Tras un año y medio desde el lanzamiento de 'Prequelle', Ghost finalmente llegaron a España para realizar su show completo en recintos cerrados. Ya habían pasado por el Resurrection Fest y habían acompañado a Metallica en su gira de estadios pero, ciertamente, nada es comparable a ver a Ghost con su propio show en un recinto de cuatro o cinco mil personas de capacidad.

Curiosamente, en Barcelona, la actuación de la banda liderada por el Cardinal Copia coincidió con el show de la superestrella Rosalía en el Palau Sant Jordi. Mientras la banda de arena rock metía unas nada despreciables 3500 personas en Barcelona (el doble que la última vez), la nueva esperanza del mainstream encajaba a 17.000 en la sala grande del complejo olímpico.

Habiendo visto el show de Rosalía el día anterior, ya que hizo un asombroso doblete con entradas agotadas, me reafirmo mucho más en que Ghost es una banda de las que ya no quedan. Un concepto musical y escénico madurado, bien marinado con experiencia, folclore rockero y múltiples tics e influencias de los últimos cuarenta años. A su lado, el superproducto Rosalía, insuflado con millones de euros de presupuesto, no puede competir. El show de Rosalía carecía de sentido del espectáculo, de fluidez escénica y de estructura.

Ghost (Foto: Sergi Ramos)

Tenía, eso si, dos o tres hits que todo el mundo ha escuchado hasta el hartazgo en distintos medios. Pero es bastante contundente, desde la perspectiva teatral y escénica, que el Cardinal Copia realizase más cambios de vestuario en la sala pequeña que Rosalía en la sala grande. Hijo de Alice Cooper, de Kiss y de los primigenios Motley Crue, el vodevil de Ghost es una formula tan sobradamente probada y exitosa que habría sido sorprendente que no triunfase a la larga.

Es un consenso universal que las canciones de Ghost son buenas, pegadizas, están bien planteadas y cabalgan entre lo bailable y lo satánico con estúpida facilidad. El ‘schtick’ de un Cardinal Copia que va a medio camino entre la megalomanía desatada y un cura pervertido de mediana edad le da un componente único y humorístico al asunto. Ahí queda el rato en el que le hizo entender al público que el próximo tema, un cañero “Mummy Dust”, les iba a ‘zurrar el culo’ y les iba a ‘hacer cosquillas en el perineo’.

La subsiguiente explicación en inglés de lo que era el perieno (“ese trozo de piel que os conecta lo de delante con lo de atrás” según el vocalista) fue uno de los momentos más delirantes de los monólogos escénicos que he podido presenciar en años de conciertos. Deliberadamente ridículo, como cuando el confetti dejó el escenario repleto de papelitos y Copia se giró y dijo ‘Dios, que desastre’ mientras pasaba uno de los Nameless Ghouls con un cartón haciendo aspavientos para limpiar la zona provisionalmente.

Ghost se han convertido en un ente que va más allá del occult rock con tintes doom de sus inicios. El concepto escénico se ha ido perfeccionando a medida que las canciones se han ido prestando más y más a las situaciones de gran recinto. Es difícil no imaginar pirotecnia en “Absolution”, llamas en “Year Zero” o una cuidada y multicolor iluminación discotequera en “Dance Macabre”.

Ghost (Foto: Sergi Ramos)

Pero la mente pensante de Forge sabe que un espectáculo gana fuerza por lo que no haces que por lo que te puedas exceder. La explosión en el momento adecuado realza. La llamarada en el tema adecuado sorprende. El exceso por el exceso es como comerse una tableta de chocolate entera: empalaga. Ahí están Amon Amarth o Sabaton, como exponentes de la escena actual de arenas medianas, usando el fuego y la pirotecnia hasta el hartazgo, en cada tema, en cada estribillo. El exceso por el exceso.

Los teloneros que sobraron

La tarde arrancó con el concierto de unos esperados Tribulation que, para muchos, son el grupo que recoge de algún modo el testigo musical de los primeros Ghost -salvando las distancias en el aspecto de las voces y el encanto pop de las melodías. Si bien Tribulation son menos sabrosos desde una perspectiva comercial, si que saben aunar el ocultismo de su imagen con tenebrosas y sugestivas melodías que también le deben mucho a Alice Cooper y a los grandes del rock más teatral y al metal extremo más primigenio.

En apenas 45 minutos hicieron un set que incluyó los temas más aclamados de “Children of the Night” y el más reciente “Down Below”. Canciones como “Melancholia” o “The Lament” encandilaron al público del Sant Jordi Club, si bien se echó de menos “Lady Death” en el setlist. Convencieron a un público variopinto que no estaba allí para verles a ellos.

