Hubo un tiempo muy lejano, a finales de los noventa, en el que el nombre de Opeth aún permanecía como uno de los secretos mejor guardados por los melómanos frikis del mundo entero.

Tiempos anteriores al boom de internet, en los que Mikael Åkerfeldt y los suyos cimentaron una reputación incuestionable gracias al boca a boca. Una reputación como muy pocas bandas han conseguido en la historia reciente.

Desde aquellos gloriosos años que remataron el siglo pasado, los suecos han sido capaces de conseguir el estrellato absoluto sin aflojar lo intrincado de su receta y terminar consolidándose como toda una institución dentro del progresivo. Esto último con el enorme merito añadido, de haberse permitido el lujo de ir fluctuando en función de lo que el corazón les pedía en cada momento.

En la gira que nos ocupa y que tenía parada en la sala Santana 27 de Bilbao, Opeth tendrían a bien celebrar sus treinta años de andadura en la industria musical y lo harían honrando cada uno de los trabajos que han podido publicar durante estas tres décadas. Un tema por disco, sin que ningún disco se quedase obviado. Una bonita idea con la que la banda dejaría claro que todo su legado merece ser reconocido, a pesar de que su publico se haya ido dividiendo en los últimos tiempos, entre los que prefieren sus primeras composiciones y los que se quedan con sus últimas obras.

Locos maravillosos

Antes de que los jefes tomaran las tablas, unas leyendas del Metal subirían al escenario para caldear el ambiente. Los míticos Voivod, serían los encargados de abrir para Opeth, a pesar de que no fueron pocos los aficionados veteranos a los que esto les supiese a cuerno quemado. No cabe duda de que los míticos canadienses por años de experiencia e importancia en la escena, merecerían encabezar giras como esta, pero no es menos cierto que la popularidad que han logrado a lo largo de los años, nunca les ha sacado de los puestos de cola.

Voivod (Foto: Unai Endemaño)

Comenzarían poderosos con dos de los mejores cortes de sus años gloriosos, dos pelotazos absolutos para ganarse a la audiencia desde el minuto uno. “Experiment” nos llevaría más de treinta años atrás, hasta los tiempos en los que la dimensión atroz rompía los esquemas del mundo entero, y comenzaba a demostrar hasta donde podían llegar estos locos canadienses. Proseguirán con “The Unknown Knows” y su martilleante ritmillo, logrando una vez más el entusiasmo entre los aficionados que poblaban la Santana.

Voivod (Foto: Unai Endemaño)

Una vez hubieron despegado, Voivod comenzarían a presentarnos como se merece su último Synchro Anarchy, primero con su tema titulo y acto seguido con “Holographic Thinking” y “Planet Eaters”. En esta fase de la actuación, los aires Thrash de antaño se esfumarían, pero quedarían sobre la mesa muchas de las estructuras que los propios Opeth han ido usando a lo largo de los años y que han influenciado a generaciones enteras. La particular manera que siempre han tenido estos canadienses de componer, mezclando estilos con naturalidad aplastante sin dejar nunca de sorprender, debería ser estudiada en las escuelas.

Voivod (Foto: Unai Endemaño)

Tendrían tiempo de volver a pegar un giro de guion con “The Prow sonando fresco y liviano, al tiempo que recuperaban uno de los grandes cortes que grabaron en los noventa. “Fix My Heart” puede que no fuese de esta manera la opción más evidente, pero sería con la que tomarían el camino de salida, no sin antes despedirse por todo lo alto con su particular versión de Pink Floyd, esa que grabaron para el Nothingface y rendía homenaje eterno a otro loco maravilloso.

Excelencia a la carta

No tardarían demasiado los Opeth en subirse sobre las tablas de la sala Santana 27, con parsimonia y tranquilidad como quien entra en el salón de su casa para tumbarse en el sofá. No cabe duda de que la pompa nunca les ha hecho falta para convertirse en la punta de lanza del progresivo mundial y es que con temazos del calibre de “Ghost Of Perdition”, cualquier artificio resulta innecesario. Con este monumento hecho canción, sería con el que daría comienzo uno de los mejores recitales que uno puede ver hoy en día sobre un escenario.

