Tres horas y media de concierto que podrían haber quedado fácil y más efectivamente en una hora y cuarenta. A veces menos es más y Guns N' Roses no parecen estar por la labor de asumir esa máxima.

Guns N’ Roses actuaron anoche en el Civitas Metropolitano de Madrid ante un público que rondaba las 45.000 personas. Lo hacían dentro de su gira de reunión que ya va por el sexto año de duración y cuya estela no tiene pinta de acabarse a corto plazo. Volverá a España en 2024 casi con toda seguridad.

Guns N’ Roses en Madrid en 2023 (Foto: Sergi Ramos)

No se les puede culpar: a nadie le importa un eventual nuevo disco o nuevo material de Guns N’ Roses salvo a los fans acérrimos. Esos fans, numéricamente, no llenan un estadio. Así es la vida. De modo que, una vez comprendido que el público acude a ver a Guns N’ Roses por un factor puramente nostálgico o completista (“hay que verlos una vez en la vida” y todo ese rollo que ha hecho muy rica a mucha gente), la banda le da a su público más o menos lo que quiere: nostalgia en vena.

Una vez superados los escollos que impedían una reunión de Axl Rose y Slash (principalmente uno, la ex-esposa de Slash, Perla Hudson), lo demás era fácil. Ha quedado demostrado tras seis años de conciertos donde la formación de la banda se ha mantenido estable y ha funcionado como un reloj mayoritariamente en todos los shows. El público ha recibido, más o menos, lo que quería: los Guns N’ Roses en versión de estadio, tal y como se despidieron con su formación clásica allá por 1993, antes de semi-implosionar.

El exceso

Pero lo que ha llegado a la actualidad es una versión hinchada, excesiva y pomposa de Guns N’ Roses con repertorios que bordean lo obsceno en cuanto a duración y que no favorecen en absoluto al ritmo del concierto. Es como cuando vas al gimnasio y estas tres horas pero apenas haces nada porque miras el movil cinco minutos entre serie y serie.

El concierto de Guns N’ Roses en Madrid fue, lamentablemente, un gran montón de nada salpimentado por unos cuantos hits que la gente adora (“Live and Let Die”, “Don’t Cry”, “Sweet Child o’Mine”, etc) y un montón de paja que está destinada a generar una falsa sensación de gran concierto que no termina de llegar, precisamente, por la irregularidad del set.

Guns N’ Roses en Madrid en 2023 (Foto: Sergi Ramos)

Seamos realistas: Guns N’ Roses tienen tres buenos discos, dos de ellos repletos -también- de paja grandilocuente obra de un Axl Rose totalmente desmedido en su megalomanía. Y si me apuras, un EP. Puedo entender que Pink Floyd llenasen dos horas y media de concierto habiendo editado “The Dark Side of the Moon”, “The Wall”, “Wish You Were Here” y “Animals”, cuatro obras capitales de la historia de la música rock. O Bruce Springsteen, con su denso cancionero. Pero Guns N’ Roses, lamentablemente, no juegan en esa liga. Quizá en el cerebro de Axl Rose. También en su cerebro “Chinese Democracy” era “The Wall” probablemente.

Entiendo la complacencia del público de los grandes conciertos en grandes recintos: es una experiencia sensorial excesiva que puede nublar los sentidos. Pero tras ver cuatro conciertos de la “gira de reunión” de Guns N’ Roses – y ahora un quinto- está claro que el show siempre está mal planteado. No es una cuestión de calidad musical (Slash toca como quiere, el baterista Frank Ferrana es un animal, Duff McKagan sustenta el show como si fuese una presa hidráulica) sino de irregularidad, gestión de los estímulos, altos y bajos. Y, sobretodo, de incapacidad de Axl Rose para entender que su voz no es soportable durante tres horas y media en el año 2023.

Es como si, tras tocar en recintos de menor aforo en los años de formaciones Frankenstein de la banda, se haya querido construir un “gran show de estadio” que sustente la altura y dimensión de la marca Guns N’ Roses para poder justificar un mayor poder de convocatoria. No hacía falta: la gente viene por el nombre y, si le das un show de 100 minutos redondo de principio a fin, se va a ir contenta. Nadie hace la división entre el precio de su entrada y las canciones tocadas. Lo cual honra a Axl Rose pero, a la vez, le penaliza. Megalomanía por encima de sentido práctico.

Puntuales pero cansinos

Una de las cosas buenas de Guns N’ Roses desde su reunión es la extrema puntualidad con la que casi siempre salen a tocar. Apenas eran las 21:33 cuando el grupo salió a escena con “It’s so Easy”. A lo largo del primer tramo del show intercalaron una razonable cantidad de rarezas que diversificaban el repertorio respecto al de anteriores ocasiones como “Bad Obsession”, recuperada de aquel primer volumen de “Use Your Illusion”.