Al menos más que los desubicados All Them Witches quienes, pese a su nombre, no pintaban nada en aquel lugar, a aquella hora, con aquellos grupos. Si bien los gustos de Forge son eclécticos (los teloneros de la anterior gira fueron un duo llamado Zombi a medio camino entre el synthwave y el prog), lo cierto es que All Them Witches no captaron en absoluto el interés del público con su mezcla de stoner, metal, hard setentero e ínfulas de blues con olor a garito de mala muerte. La gente se paralizó, las barras hicieron su agosto particular y, si cabe, el público quedo mucho más dispuesto a que llegasen Ghost y borrasen aquello de sus mentes.

Fenómeno fan

Cuando a las nueve de la noche sonó la intro “Ashes” y cayó el telón del escenario, el público estaba más que listo para Ghost. Además de un creciente fenómeno fan alrededor de la banda (multitud de gente disfrazada de Papa, maquillada e incluso con trajes de lo más eclesiástico), lo principalmente curioso es la cantidad de gente joven que sigue a la banda con fervor. A la que llegó el primer estribillo de “Rats” se vio que había muchas ganas de ver a la banda y que el crecimiento no se va a quedar aquí.

Ni un producto tan metido a presión en la radio como los fineses HIM llegó a salir nunca de las salas como Razzmatazz o La Riviera, salvo algún festival. Ni los tan cacareados Volbeat logran aún dar el salto a arenas medianas. Pero ahí están Ghost, con apenas una década de vida, llevando su espectáculo a recintos que van de las 4000 a las 15.000 personas en Europa y Estados Unidos. Algo tienen y algo de lo que hacen conecta con el público que, al final, es soberano y decide con su dinero lo que le merece la pena y lo que no.

Si bien la gira de “Prequelle” ha tenido diferentes planteamientos en sus distintos tramos (desde un set de tres horas en ‘dos actos’ en Estados Unidos en 2018 hasta el show breve de una hora para telonear a Metallica), es el planteamiento actual el que mejor funciona. Un concierto de dos horas casi exactas donde se alternan los temas nuevos con los hits de discos anteriores y distintos momentos ideados para esponjar el show, como el humorístico duelo de guitarras antes de “Cirice” o los distintos momentos de conexión con el público del Cardinal Copia.

Ghost (Foto: Sergi Ramos)

Pero las canciones son tremendas e incluso las más aparentemente anticomerciales logran el fervor del público. Ahí está ese desarrollo instrumental y progresivo llamado “Miasma” cuyas melodías el público corea como si fuese el “The Trooper” de Iron Maiden. El golpe de efecto final, cuando el anciano Papa Nihil aparece sobre el escenario con su saxo para llevarnos de paseo a 1986 (cuando los solos de saxo molaban), fue tan celebrado como si hubiese aparecido Eddie sobre el escenario.

Sin distinción

Los temas más oscuros y antiguos de Ghost fueron celebrados por un público que no decayó en ningún momento. Desde el beat bailable de “Satan Prayer” al surf rock de “Zombie Queen” pasando por el pop con guitarras de “Ritual”, el público cantó cada verso y cada estribillo. Evidentemente fue el tramo final donde los hits comenzaron a caer con la frecuencia de un martillo neumático perforando el suelo. “Year Zero” hizo temblar los cimientos del recinto, mientras que “He Is” logró el perfecto momento balada, con extra de solemnidad en un Cardinal Copia situado en la pasarela más alta del escenario, con pie de micro, ante una de las fingidas vidrieras catedralicias que decoraban la parte posterior del escenario. Tras eso el heavy metal de voces guturales de “Mummy Dust” y un impecable “Kiss the Go-Goat”, coreado por el público como si no se tratase de un nuevo tema que sale en un single de una edición limitada.

El fin de show con los hits “Dance Macabre” y “Square Hammer” trajo el confetti, la lluvia de chispas y el fin de show necesario para un grupo de la altura de Ghost actualmente. El crescendo, el gran momento, el subidón final que te envía de vuelta a tu casa con los ojos como platos y la adrenalina fluyendo. Eso que tan bien hacían las bandas de los 70 y los 80, fuesen Journey, Kiss o Motley Crue. Ghost son la gran banda de una generación ávida de rock de estadios, sea en formato más duro (Parkway Drive) o más pop (Ghost).

Pero la legión de peliazules, fans del Resu o imberbes adolescentes de 16 años con camisetas de Slayer necesitan su banda “grande” y la mayoría de las actuales son frustrantemente humildes en planteamiento y en proyección comercial. De la mitad para atrás, sobretodo, los veteranos del público miraban a Ghost con aprobación: tienen algo. Tienen la esencia, el concepto y las canciones para ser tan grandes como cualquiera de los que hoy en día siguen copando las portadas de las revistas. Nos vemos en el Palau Sant Jordi, en el grande, dentro de tres o cuatro años.

Texto y fotos: Sergi Ramos

Promotor:Rock N Rock

Día:2019-12-08

Hora:18:30

Sala:Sant Jordi Club

Ciudad:Barcelona

Teloneros:All Them Witches y Tribulation

Puntuación:10