Iron Maiden hacen arder Helsinki con su nueva gira
Nos vamos hasta Helsinki para ver de primera mano como es un show de la nueva y espectacular gira "Legacy of the Beast" de Iron Maiden y, además, comprobar en qué estado de forma se encuentra la banda. Hemos vuelto con más ganas si cabe de ir a verles al Wanda Metropolitano de Madrid el 14 de julio.
Iron Maiden arrancaron el pasado sábado 26 de mayo su gira mundial “Legacy of the Beast”, el nuevo tour de grandes éxitos con el que siguen manteniendo la fórmula de los últimos quince años, donde las giras de promoción de nuevos discos se combinan con giras de ‘legado’ con las que contentar tanto a los fans más exigentes así como las propias necesidades creativas de la banda. Un tour que llegará a España el próximo 14 de julio en una fecha exclusiva en el estadio Wanda Metropolitano, donde se espera que la banda haga un sold-out contra todo pronóstico y se coronen finalmente como banda de estadios en un país, España, donde tradicionalmente Iron Maiden siempre ha sido una banda muy querida.
Después de los ensayos generales y el arranque de gira en Tallin, Estonia, la banda se movió muy cerca, a Helsinki, donde continúa el tour con dos noches seguidas actuando en el Hartwall Arena de la capital finesa. Dos noches en un recinto con capacidad para 12.000 personas donde Iron Maiden terminarían de entrar en calor con el repertorio de su nueva gira y que supone el inicio de su periplo por los países nórdicos donde tanta gente suelen congregar en sus conciertos.
El legado de Iron Maiden en Helsinki
Desde primera hora de la tarde, cientos de fans rodeaban el Hartwall Arena, donde todos los grandes grupos actúan a su paso por Finlandia. Desde Kiss a Nightwish, todos han actuado aquí. Iron Maiden han despertado pasión en el centro de la ciudad, donde un nutrido grupo de fans se encontraba apostado frente al hotel St. George, donde la banda se está alojando en estos días. Pese a ser un día laborable -y el peor de todos los días laborables- el ambiente alrededor del recinto era eléctrico, el de las grandes ocasiones -especialmente después de ser revelado el impecable repertorio que la banda va a interpretar a lo largo de toda la gira y donde se recuperan piezas largamente olvidadas como “Flight of Icarus”, “Sign of the Cross”, “Revelations” y “Where Eagles Dare”.
Killswitch Engage, la banda más genérica del mundo
Ser el telonero de Iron Maiden es probablemente uno de los peores trabajos para cualquier artista de metal. Da igual quien seas: el público te va a odiar, profundamente. Nadie quiere ver a ninguna otra banda excepto a Iron Maiden. Podrían ser Led Zeppelin reunidos. Da igual. Solo importan Bruce, Steve, Dave, Adrian, Janic y Nicko. Y Eddie, evidentemente.
Puntualmente, a las 19:30, salieron a escena los americanos Killswitch Engage, que desentonan teloneando a Iron Maiden como lo haría cualquier otra banda. El público les escucha con paciencia, se implica lo justo y cuando el vocalista Jesse Leach dice “hey, sabemos que solo queréis ver a Iron Maiden pero ahora estamos nosotros en el escenario y es nuestro momento” el público aplaude dándole la razón y esperando que aquello termine pronto. No son precisamente una mala banda en directo pero en la inmensidad de una gran arena ante una cantidad de público aún reducida que les ignora educadamente, chirrían.
Salieron a escena con unas ganas y entrega infinitas. “Embrace the Journey…Upraised” fue el primer tema y desde el mismo principio, Adam Dukewictz estaba absolutamente a tope. Su energía era infecciosa pero el público, como decíamos estaba a otras cosas. Aguantaron con estoicidad sus 45 minutos de concierto y tras una versión de “Holy Diver” de Dio, se fueron por donde habían venido. El set, solvente, no enganchó al público que si ya estaba dentro del recinto era por pillar sitio para la banda principal.
Iron Maiden, majestuosos
Posiblemente no hay un escenario más bien aprovechado que el de Iron Maiden. Con sus pasarelas y sus telones, si de algo se puede acusar a la banda británica es de inamovible. Cuando todo sus congéneres caen víctimas de las pantallas gigantescas de video copando el escenario y convirtiendo todos los conciertos en calcos escénicos unos de otros, Maiden se mantiene firme en su uso de una escenografía particular que, si bien se resiste a evolucionar, al final destaca precisamente por eso, por su teatralidad en detrimento de la experiencia de ver un DVD a lo grande con música en directo de fondo, que es lo que se lleva ahora (y desde hace diez años, en general). Lo cierto es que, con “Legacy of the Beast” como trasfondo, la banda está aprovechando para aumentar su producción escénica y generar nuevos momentos ‘visibles’ para un público que, en el caso de Iron Maiden, se resiste a envejecer y necesita estímulos con los que mantenerse atento al show.
