CHILDREN OF BODOM + ENSIFERUM + MACHINAE SUPREMACY

Hace tiempo que es muy difícil buscar el sitio a una banda como Children of Bodom. Mucho ha llovido desde  el boom que supuso en la escena la salida de aquel lejano Hatebredeer en el año 1999, situándose como una de las bandas más excitantes del planeta en aquel momento junto con los suecos In Flames ( que por aquel entonces se paseaban por los escenarios con un discazo como “Colony” bajo el brazo). La evolución desde entonces ha sido cuanto menos irregular. Lo que prometia ser uno de los fenómenos del nuevo siglo, ha ido poco a poco quedando relegado a una banda más, con una calidad musical incuestionable, pero con una progresión  escasa y quizás mal enfocada.  Sin embargo, y sorprendentemente, en los últimos meses han vuelto a ganar presencia en los medios como hacía tiempo que no recordaba, con portadas de revista incluida, y eso provocó cierta expectación sobre lo que los finlandeses podían ofrecernos en esta visita a la capital.

Con algo menos de media entrada abrían la noche MACHINAE SUPREMACY. Fueron sin duda alguna la gran decepción de la noche, tanto por la escasa carisma de sus miembros como por la calidad de sus composiciones, planas y aburridas, cargadas de sintetizadores kisch que no aportaban absolutamente nada reseñable a unos temas vacios y huecos. Por salvar algo, el sonido no fue del todo malo.

Cuarenta y cinco minutos después salían a escena los que serían a la postre los grandes triunfadores de la jornada. Con una puesta en escena algo más cuidada que sus predecesores, pero limitada por la escasez de espacio del que suelen disponer las bandas teloneras. A pecho descubierto y pintados para la batalla, los finlandeses no tardaron en meterse al público en el bolsillo con su poderosa mezcla de folk y heavy metal con tintes death en ciertos pasajes.  Con un sonido demoledor (sorprendentemente el mejor de toda la velada) y una actitud sobresaliente y muy poderosa, convirtieron La Riviera en un hervidero de pogos, cánticos, puños en alto y gritos de guerra.  A destacar por encima de los demás la actuación de Sami Hinkka, bajista, que resultó ser uno de esos músicos capaces de echarse a la espalda una banda desde un segundo plano. Y eso siempre es de alabar.

Y alrededor de las 21.00, el turno de las estrellas de la noche. Con una escenografía espectacular, empezaron a sonar los primeros acordes de “Not My Funeral”, primer corte de su nuevo álbum. Y, para sorpresa de todos, porque no es nada habitul que esto suceda, el sonido empeoró considerablemente con respecto a Ensiferum. Algo más sucio y sobre todo bastante menos potente, provocó que el público, que llevaba ya un buen rato de fiesta y que tenia muchísimas ganas, se fuera enfriando poco a poco. Nada ayudaba tampoco la actitud de un Alexi Laiho tremendamente distante, con claros síntomas de desidia e incluso aburrimiento ( en el tercer tema, “Needled 27/7” llegó incluso a sentarse en la tarima de los teclados) que charlaba de vez en cuando con Warman como si estuvieran en una prueba de sonido, mas que en un concierto de verdad. Cierto es que su labor no es sencilla, que la complejidad de las composiciones no le permite quizás echar a correr y pegar botes, pero de ahí a no mostrar ningún interés, hay un mundo.

Si a esto unimos que los temas nuevos  como “Shovel Knockout” o “ Rountrip  to Hell and Back” dejaban también fría a la audiencia, por momentos dio la sensación que el show se venia abajo. (De verdad que en el primer parón que dieron pensé que se marchaban del escenario), levantando un poco hacia la mitad del show con algunos clásicos como “Hate me!” o “Children of Bodom”.

Cerraban la noche con “Hate Crew Death Roll” y el público abandonaba la sala con gestos de de clara decepción en sus rostros. No se cual fue el motivo, pero no fue la noche de Laiho y los suyos. Menos mal que los guerreros Fineses de Ensiferum nos alegraron la noche. Quizas deberían plantearse cambiar el orden de las actuaciones lo que queda de gira.