Guns N’ Roses (Foto: Óscar Gil)

El primer tramo del show fue animado: “Chinese Democracy” quedó como un digno recuerdo de la época en solitario de Axl Rose. Para compensarlo, también hubo un recuerdo a la época “en solitario” de Duff McKagan y Slash con un imponente “Slither” de Velvet Revolver. El show estalló definitivamente con “Welcome to the Jungle” que, como cualquier llamada a “Appetite for Destruction”, justificó el precio de la entrada para todos los presentes.

El grupo optó por más rarezas como “Pretty Tied Up”, que no sonaba desde 1992 hasta ésta gira. También recuperaron un “Double Talkin’ Jive” que ha ido sonando intermitentemente desde la reunión y que recuerda al Axl más vitriólico contra la prensa escrita. Las nuevas-pero-recuperadas “Hard Skool” y “Absurd” pasaron algo desapercibidas, compensadas por un mayestático “Live and Let Die” y un “Wichita Linemann” de Jimmy Webb que se ha instalado como fija en los shows. Los Guns más abrasivos volvieron con “You Could be Mine”, pero a partir de ese momento el show comenzó a trastablillar un poco.

Guns N’ Roses (Foto: Sergi Ramos)

Por un lado, las versiones (que si “Down on the Farm” de los UK Subs, que si “TV Eye” de los Stooges con Duff a la voz, que si el clásico “Knockin’ On Heaven’s Door” alargado a diez minutos de reloj), por otro lado eternos solos como el de “Rocket Queen” en el contexto de un estadio que suena como una cimentera, por otro lado los guiños a la época de la que nadie quiere oir hablar (“This I Love”, “There Was a Time”), por otro lado las baladas que movilizan el recuerdo nostálgico y amansan a las fieras (“Don’t Cry”, “Patience”, mismamente), por otro lado el enésimo solo de guitarra de Slash precediendo el megahit “Sweet Child o’ Mine”, intuido más que escuchado debido al terrible sonido.

Valieron la pena las rarezas: salieron a relucir “Shadow of your Love”, aquel viejo tema de 1987 que vio la luz en 2018, o “Locomotive”, que apenas sonó unas pocas veces en directo en 2019 y en la gira de los “Illusion”. Todo esto que acabo de mencionar, intercalado con lo que a la gente en el fondo le importaba de ese tramo: “Civil War”, “Sweet Child O’ Mine”, “November Rain” y “Nightrain”. Lo demás -aunque se agradecería si sonase bien o en una gira de pequeños recintos para acérrimos – fue un montón de porexpán rellenando un set que, de otro modo, sería excelso. Debo decir que, cuando sonó “Nightrain” – o intuí que sonó “Nightrain”- respiré aliviado.

Algo bueno

El bis contó con “Yesterdays”, con un guiño al “People Get Ready” de los Impressions al principio y, finalmente “Patience” y un revolucionado “Paradise City” que, sin pirotecnia pero con mucha energía expedida en los últimos tres minutos, se fue como un cohete. Para el recuerdo, la imagen de Slash tumbado panza arriba en el escenario sacando los últimos jugos a su guitarra y llevando el recital al paroxismo más absoluto – si aún cabía esa opción.

No todo es negativo: debo reconocer que a Axl Rose le honra salir a cantar con una voz justa pero jamás pregrabada. Sus constantes devaneos entre el tono alto por el que es reconocido y en el que intenta mantenerse hoy en día (suave, a veces inaudible) y los graves que le son naturales (sobredimensionados, pues pega mucho el micro a la boca en esos casos) son a veces un caos a nivel de sonido, pero como mínimo, son auténticos. No pueden decir lo mismo muchos vocalistas de su misma era.

Hay que tener en cuenta si Guns N’ Roses necesitan demostrar algo a día de hoy. No creo que necesiten conciertos de tres horas y media como los de antaño: de hecho, les son contraproducentes en cuanto a la experiencia general del directo. Quizá cabe replantear qué Guns N’ Roses necesita el momento actual: si la versión inflada actual o si es mejor algo más compacto, que rinda mejor y que perdure más en el tiempo.

Guns N’ Roses no necesitan convencer a nadie de nada, si es que tocan 33 canciones por ese motivo. No es una cuestión de “Patience”, es una cuestión de ser conscientes de que la experiencia general queda perjudicada por la irregularidad del setlist y lo exigente que dicho setlist es sobre el vocalista y líder principal de la banda. A partir de ahí, que quien deba, considere.

Texto y fotos: Sergi Ramos

Promotor:Live Nation

Día:2023-06-09

Sala:Estadio Civitas Metropolitano

Ciudad:Madrid

Teloneros:The Pretenders

Puntuación:5