Ghost: un show espectacular con unas cifras de asistencia estancadas
Hace apenas tres meses no habría dado mucha credibilidad al hecho de que un concierto de Ghost en modo arena se fuese a celebrar en España en 2022. El goteo de cancelaciones derivadas de los retos logísticos dela covid-19 y de, como el propio Tobias Forge me confesó, la avaricia de los grupos que no quieren girar sin ganar lo mismo que ganaban antes, ponía en duda que se diese la situación sanitaria y económica necesaria como para sacar adelante una gira así.
Pero me equivocaba. La gira de Ghost ha sido el primer tour de arenas de un grupo de heavy metal que sale adelante en Europa a este nivel, junto quizá con el de Dream Theater o aquel arriesgado experimento que supuso traer a Bryan Adams en plena expansión de la variante omicrón. Y de algún modo es casi poético: Ghost fue una de las últimas grandes giras de pabellón que vimos antes de que todo se cerrase a cal y canto durante un par de años.
Un éxito con reservas
No ha sido, de todos modos, el éxito mayúsculo que se esperaba. Con unos números de asistencia muy similares a los de la anterior ocasión aunque en recintos mayores y con una producción mucho mayor en exigencias y coste, se podría decir que el tour de Ghost ha sido una píldora difícil de tragar. Alrededor de 4.000 personas se dieron cita en el Palau Olímpic de Badalona en la noche del sábado 7 de mayo para ir a misa, para congregarse ante su Papa. El recinto, que acoge hasta casi 10.000 personas, ha sido usado en décadas pasadas por Rammstein, Muse o Guns N’ Roses. Pero la tónica europea de crecimiento para la banda sueca no ha sido replicada en nuestro país: aquí parecen haberse estancado, aunque el nuevo disco, ‘Impera’, ha sido número uno en las listas oficiales de ventas de nuestro país.
Quizá es un efecto más del verdadero “covid persistente”: el miedo irracional de muchas personas a volver a congregarse, nunca mejor dicho, en grandes masas en espacios cerrados. Forge, conocedor de la problemática, hizo mención a ello en los últimos compases del concierto: “para aquellos que os ha costado un esfuerzo extra venir aquí y volver a estar con tanta gente, gracias”, pidió el músico. Apenas unos días atrás, en otro concierto en una sala de Barcelona, más del 30% del público con entrada comprada decidió no asistir al evento.
Quienes no vinieron se perdieron un paso más en el ascenso -quizá con paradas para descansar- de Ghost en todo el mundo. El show de Ghost se ha convertido en un calco del espectáculo de cualquier gran banda de arenas que ha conquistado el mundo en las últimas décadas: todos los hits aderezados con una serie de tics escénicos que se mantienen gira tras gira y son esperados y celebrados por el público. Esto no es otro grupo con presupuesto que decide lanzar cuatro explosiones y siete llamaradas: la conceptualización del show escénico de Ghost respeta los tempos y maneras de los grandes; todo sucede en el mismo lugar, gira tras gira, con la misma canción.
Esa constancia es la que Forge ha mamado como estudioso de los grandes del rock que ahora replica con maestría. Y, hasta cierto punto, es algo que echábamos de menos: no porque un grupo tenga dinero para explosiones significa que estas deban estar ahí. En innumerables conciertos parece que el técnico de pirotecnia está lanzando llamaradas por lanzar. O que están detonando explosiones porque sobraba pólvora. No en un concierto de Ghost: aquí todo tiene un porqué y está perfectamente medido.
Una banda extensa
Al borde de las 21:00h, tras el acompañamiento discreto de Twin Temple y Uncle Acid And The Deadbeats, con los primeros elaborando un directo en el que el rockabilly hizo de banda sonora del acting de sus dos protagonistas en la pasarela y los segundos con mezclas de estilos que hacían de cada canción un panorama distinto, el telón de Ghost cayó en los primeros compases de la veloz “Kaisarion”. Y allí que apareció el bueno de Papa Emeritus IV, corriendo micrófono en mano, con ese ademán que mezcla lo ridículo con el total dominio del espacio escénico a partes casi iguales. No cabe duda de que si un tema debía abrir los conciertos de la gira era este, aunque quizá le falta el punch que tenía el riff de “Rats”, que sonó inmediatamente después.
Sobre el escenario, la creciente familia de Nameless Ghouls se repartían las tareas como si aquello fuese la banda aumentada de la gira “Use For Illusion” de Guns N’ Roses: coristas, teclistas, multi-instrumentistas de apoyo y demás ayudaban a interpretar los elementos cada vez más complejos de la música de Ghost sin tener que usar pistas de apoyo. Un gesto que dice mucho de la apuesta de Forge por un proyecto musicalmente íntegro que sitúa a los instrumentistas en el centro: nada de lo que son Ghost es solo un gimmick o una imagen.
El set fue un compendio de todo lo que han ofrecido Ghost hasta la fecha: desde el occult-rock en technicolor de “From The Pinnacle To The Pit” al rock sesentero de “Mary On A Cross”, junto con el pesado riffing de “Cirice” -que sonó como una apisonadora- o el comercialismo de “Hunter’s Moon”. Y todo esto antes de llegar a la mitad del concierto.
