Un año después del inolvidable debut de Be Prog! My Friend como diamante de los festivales españoles, nos reunimos por segunda vez en el Poble Espanyol de Barcelona por tal de presenciar la evolución de tan fulgurante evento. Las mejorías respecto al año pasado han sido muchas y muy variadas: desde la abismal diferencia en cuanto a antelación de confirmación de bandas (algo que ha favorecido el incremento de público, no sólo por promoción sino también por el factor extranjero, quienes requieren mayor margen de planificación) hasta la adición de un segundo escenario e incremento en el número de actuaciones, pasando por aspectos sonoros (que se llevaron la mayor parte de las críticas pasadas) e incluso humanos como la inclusión de sesiones de firmas con varios de los artistas. Todas estas mejoras vuelven a demostrar que en Madness Live no se andan con chiquitas, son gente trabajadora y apasionada que se desvive por su público, y esto ha sido lo que ha hecho que esta segunda entrega haya sido infinitamente superior a la primera.

Dicho esto y alabada su labor, no sería justo hacer una valoración general sin mencionar los problemas y puntos a mejorar que ha habido, que aún siendo muchos menos, siguen teniendo importancia. El más comentado, y probablemente más importante, es una cuestión de espacio: tras darle mil vueltas al dilema, el segundo escenario finalmente pasó de ubicarse en la limitada sala Upload al pequeño templete localizado en una esquina de la plaza, causando sendos problemas de movilidad para los músicos y visibilidad para el público dadas las características del mismo. Pero seamos realistas, ¿acaso había otra opción? A simple vista, desde luego que no. El espacio en el Poble Espanyol es limitado como para contar con dos escenarios en condiciones óptimas. ¿Tendrán que sacrificar esta pintoresca y encantadora ubicación para seguir creciendo como festival? ¿Conseguirán darle una vuelta de tuerca e ingeniárselas para mejorar la situación y mantener allí su sede con dos escenarios? ¿Volverán al escenario único? El tiempo lo dirá.

Ajenos a esta problemática pero afectados por algo mucho más natural como puede ser el despiadado sol que golpeaba sin miramientos, a las 16:30 Riverside daban el pistoletazo de salida en un escenario principal ante el que ya se congregaba una gran parte del público total. La enorme banda polaca, como era de esperar, dejó el listón elevadísimo y se reafirmó como uno de los conjuntos de progresivo más sólidos que se hayan visto durante los últimos diez años gracias a un show elegante y variado. Como aperitivo de su próximo álbum, «Love, Fear and the Time Machine», nos ofrecieron una perlita presumiblemente titulada «Afloat», con la que empezaron sus set y nos dejaron absolutamente enamorados.

Riverside: los Blues Brothers del progresivo.

«Discard Your Fear» se quedó en el tintero pese a las ganas que muchos teníamos de escucharla en directo, pero no puede haber motivo de queja si lo que hay en juego son joyas como «Egoist Hedonist» (sin su tercera sección, por cierto), «Escalator Shrine» o la siempre preciosa «Conceiving You». El sonido fue impecable, y la frescura y soltura de la banda sobre el escenario dejaron claro que no había mejor manera de empezar el festival. Como único apunte negativo cabe decir que «Mitloff» estuvo algo desatinado comparado con su habitual estado de gracia a las baquetas.

Inaugurando el segundo escenario teníamos a Messenger, quienes no tuvieron la mejor de las suertes, puesto que tan sólo contaban con treinta minutos de actuación y como mínimo cinco de los mismos fueron inutilizados por problemas con su equipo. Afortunadamente, el rato que sí pudieron tocar estuvieron muy correctos, con un sonido adecuado y una ejecución relajada que nos hacía flotar en los espaciosos pasajes de «Illusory Blues». Delicadeza y sentimiento a raudales en lo que sería un delicioso canapé de folk y psicodelia.

De la calma pasamos a la primera actuación extrema del día gracias al show de Ihsahn, que se presentaba como uno de los platos más esperados del festival al ser su debut en España. Lamentablemente, debemos reconocer que la actuación del noruego no estuvo al nivel de lo que se espera de un artista como él: su propuesta escénica carece de peso visual y carisma, y la falta de bajista no ayuda a que esto se pueda compensar con contundencia sonora. Como era de esperar, quien sí llevó a cabo un concierto espectacular fue Tobias Ørnes, el niño prodigio con dotes baterísticas de otro planeta.

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Ihsahn y Robin, su joven discípulo.

