Don´t Care”, logrando así que un concierto que se podría haber vuelto monótono muy fácilmente, fuera una experiencia muy variada y que impactó al público. “Grace” fue la última composición propia de la noche, a la que siguió una descargar de lo que puso a la banda en el mapa en primer lugar: sus versiones de Metallica. “Seek and Destroy” sonó fenomenal en una combinación que debería haber estado abocada al fracaso, y enseguida le siguió “Hall of the Mountain King” y una dulce “Nothing Else Matters”, que supuso un final íntimo para una actuación que, como viene siendo habitual, fue tan celebrada como sorprendente.
Sabaton ya juega en las grandes ligas
Ha llovido mucho desde que los suecos a penas pudieran llenar Razzmataz 2 con un montón de chavales que tal vez pasaban demasiado tiempo jugando al War Thunder, y es que uno solo ha de ver como la banda se coordina con la pirotecnia que acompaña al redoble inicial de “Ghost Division” para darse cuenta de que no van a escatimar en recursos para elevar su música a lo más alto del olimpo del heavy metal.
La pirotecnia y la puesta en escena fueron una constante a lo largo del espectáculo, y es que, si algo distingue a las bandas que quieren hacer de sus shows algo más que un concierto del resto, es conseguir que el público relacione cada tema con un acontecimiento escénico: ya fuera con el fuego que surgía de las trincheras en “Great War” o con el traje de dispensador de gas venenoso que lució Joakim en “Attack of the Dead Men”.
Hablando del frontman, Joakim sigue siendo el cantante simpático y divertido del que todo fan del grupo se ha terminado enamorando, y si bien hasta el mismo señaló que habla mucho antes de interpretar “Seven Pillars of Wisdom”, lo cierto es que sus intervenciones logran que la audiencia se sienta cercana al grupo, y aunque ha llovido mucho desde aquellos conciertos en que dejaba elegir al público qué canción interpretar o si iban a hacerla en sueco o en inglés, esta clase de mimo y preocupación siempre son de agradecer, más en las bandas que son cada vez más grandes.
“The Red Baron” vio aparecer un pequeño órgano con la célebre forma del biplano pilotado por Manfred Von Richtofen, que tuvo su propio cameo acompañando a la banda desde su peculiar instrumento a lo largo de la canción. “The Last Stand” y “82nd All the Way” elevaron las revoluciones de un público que en ningún momento dejó de saltar, cantar y aplaudir al son de una banda que se vio muy cómoda y feliz sobre el escenario, ya fuera haciendo constantes bromas o puteándose entre ellos. Unos segundos de oscuridad y una breve intro, sirvieron para presentar “Night Witches”, que no solo fue uno de los temas que mejor sonó, sino que fue de los que mejor se valió de la pirotecnia.
Llegado a este punto, sucedió algo que muchos ya sabían, pero que aún así sirvió para hacer del concierto algo único y espectacular, y es que Apocalyptica se unió a Sabaton para interpretar una parte bastante amplia del setlist. Comenzaron con “Angels Calling”, cuya versión conjunta se volvió bastante viral hace unos meses, a la que le siguió un “Fields of Verdun” que se vio notablemente elevada por el solemne acompañamiento de los cellos.
Cabe destacar que las canciones elegidas para ser interpeladas junto a los fineses no podrían ser más acertadas, ya que fueron temas más melancólicos como “The Price of a Mile”, y pudieron tocar en vivo “Dominium Maris Baltici”, la intro de “Lion From the North”, y además sirvió para elevar a la enésima potencia un tema tan épico y poderoso como es “Carolus Rex”.
La marcha de Apocalyptica del escenario significaba el inicio de los bises, que comenzaban con un “Primo Victoria” que sonó mejor que nunca gracias a la expectativa creada a través de las pantallas y de las explosiones que hubo sobre el escenario, muy parecido a lo que Metallica suele hacer con “One”. “Bismark” sonó tan pesada e imparable como el legendario navío en que se basa, y a continuación hubo un momento jocoso a los que los fans más veteranos ya estamos acostumbrados, y es que Jokim bromeó con no querer tocar “Swedish Pagans”, un tema que sin embargo volvió loca a una audiencia que no dejó de saltar.
La banda salió a brindar con el respetable antes de concluir la velada con una celebradísima “To Hell and Back”, que, si bien en su momento fue acusada de acercar al sonido de la banda a algo más comercial y digerible, ha terminado por convertirse en uno de sus mayores himnos. Pese a toda la producción y pese a tocar en escenarios cada vez más grandes, los muchachos de Brodén siguen siendo esa banda humilde y agradecida de sus inicios, y se tomaron un buen rato para despedirse de los fans mientras de fondo sonaba “Masters of the World”.
Con espectáculos como este, Sabaton se han consolidado con méritos propios en los puestos más notables del panorama actual del heavy metal, y aunque aún no llegan a los niveles de producción de titanes como Rammstein o Iron Maiden, lo cierto es que son sus más cercanos y hábiles aprendices, y uno no puede sino pensar dónde puede llegar una banda que cada vez que compone puede sacarte un trabajo lleno de himnos y cuya ambición parece no conocer límites terrenales. Si, Sabaton están muy alto, mucho más de lo que nadie se habría atrevido jamás a imaginar, pero parece que aún les queda mucho por conquistar.
Texto: Marc Fernández | Fotos: Segi Ramos y Lluís García
Promotor:Madness Live Productions
Día:2020-02-04
Hora:20:00
Sala:Sant Jordi Club
Ciudad:Barcelona
Teloneros:Apocalyptica, Amaranthe
Puntuación:9
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.