Así pues, tras un “Doctor Doctor” que presagiaba un inicio inmediato del concierto, las luces del Hartwall Arena se apagaron y una breve intro dio paso al necesario “Churchill’s Speech” a través de la PA. En el escenario, un gigantesco inflable de un Spitfire, completo con helice delantera, se colocaba en su sitio. La banda estaba a escasos segundos de salir en tromba y, con el estallido de “Aces High”, lo hicieron. Diez, quince segundos y Bruce Dickinson aparece de un salto en el frontal del escenario. A partir de ahí no dejó de moverse en las siguientes dos horas. Si de algo no se puede acusar al bueno de Bruce es de ser estático y estar poco motivado sobre el escenario. En consonancia con la teatralidad antes mencionada, lo del vocalista en esta gira está un nivel por encima de cualquier cosa que hayamos visto antes. Su interpretación vocal y teatral en cada una de las canciones del repertorio es digna de admirar.
La primera sorpresa de la noche llegaría de la mano de un “Where Eagles Dare” que no sonaba desde hace trece años. El tema, con el que la banda abría sus shows en 1983, suena como si no hubiese pasado el tiempo. Nicko McBrain a sus nada despreciables 65 años le saca un jugo tremendo, demostrando que su groove y técnica con el bombo siguen siendo tan exquisitas como siempre.
Pronto en el set, pero siempre bienvenida, la siguiente en sonar es “Two Minutes to Midnight”. Otro recuerdo a “Powerslave” con el que Bruce se vacía considerablemente, esta vez vestido con una chaqueta tejana. Los cambios de vestuario del cantante son continuos, leios de esas giras en las que ha acabado con la misma ropa exacta con la que la ha empezado. En el frontal del escenario, Dave Murray y Adrian Smith se turnan el estrellato en los solos, mientras Janick Gers lleva su propia fiesta en la derecha del escenario. Como siempre, Janick va tan a su rollo que uno duda de si su guitarra está enchufada salvo en los momentos puntuales donde tiene un solo asignado. El caso es que, ante la sobriedad escénica de los guitarras clásicos de Maiden, Gers sigue siendo una distracción. De algún modo, tras tantos años, uno ya hace como que no lo ve.
Una de las sorpresas de esta gira es la recuperación de canciones de la era 1995-1998. La primera en sonar es una impecable “The Clansman”, donde el público se vuelca como si “Virtual XI” fuese uno de los discos de cabecera de la banda. No lo es, pero esta canción en concreto ha superado el test del tiempo y el test de los vocalistas: la cante Blaze Bayley o Bruce Dickinson, a nadie le cabe duda de que es una gran canción y uno de los mejores momentos grabados por la banda en los últimos cuarenta años.
Como no podía ser de otro modo, “The Trooper” tenía que sonar. Por primera vez, es también el tema elegido por Eddie para darse su paseo por el escenario y hacer una lucha de espadas muy lograda con Dickinson. El vocalista, a su vez, saca de paseo la bandera finlandesa y la británica desde lo alto de las pasarelas del escenario, lo que desata el griterío popular.
El set prosigue con una gloriosa “Revelations” recordando al no siempre valorado “Piece of Mind” nuevamente. El escenario toma aspecto de iglesia, con grandes cristaleras repletas de Eddies en los telones de fondo y lamparas repletas de velas que bajan para ambientar la canción. La energía del público en canciones tan asentadas como esta (y tan poco comunes en los directos) es infecciosa. Los solos cruzados entre Dave, Adrian y Janick funcionan a la perfección como ya se pudo comprobar en el “Somewhere Back in Time Tour” de 2008, cuando ya recuperaron este viejo clásico.
Dios, la guerra y Iron Maiden
“No me disgusta la idea de un Dios, sino que lo malo es la gente que lo convierte en una religión” explica Bruce al público antes de arrancar la segunda parte del set con “For the Greater Good of God” aprovechando que el escenario ya estaba en modo eclesiástico. Es espectacula ver como el público hace suya una canción de un disco que, en su momento, fue ligeramente despreciado por los fans como “A Matter of Life and Death”, quizá por aquel pequeño detalle que tuvo la banda de meterlo entero con calzador en todos los shows en directo de la gira.
