Nanowar y Gigatron arrasan con su metal absurdo
Una de las noches más frikis y desternillantes del año llegaba a la ciduad condal, que recibía a nada más y nada menos que a dos de los mayores referentes del heavy metal paródico: a unos Nanowar que parecen dispuestos a comerse el mundo y a los queridísimos Gigatron, que a estas alturas de la película ya deberían ser considerados un tesoro nacional.
La velada prometía ser algo más que tu concierto estándar de heavy metal, y es que a todos los tejemanejes propios de los conciertos ibas a sumárseles un espectáculo divertido, irreverente y, para que negarlo, absolutamente friki.
Nanowar van cada vez a más
Los primeros en salir sobre las tablas fueron los italianos Nanowar of Steel, que pese a ser los teloneros de la noche, gozaron de algo más de una hora de show y de una buena producción más que decente, pues cada tema era acompañado por los vídeos reproducidos en una pantalla gigante. Hace tiempo que la banda de Pisa abandonó las letras en su lengua materna en pos de abarcar una notoriedad más internacional, lo que sumado a las colaboraciones que han hecho con eminencias tales del power metal como Fabio Lione o Thomas Winkler, parece haberles servido para estar más en boca de todos más que nunca antes en toda su historia.
La cañera “Barbie MILF Princess of the Twilight” fue la encargada de dar el pistoletazo de salida a una banda que desde el primer hasta el último segundo estuvo desinhibida y desatada sobre el escenario, ya fuera interactuando con el público o haciendo el tonto entre ellos. Un punto a favor de los italianos y de su propuesta con dos cantantes es que logran que cada canción tenga su propio atrezzo, y es que cuándo Baffo y Potowotominimak no se están alternando las voces, es para que uno aparezca ataviado con un atuendo, ya sea con una máscara de Cthulhu en “Call of Cthulhu”, un disfraz de lechuza en “Il Caciatore di la Notte” o de Darth Vader sodomita en “Metal (La-La-La-La!)”.
El concierto fluyó como la seda ante un público equitativamente dividido entre seguidores de la banda y fans acérrimos de Gigatron, que han logrado por méritos propios a una de las legiones de fans más fieles y distintivas de toda la escena, y es que si algo comparten sus públicos son las ganas de pasarlo bien y hacer el tonto ejerciendo un arte en vías de extinción como es el tomarse poco en serio las cosas que a uno tanto le gustan.
Hubo tiempo para todo, desde la hilarante balada “And Then I Noticed That She Was a Gargoyle” hasta el guiño paródico a Helloween de “Iron Monger (The Copier of the Seven Keys)”, aunque sin duda el momento álgido y más celebrado del concierto fue esa extravagancia que se convirtió en uno de los temas del verano del año pasado, ese experimento descabellado llamado “Norwegian Reggeaton”, que sirvió para que Charlie de Gigatron se subiera al escenario a interpretar sus partes. Francamente, en todos mis años de asiduo samaritano de conciertos de heavy metal, nunca jamás de los jamases hubiera imaginado que vería a parejitas perreando, pero así fue, y solo por ello ya fue un concierto para el recuerdo.
“Valhalleluja” fue la responsable de pavimentar la recta final del espectáculo, en la que Potowotominimak nos demostró su increíble habilidad para montar muebles del Ikea mientras canta gospel, y un “Campo de Nabos” muy bien recibido por el público español fue la responsable de cerrar el concierto del mismo modo en que se empezó: con el respetable sonriendo de oreja a oreja.
Fue sin duda un concierto atípico, en que se tocó reggaetón y se perreó, se hicieron walls of love y se hablaron hasta tres idiomas sobre el escenario, pero lo que nadie niega es que fue todo un éxito que muy probablemente sirva para que los italianos terminen de arraigar entre los seguidores españoles, siempre muy abiertos al heavy metal cachondo y poco serio.
El fenómeno Gigatron
A estas alturas de la película, ya nadie se sorprende con las pintas, los chistes o las canciones de Gigatron, pero si bien la sorpresa es un elemento que se pierde con la sobrexposición a su música, sus conciertos son toda una experiencia en sí misma, y es algo que todo metalero debería vivir una vez en su vida. Su público probablemente merezca un artículo aparte, pero a grandes rasgos, la mejor forma de definirlos sería señalando que son fáciles de distinguir. Son gente disfrazada, que se sabe hasta la última sílaba de sus canciones y que comenta el concierto con chascarrillos que perfectamente podrían formar parte del contenido lírico de la banda.
Lo que podríamos bautizar como “La Experiencia Gigatron”, es algo que trasciende a la música, y es por ello que sus conciertos son tan únicos y celebrados, aunque lamentablemente escasos y con largas pausas entre sí. Para entender en que consiste, uno solo ha de ver como los primeros versos de “El Barco de Colegas” se mimetizan con un público que no solo cantará, sino que se volcará al 100% con la irreverencia de la banda de todas las formas posibles; ya sea adoptando distintos tonos de voz, haciendo posecitas o imitando los gestos de Charlie Glamour.
El ambiente en Salamandra casi parecía más un patio de colegio que de repente se ha quedado sin profesores que el de tu típica sala de conciertos, o quizás era más bien un manicomio fuera de control, pero fuera como fuere, una vez Gigatron apretó el acelerador, se metió a todo el público en el bolsillo.
Al igual que con Nanowar, se pudo ver de todo, aunque sin duda el foco estaba siempre sobre un Charlie desatado sobre el escenario y que tampoco escatimó en disfraces, como pudo verse en “Aluminati I: El Papiro de Aluminio”, ni en extravagantes tonos de voz en “Macho Cabrío” o en “Cthulhu Piscinas”, en la que, por cierto, reciclaron la máscara de Cthulhu que ya utilizara Nanowar.
El momento álgido del show vino de la mano de los primeros acordes de “Mazinger Metal”, que sirvió para que la banda inflara un gran hinchable del emblemático robot que ya los acompañaría durante el resto del concierto, y que dejó el voltaje por las nubes solo para que “La Tierra del Rock” terminara de hacer estallar la sala por los aires. Una intro épica en tape sirvió para dar entrada a la querida “Apocalipsis Molón”, que en su momento sirvió para anunciar el regreso de la banda, y que a día de hoy sigue siendo de las canciones más queridas y celebradas.
Los últimos coletazos del concierto vinieron precedidos por una colaboración con Nanowar a la hora de interpretar un “Marginado” que logró sonar de una forma única y bastante más cañera, solo para terminar por todo lo alto con la cachonda y queridísima versión de “We Are Not Gonna Take It” en forma de “Heavy Hasta la Muerte” que sirvió para que la banda terminara de desfasarse del todo y que Charlie terminara surfeando por encima del público.
El concierto fue todo cuánto todo el que conozca un mínimo de las bandas podría haber esperado e incluso más, aunque probablemente una audiencia absolutamente desatada fue la gran partícipe de que la velada fuera inolvidable. Es grato ver como dos bandas tan parecidas y capaces de reunir a un público tan afín no solo se van juntas de gira, sino que además colaboran entre sí para hacer de sus conciertos algo irrepetible. Ignoro lo que deparará el futuro, pero sin duda esta cita doble en Salamandra ha sido uno de los momentos álgidos del rock más absurdo y friki, puede que incluso uno de los mejores en lo que llevamos de año, pero de lo que no hay duda es que sin duda ha sido el que más sonrisas ha logrado arrancar.
Texto: Marc Fernández | Fotos: Pol Mascaró
Promotor:Festival Fosa de Frikis
Día:2020-02-28
Hora:20:00
Sala:Salamandra
Ciudad:Barcelona
Puntuación:9
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