Bruce Springsteen: ni la lluvia puede con el Boss en Barcelona
Después de dos meses sin una gota de agua cayendo del cielo, apenas unas horas antes de que el Boss saliese al escenario, el cielo se abría y una tromba de agua anegaba Barcelona.
“Con la falta que estaba haciendo” pensaba “y tiene que ser justo hoy”. Springsteen llevaba siete años exactos sin pisar España y no hace tanto, congregar a 120.000 personas en un estadio a lo largo de dos jornadas era un atentado a la salud pública vetado por los gobiernos y mal visto socialmente. Pero por aquello de la magia del rock and roll, a una hora del show el agua paró de caer y el Estadi Olímpic de Barcelona se sacudió el chaparrón. El show salía adelante y no había nada que temer.
https://www.youtube.com/watch?v=0AEV52McIF0
Mucho se ha escrito en estos días sobre la relación de amor entre Bruce Springsteen y Barcelona. No creo que sea casual que haya decidido iniciar el tour europeo en la ciudad Condal. A Springsteen le une un relación de respeto mutuo con Barcelona desde que en 1981 recalase por primera vez en nuestro país para actuar en el Palau dels Esports de Barcelona en pleno tour de “The River”. Tanto como para traerse como invitados a su primer show del viernes a Barack Obama y su esposa Michelle, así como a Steven Spielberg y su esposa. Un simple gesto del Boss ha hecho más por la imagen de Barcelona en una semana que todas las políticas publicitarias de ayuntamientos, conglomerados turísticos y gobiernos.
La cena de anoche en Barcelona de: Bruce Springsteen, Barack Obama y Steven Spielberg en Amar, el restaurante del chef, Rafa Zafra, en El Palace
Llegaron casi a las 3am a su hotel. Hoy ya están en marcha para visitar lugares emblemáticos de la ciudad condal pic.twitter.com/8VBJit92mA
— Víctor Navarro (@victor_nahe) April 28, 2023
A media tarde, las colas ya daban la vuelta al estadio -justo cuando la lluvia ha irrumpido en el distendido ambiente preconcierto. Con un dispositivo de seguridad propio de los grandes conciertos en la montaña de Montjuic tan insufrible como de costumbre, la gente iba llegando a las inmediaciones del estadio sin tener muy claro si todo seguiría adelante tras el aguacero. Pero poco después de las ocho y media, con el estadio ya lleno hasta los bordes, quedaba claro que aquello no lo iban a parar unos litros de agua por metro cuadrado.
El Boss empieza su show
A las 20:55h tomó el escenario Springsteen ante un estallido de júbilo y la familiar complicidad del público de Barcelona. Lo hacía con una elección inesperada como fue “My Love Will Not Let You Down”, un tema sacado de aquella caja titulada “Tracks” editada en 1998. Un tema sobrante de “Born In the U.S.A.” que es casi el equivalente a si AC/DC comenzasen un concierto con “Kicked in the Teeth” u “Overdose”.
Es maravilloso ver como el público disfruta del cancionero Springsteeniano en toda su dimensión y sin ceñirse estrictamente a los hits comerciales: algo de lo que el público metalero tendría que tomar nota. Tan solo Metallica se permiten ciertas licencias ‘springsteenianas’ en ese sentido, como están demostrando en su actual gira “No Repeat”. Pese a todo, el setlist no fue tan aventurero como en previas visitas del Boss. El primer tramo de la actuación fue prácticamente calcado al concierto del Viernes, con “No Surrender” poniendo el estadio en pie seguido de concesiones más recientes como “Ghots” y “Letter To you” y visitas a “Darkness at the Edge of Town” como “Prove It All Night” o “The Promised Land”.
Hubo omisiones como “Candy’s Room” o “Human Touch” respecto a la primera noche, pero el Boss lo compensó con la versión del “Trapped” de Jimmy Cliff o un “Johnny 99” que sirvió como única visita al “Nebraska”. Pero si hubo un momento especialmente emocionante en el primer tramo del concierto fue cuando Springsteen hizo un pequeño soliloquio hablando sobre el paso del tiempo y la dimensión que esto toma cuando ves caer a quienes arrancaron su carrera contigo.
Bruce Springsteen habló de su amigo George Theiss, con quien formó parte de su primera banda de quinceañeros, The Castiles. El fallecimiento de Theiss a causa de un cáncer de pulmón llevó al de New Jersey a tomar conciencia de que era el único que quedaba en pie de aquel primer grupo de la juventud. A él le dedicó una sentida interpretación de “The Last Man Standing” que sirvió para mostrar un punto introspectivo tras una expansiva versión de “Mary’s Place” con el estadio patas arriba.