Once años después de aquel tour, el tema suena con energía nueva. Dickinison llega a todos los tonos sin problema aunque la ecualización con tres guitarras y múltiples solos está bastante enmarañada por una simple cuestión de volumen.
Con “The Wickerman” el Hartwall Arena se viene abajo. Dickinson, nuevamente inconmensurable, solo queda eclipsado por un Adrian Smith que arranca un rugido de la multitud cuando ataca el solo del tema, tan intrínsecamente asociado a su estilo como guitarrista.
El escenario se oscurece mientras el público canta “Maiden! Maiden!”. Pronto, los tenebrosos cantos eclesiásticos llenan de mal rollito el Hartwall Arena. El monje Bruce aparece en el centro del escenario, asiendo una cruz hecha de luces y vestido con algo que seguramente no encontró en Zara. Es el momento de “Sign of the Cross” que se desliza de las manos de la banda con majestuosidad. El tema estalla con violencia mientras, en algún lugar, Blaze Bayley, está tocando en algun bar para 70 personas. Aquí, rodeados de la gloria de un recinto lleno, Maiden le hacen una justicia tremenda a la canción maldita del “The X Factor” mientras el escenario es coronado por llamas y explosiones pirotécnicas.
El gran momento de la noche es para la añorada “Flight of Icarus”, que suena como si no hubiesen pasado 32 años desde que la tocaban en directo. Por algún extraño motivo, la banda ha omitido -desacertadamente- este tema en todas sus giras desde 1986. Bruce la canta mejor que en el “World Slavery Tour”, para mas inri. Mientras que en aquel entonces su voz andaba instalada en el quiero y casi no puedo, ahora la entona con cero dificultad y con extrema convicción.
El escenario, coronado por un hinchable gigante de Ícaro, vuelve a ser territorio para que el vocalista haga de las suyas, en esta ocasión cargando con un lanzallamas como el de Eddie en la portada del single del tema. Aunque Iron Maiden están lejos de ser Rammstein en el uso indiscriminado de fuego, en este tema se acercan.
Un fin de show sobre seguro para Iron Maiden
Sin dilación, la banda se lanza a por un “Fear of the dark” que es apuesta segura. La banda lo ejecuta con energía y con el conocimiento de que están tocando uno de sus hits por antonomasia. Los cánticos, la alevosía con la que Bruce canta el tema, los saltos de Harris en las parte más rítmicas del tema…todo ello, mil veces visto, mil veces disfrutado e inamovible.
Ya encarando la recta final del set principal, la banda se lanza a por un “The Number of The Beast” que motiva a los fineses tanto como una botella de vodka en enero. Las llamas, nuevamente, hacen sudar la gota gorda a todos los miembros de la banda.
“Iron Maiden” sirve para cerrar el set principal, con un Eddie hinchable gigantesco apareciendo -no sin dificultad- en el fondo del escenario. Tanta dificultad que los técnicos apagan los grandes dispensadores de llamas que había instalados sobre la pasarela superior del escenario ante el miedo a que el hinchable entre en contacto inesperadamente por su gigantesco tamaño.
En los bises, que apenas se hacen de rogar tres minutos, la banda apuesta por tres hits infaltables en sus shows. “The Evil That Men Do”, la recuperada “Halloweed Be Thy Name” y, para acabar, un infaltable “Run to the Hills”. En el caso de “Halloweed”, Bruce se postra ante unas rejas de una supuesta celda y se las ve, teatralmente hablando, con una soga que le sirve para enfatizar la letra del tema con un extra de interpretación. La entrega del vocalista es soberbia y su teatralización de la letra, también. Tanto que le ves, medio descamisado, sudado y con el pelo chorreando sudor y te preguntas como es posible que este señor tuviese un cáncer hace apenas un par de años y ahora esté en semejante estado físico.
Cierre de show con un imparable “Run to the Hills” que todo el Hartwall Arena corea imbatiblemente. Una noche más para Iron Maiden, pero para Helsinki es la confirmación de que estos tipos están hechos de otra pasta, que pocas bandas pueden estar a su altura en la actualidad. Cuando el 14 de Julio les veamos en el Wanda Metropolitano, ya con dos meses de gira a sus espaldas, el nivel va a ser incluso superior. Si hay una banda de las consideradas clásicas que sigue firmando conciertos intocables después de 40 años de carrera, esos son, sin duda, Iron Maiden.
Promotor:Live Nation
Día:2018-05-28
Hora:19:30
Sala:Hartwall Arena
Ciudad:Helsinki
Teloneros:Killswitch Engage
Puntuación:9
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