Opeth (Foto: Unai Endemaño)

Desgranando uno tras otro, temas escogidos a la carta por los fans entre miles de votaciones, los de Mikael Åkerfeldt irían componiendo un repertorio de ensueño al que pocas pegas podría ponerle espectador alguno. Clásicos de sus primeros tiempos como “Demon Of The Fall” o “Under The Weeping Moon” serían trenzados de manera impoluta, dejando que entre ellos fluyese esa virguería psicodélica que lleva por nombre “Eternal Rains Will Come”.

Opeth (Foto: Unai Endemaño)

Mencionar la aplastante superioridad técnica que ostenta cada uno de los músicos que compone Opeth, se antoja absurdo. El dominio que todos tienen de su instrumento es tan demoledoramente fino, que resulta exagerado a pesar de las muchas veces que se les haya podido ver en directo. Desde los veteranos que llevan toda la vida en la banda, hasta el recién incorporado Waltteri Vayrynen que demostró ser una autentica bestia detrás de su batería, sin nada que envidiar a monstruos como Axenrot o Martin Lopez.

Opeth (Foto: Unai Endemaño)

Con los ánimos verdaderamente encendidos, llegaría el momento de bajar las revoluciones a la velada, y dejarnos acariciar por dos de los cortes más celebres de la carrera de estos suecos. Posiblemente dos de los que más puertas les abrieron cuando aún eran considerados una banda de death metal progresivo. De esta manera “Windowpane” primero y “Harvest” después, nos mecerian entre preciosas melodías y nos recordarían la pasmosa versatilidad que siempre ha ostentado esta gente.

Opeth (Foto: Unai Endemaño)

Emocionados por lo que acabábamos de vivir, tocaría el turno para el tema estrella de la banda, ese que ha sido votado en primer lugar y que la gran mayoría de fans considera la piedra angular de todo lo que significa Opeth. “Black Rose Immortal” de esta manera caería sobre nosotros con sus más de veinte minutos de giros y recovecos apasionantes. Veinte minutos de grandiosidad musical en los que seriamos testigos en directo, de una obra de arte absoluta.

Opeth (Foto: Unai Endemaño)

Las ovaciones no dejarían de sucederse ni un momento, y “Burden” aparecería para recordarnos el disco que hizo de puente entre la antigua época de Opeth y la nueva. En cualquier caso, antes de que tocase zambullirse en los recientes cortes de los suecos, Åkerfeldt tendría la ocurrencia de preguntar a la audiencia si querían “more”, repitiéndolo varias veces hasta que presentó la genial e intrincada “The Moor” aprovechando el juego de palabras.

Opeth (Foto: Unai Endemaño)

El genial sueco que anteriormente se había presentado a si mismo entre risas, como el diablo, dio el pistoletazo a la última fase del concierto, en la que se notaria una cohesión aun mayor si cabe, con un Fredrik Akesson más participativo y tomando mucho protagonismo en el apartado vocal. Esta fase arrancaría con las virguerías de “The Devil’s Orchard”, proseguiría con los espectaculares coros de “Allting Tar Slut” y sería rematada por uno de los mejores temas de los últimos Opeth.

Opeth (Foto: Unai Endemaño)

“Sorceress” demostraría con pasmosa facilidad, como esta banda tiene pocos rivales que puedan medirse en igualdad de condiciones. Pocos que puedan resultar tan convincentes y precisos en lo que hacen y consigan rematar un bolo de dos horas, con la autoridad que lo hacen los Opeth.

A pesar de haber sido un setlist escogido por los fans, todo el mundo sabe que los conciertos de estos suecos siempre terminan con el mismo tema. Es una costumbre que viene durando ya veinte años, y que Åkerfeldt no iba a cambiar ahora. Por tanto, y tras dar las gracias a todos los que habíamos acudido a la Santana, nos regalarían un “Deliverance” de manual, con todos sus ritmos entrecortados para dejarnos ir con una sonrisa de oreja a oreja.

Texto y fotos: Unai Endemaño

Promotor:Madness Live!

Día:2022-11-24

Sala:Santana 27

Ciudad:Bilbao

Teloneros:Voivod

Puntuación:9