Kadavar embruja Barcelona
Durante unas horas Razzmataz 2 experimentó una suerte de paradoja temporal que la trasladó a otra era, a esos años dorados para el rock y lo que sería el metal conocido como los '70, una era muy apegada aún a ese movimiento hippie de la psicodelia y las experiencias extrasensoriales, pero que comenzaba a torcer hacia derroteros más oscuros de la mano de riffs diabólicos y letras ocultistas. Desde hace unos años está habiendo una resurrección de este llamado stoner rock, y los alemanes Kadavar nos demostraron porqué son uno de los principales portaestandartes.
La marcha de Hällas calentó la velada
Con una propuesta muy arraigada en el rock setentero del resto de las bandas de la noche, pero con unos arreglos algo más modernos de la mano de unos teclados muy cumplidores, los germanos insuflaron vida en una sala a medio llenar. Liderados por un Tommy Alexandersson que apareció ataviado con una capa y una pintura que suscitaría envidias entre el mismísimo King Diamond, Hällas descargaron un rock luminoso y suave que hizo sonreír sorprendido a más de un asistente madrugador. La carrera de este quinteto es aún corta, pero desde luego parece prometedora, y temas como “Astral Seer” o “Star Rider” tuvieron muy buena acogida entre un público que de buen seguro le pegó un repaso a su Spotify de camino a casa.
¿Quién necesita drogas si tienes a Mars Red Sky?
Los siguientes en salir al escenario fueron los galos de Mars Red Sky (MRS de ahora en adelante), que afrontaban su actuación con un set poco ortodoxo en que los tres miembros formaban estáticamente lo más adelante posible del escenario, ocupando la batería un lugar tan prominente como cualquier otro instrumento (formación que también adoptaría Kadavar, por cierto).
Está claro que MRS no son Airbourne, no van a ponerse a dar saltos y a correr por el escenario, pero la distribución sirvió para hacer hincapié en el elemento ambiental de la banda. No son rockstars, sino facilitadores de una experiencia extra sensorial en que la música es la verdadera protagonista, no sus cabriolas. Contaron con un sonido quizás algo ensordecedor en los bajos, pero que ayudó tanto a tematizar su show como su embriagador juego de luces.
Es un chascarrillo habitual decir que es absurdo señalar una banda de los ’70 como stoner rock, porqué, al fin y al cabo, el consumo de hierba entre los músicos de rock es y era tan habitual como las melenas de sus cabezas. Sin embargo, MRS elevaron el concepto de stoner rock hasta límites insospechados. Durante su concierto, el que estuviera en los luminosos caminos de un «viaje», seguramente encontrara en los galos la mejor forma de pintar el paisaje de fondo.
Pese a todo, no todo fueron cosas buenas, y es que esos temas que funcionan tan bien para hacer ambiente, son difíciles de llevar al directo, y el público se enfrió. Así mismo, en ciertos puntos se notó novata a la banda, que tuvo dificultades para hablar inglés y para mantener una conexión con la audiencia. Sin embargo, nada de eso desmejoró su show, y hasta cierto punto su desempeño va de la mano del tipo de música que ejecutan, por lo que más allá de estas observaciones, temas como “Strong Reflection” O “The Light Beyond” cuajaron de maravilla con público impaciente por el plato principal.
Kadavar demuestra que está en su mejor momento
El stoner rock tuvo una época dorada en unos años en los que los padres de muchos de los que están leyendo estas palabras aún no habían llegado a la pubertad, y es que realmente han sido muchos los que han querido ver a bandas como Blue Cherry o Black Sabbath en su primicia, cuándo podían descargar esos riffs llegados de otra dimensión en un directo capaz de hacerte viajar por las estrellas.
Afortunadamente, de la mano de esta camada de “redescubridores” de los 70, ha aparecido este nuevo movimiento liderado por bandas como Graveyard o Stoned Jesus, pero son directos como el desplegado por Kadavar en la sala Razzmatazz 2 los que dan verdadero testimonio de lo arrollador que es este sonido en un concierto. Las raíces retro de la banda van más allá de los riffs, de la distorsión o de las pintas, y es que se arraiga a otra filosofía musical, a la de una era en la que, si querías sonar de un modo, tenías que se capaz de reproducir el sonido con los medios de los que dispones en el directo. ¿Qué quiere decir esto? Nada de coros pregrabados, de instrumentos pasados por la P.A. ni demás recursos modernos y capaces de ejecutarse por un técnico de sonido con pericia.
Kadavar salió al escenario sin ninguna intro que los anunciara más allá del súbito apagón de luces, interpretando ellos mismos los misteriosos acordes de “The End” cuándo otras bandas simplemente lo habrían pasado por los altavoces, siguiendo con la oscura e intrincada “The Devil’s Master” y empalmando con una cañera “Evil Forces”. Los temas iban sonando uno tras otro, con la banda centrada en descargar su música sin romper la atmósfera y con su formación de a 3 alzándose en la primera línea del escenario como un muro inquebrantable, presentando un juego de luces tan embriagador, que el público no veía a los músicos, sino a tres entidades metafísicas que iban a llevarlos a su dimensión durante lo que durara el concierto.
El público enloqueció, y en temas como “Into the Wormhole” o “Living in Your Head”, los saltos descabritados pasaron a convertirse en pogos de pleno derecho, algo muy poco corriente en conciertos de este género. Kadavar adoptó la estrategia de las bandas más atmosféricas, como Tool o los mismos MRS que les precedieran, consistente en jugar con las luces y en enlazar los temas sin interactuar apenas con el público para darle a su show este toque de viaje extrasensorial que transmite su música, y la jugada les salió muy bien.
Temas como “Black Sun” o “Demons In My Mind” no son himnos cuyos estribillos se deban gritar en los conciertos, y aunque se coreó el riff de “The Old Man”, la música del trío germano llega a través de su aura y se manifiesta de forma individualizada, como una senda de autodescubrimiento. La excepción a esta regla fue una queridísima y cantada hasta la saciedad “Die Baby Die”, momento en que la banda si que se permitió el lujo de dejar participar a la audiencia, pero pronto la oscuridad de “Long Forgotten Song” nos devolvió a la dimensión Kadavar, en la que ellos manejan los entresijos de la realidad a su antojo.
Sin duda uno de los puntos álgidos de la noche vino con la intro de “Children of the Night”, en la que Tiger, Dragon y Lupus hicieron un despliegue de medios a base de abandonar sus instrumentos en pos de un mellotrón, un sintetizador y un pedal de distorsión, mostrando una capacidad de generar sonido con pocos integrantes que solo se ha visto en los mismísimos Rush. Finalmente, “All Our Thoughts” y “Come Back Life” supieron mantener el hilo iniciado por el crescendo previo a los bises, terminando así por todo lo alto un show que en ningún momento quitó el pie del acelerador.
Kadavar están logrando hacerse un hueco entre ese exclusivo elenco de bandas jóvenes que tienen el privilegio de recibir la antorcha de auténticas leyendas del género, y aunque seguir haciendo buena música es vital, es con directos electrizantes y místicos como el dado en Barcelona que lograran escalar tan alto como se lo propongan.
Texto: Marc Fernández | Fotos: Quim Torres
Promotor:Madness Live!
Día:2019-11-17
Hora:19:00
Sala:Razzmatazz 2
Ciudad:Barcelona
Teloneros:Mars Red Sky, Hällas
Puntuación:9
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