Lo que sí era patente era la dificultad que esa noche parecía tener Forge para conectar con el público. Más allá de su personaje errático, parecía estar faltando una cierta conexión con el público -algo a lo que contribuía el aspecto medio vacío de la pista del recinto donde, pese a las entradas agotadas de esa zona, no parecía que hubiese mucho ambiente. En más de una ocasión Forge hizo ademán de querer levantar a un público que, quien sabe si por desubicado tras dos años de pandemia o por dificultad para captar algunas crípticas bromas del Papa Emeritus IV, no reaccionaba como se esperaba -ni lo hizo hasta bien entrado el concierto-.
Los temas de ‘Prequelle’ siguen ganando muchos enteros en directo, especialmente por el poder de los graves frente a la producción algo light de aquel trabajo. Así pues, “Faith” sonó a gloria divina, seguida del símil de Toto “Spillways”, una de las obras maestras de su nuevo disco ‘Impera’ y “una auténtica hija de puta a la hora de cantarla”, según Papa Emeritus.
Llegó el momento de volver a los orígenes con “Ritual” -celebradísima por el público- y un “Call Me Little Sunshine” que el respetable también celebró como si de un viejo clásico se tratase -lo que demuestra el poder que un single o un buen placement en listas de Spotify tienen todavía a día de hoy-. El himno satánico “Year Zero”, ya entrados en el tramo final del show, levantó a quienes aún estaban dubitativos. Y si no lo consiguió el estribillo lo consiguieron las lenguas de fuego que emergieron del escenario y que nos recordaron que estábamos en un concierto de rock de los de toda la vida y que la ocasión merecía la pena.
Un tramo final de hits imbatible
“He Is” fue uno de los momentos álgidos del show, coreada por todo el personal, ahora ya sí metido en el concierto tal y como debería haber sucedido desde el principio. La balada sonó a gloria mientras un mar de luces de móvil iluminaba el recinto. Y, aunque en un principio no parecía incluida en los sets de la gira, la banda recuperó la instrumental “Miasma”, muy querida por el público. Con ella, también, el esperado momento en que Papa Nihil es devuelto a la vida ante el público para ejecutar el celebérrimo solo de saxo. Un momento totalmente heredado de Alice Cooper y su guillotina que sigue funcionando a la perfección.
Para despedir, Papa Emeritus nos ofreció la posibilidad de escuchar otro tema suave o un tema muy heavy. La decisión del público fue evidente: era el momento de la malévola “Mummy Dust”, otra de las joyas de aquel ya lejano “Meliora” que la banda aderezó con la primera tormenta de confetti. Me sorprendió, no obstante, que escogiesen acabar el set principal con “Kiss The Go-Goat” – un tema menor de un EP como “Seven Inches of Satanic Panic” que la gente cantó como si fuese el cumpleaños feliz. No era consciente, ciertamente, de lo grande que se ha hecho esta canción en el set de Ghost.
En lugar de hacer el clásico nos-vamos-pero-volvemos, Forge se quedó solo en el escenario haciendo un largo discurso de agradecimiento antes de ejecutar unos bises perfectamente medidos donde “Enter Sandman” de Metallica puso en pie de guerra a todo el recinto. El himno “Dance Macabre”, ya con Forge embutido en su chaqueta brillante y el confeti cayendo mientras las luces multicolor bailaban por todo el recinto, nos recordó que esto es una fiesta, aunque ya nos hayamos olvidado de lo que era eso.
Tras un final sostenido buscando el éxtasis final del público, la banda dio paso al hit final, un “Square Hammer” como la copa de un pino que terminó con tormenta de pirotecnia y un grupo que, finalmente, había conseguido levantar al público tras las dudas iniciales. “Es sábado por la noche, Barcelona”, les dijo Forge. “Tenéis cosas que hacer. Y nosotros también”.
Y con el mítico “Sorrow in the Wind” sonando por la PA mientras el grupo se despedía, recogía senyeras catalanas y repartía púas y baquetas, nos despedimos de la primera gran fiesta del rock de la temporada. Y con la última nota, sin margen de error, un enorme telón negro cayó sobre el escenario.
Prueba superada, aunque la renqueante asistencia pone a Ghost en esa posición similar a la de muchas otras bandas que tocan en grandes recintos por todo el mundo menos en España. ¿Cuestión de educación musical? ¿Falta de masa crítica de fans? ¿Exceso de festivales? ¿Paranoia post-covid? En la próxima gira, probablemente, lo sabremos. Y aunque faltó la electricidad de la última visita en cuanto a la interacción banda-público, no todas las noches son iguales. Aún con todo, fue un show espectacular.
Texto y fotos: Sergi Ramos
Promotor:Madness Live!
Día:2022-05-07
Hora:19:00
Sala:Palau Olìmpic
Ciudad:Badalona, Barcelona
Teloneros:Uncle Acid & The Deadbeats, Twin Temple
Puntuación:8
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