Al borde de las dos horas de concierto, Springsteen arrancó el ascenso hacia algunas de las piezas más reconocidas de su carrera. Lo hizo con un “Because the Night” de Patti Smith, con frenético solo de Nils Lofgren incluído, seguido de gloriosas versiones de “She’s the One”, un “Wrecking Ball” reconvertido en hit de tiempos actuales, la salvación de “The Rising” y un explosivo “Badlands”.
La última vuelta de “Badlands” llevó el estadio al paroxismo absoluto. Por un momento parecía que ni había una guerra en Europa o que la inflación estaba cargándose el poder adquisitivo de las familias. Y ese es el poder verdadero del rock and roll -y de la música por extensión: olvidar todos tus problemas por el espacio de lo que dure el concierto. Es la mejor sesión de psicólogo que el dinero puede comprar: endorfinas en dosis suficientes como para llevarte a un estado de estúpida felicidad que vale cada euro que artistas como Springsteen cobran por sus entradas.
Y como siempre me gusta recordar: a esto le quedan dos suspiros. Con 73 años bajo el brazo, ver shows de tres horas de Bruce Springsteen es un bien escaso que cotiza al alza. Y con un precioso “Thunder Road”, con paseo por las primeras filas incluido, Bruce Springsteen hizo el amago de marcharse del escenario tras dos horas y veinte minutos de concierto. Las primeras dos horas y veinte minutos. Quedaba el bis.
Sin marcharse del escenario -quizá por aquello de desalojar el estadio antes de las doce de la noche, que sino se complica la vuelta a casa de las 60.000 personas que abarrotaban el recinto- Springsteen atacó con garra y la misma energía del minuto uno un épico “Born in the U.S.A.” con todas las luces del estadio encendidas y la gente celebrándolo como si fuesen residentes de New Jersey y comiesen pavo relleno en acción de Gracias.
No era para menos: la segunda vuelta, tras el redoble de Max Weinberg, sonó como si la tocase una banda de hambrientos músicos de veinte años. Y por si fuese poco, no había dejado de sonar una, que empieza la otra: “Born to Run” mantuvo la fiesta en lo más alto. Por el camino, una visita inesperada a “The River” con “Ramrod”, otra pieza que no sonó en la primera noche barcelonesa.
“Glory Days” -esta vez sin Michelle Obama a los coros- ha sido otra masterclass de como dominar un estadio lleno de gente como si se tratase de jugar con un perrito con la mano llena de salchichas. “Does anybody wanna go home?” preguntaba el Boss una y otra vez a gritos. Y una y otra vez el respetable le gritaba que no. Y es que, si algo sabe Springsteen, es dominar una audiencia multitudinaria. Diantres: lleva haciéndolo cincuenta años de su vida.
Con el concierto ya bordeando las tres horas, hacia su aparición otra nostálgica “Bobby Jean”, otro guiño a “Born In The U.S.A.”, del que sonaron en total hasta cinco temas, cuatro de ellos en el mismo bis. Canciones que tienen la propiedad de llevarnos a tiempos que quizá eran mejores o en los que quizá éramos más ignorantes y, por ende, más felices. Y no es que el mundo fuese un lugar fácil en 1984 pero…éramos felices. Y Springsteen nos teletransportó a aquel momento como si fuese su último propósito en la vida. Y con una sonrisa en la cara por su parte y por parte de toda la E Street Band.
Para terminar de coronarse, el Boss se lanzó a por un “Dancing in the Dark” tras el que presentó a la banda y enlazó con un “Tenth Avenue Freeze-Out” con un sentido recuerdo hacia los héroes caídos Danny Federici y Clarence Clemons en las pantallas y ecos de una vida compartida en la carretera. Y tras el éxtasis sentimental y la hipérbole, Springsteen se despide de toda su banda a medida que se van marchando del escenario para quedarse a solas con su público y regalarles “I’ll See You In My Dreams”. Arriba, en una esquina del escenario, una bandera de Estados Unidos había dejado de ondear -atrapada por el viento en alguna estructura-.
El sueño del rock americano de Springsteen había llegado a su fin, pero si hubiese durado dos horas más, nadie se habría movido del estadio. Mientras interpretaba esos últimos acordes del último tema nadie se encaminaba hacia las salidas. Todo el mundo esperaba una más, pero no llegó. Pero era suficiente: tres horas exactas de lección maestra en cómo se hace un gran concierto de rock es mucho más de lo que otros artistas ofrecen -incluso con la mitad de su edad pero difícilmente con el doble de su energía. Springsteen vino, vio y venció. Como no podía haber sido de otro modo.
Texto y fotos: Sergi Ramos
Promotor:Doctor Music Concerts
Día:2023-04-30
Sala:Estadi Olimpic Lluis Companys
Ciudad:Barcelona
Puntuación:9
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.