Los efébicos nuevos fichajes a la guitarra y teclado cumplieron a nivel técnico pero dejaron en evidencia su falta de tablas, especialmente si comparamos su actuación con cuando Vegard contaba con unos monstruos del directo como lo son Leprous. Los temas de seis cuerdas sonaron considerablemente mejor que los de ocho, teniendo sus punto álgido en la increíble «Tacit», y el acabar con una canción tan aplastante como «The Grave» fue un acierto descomunal, pese a que no pudiésemos disfrutar en vivo de las demenciales líneas de saxo que lo caracterizan. El sonido fue bastante insatisfactorio, y no sabemos hasta qué punto esto fue problema del técnico o simplemente de la configuración instrumental del conjunto… pero al menos nos llevamos un sneak peak de lo que será su próximo álbum, a través de un nuevo tema que sonó potente, directo y con buenos riffs.

Mucho más difíciles de sonorizar son Haken, quienes fueron los siguientes a subirse al segundo escenario y al parecer estrenaban técnico… el cual no hizo demasiado bien su labor. Ya en el pasado hemos comentado los problemas de la enorme banda británica en directo (en Barcelona y Londres, concretamente) y lo cierto es que con la cantidad de locuras que suceden en cada una de sus canciones, es normal que cualquiera se tire de los pelos ante la idea de tener que trabajar con ellos, pero esperamos que pronto consigan estabilidad en este aspecto y puedan sonar como los titanes musicales que son.

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Ross Jennings en el segundo escenario.

Acomodados en el templete y siendo la banda que más juego le supo sacar al peculiar emplazamiento con Ross acercándose constantemente al público y Diego bajando a tocar su keytar frente a las primeras filas, el quinteto disfrutó de un público que los ve como estandarte del prog metal más virtuoso y divertido hoy día, y que los adora como tal. Pese a que a nivel vocal falta potencia y que concretamente Charles no parecía tener su mejor día a la guitarra, la banda dio un concierto divertido a la par que espectacular, dejándonos boquiabiertos con temas de la talla de «Cockroach King» o la excelsa suite «Crystallised», con la que cerraron.

El primer retraso en los apretadísimos horarios del festival vino con Katatonia, quienes por motivos desconocidos salieron unos minutos tarde. Afortunadamente no fue nada destacable, puesto que su actuación se desarrolló con normalidad pese a su apresurada y extraña aparición en escena. Sin demasiada sangre en las venas pero con un sonido sencillamente demoledor, los de Renkse repasaron en profundidad sus tres últimos trabajos, dejando tan sólo la icónica «Ghost of the Sun» de material anterior a 2006. Si bien su nivel de ejecución fue innegablemente alto, no se puede ignorar que a la banda le falta algo de actitud… y que, como muchos aseguran, se echa de menos a Daniel Liljekvist a la batería.

Supliendo a los caídos IQ teníamos en el segundo escenario a Vincent Cavanagh de Anathema, quien en un acto de amor incondicional por el festival había decidido salvarles la papeleta a última hora preparando un set especial en lo que sería la primera actuación en solitario de toda su carrera. Armado con su acústica y su looper (el cual le dio algunos problemas, pero el ambiente relajado y familiar de la ocasión hizo que lo viésemos incluso con ternura), concentró todo el sentimiento de las canciones de su banda en un formato mínimo, emocionando profundamente a sus seguidores… y seguramente resultando tedioso a los que ya de por sí no simpatizan con los de Liverpool. «Flying» y «Deep» fueron los claros highlights, mientras que «Distant Satellites» sorprendió por su condición de nuevo clásico. Como despedida, Vincent se aventuró en terrenos farragosos versionando a Manu Chao ante el estupor del público. Lo amas o lo odias.

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Devin Townsend y su nueva guitarra Z2.

Con una cheeseburger (como aquella que servía de tema principal en «Deconstruction») proyectada en la pantalla y toda una serie de memes con una de sus caras más famosas como protagonista, Devin Townsend se presentaba ante nosotros para ofrecer uno de los platos fuertes del día. Infinita presencia en el escenario, la voz más espectacular de todo el día, una banda preparada para aniquilarlo todo y un humor más que carismático hacen que la presencia del canadiense no deje indiferente a nadie. «Rejoice» abrió la actuación a medio gas, dado que el sonido tardó algo en estabilizarse, pero para cuando «Namaste» y «Deadhead» nos llevaban de vuelta al pasado, esto ya se había solucionado. Lamentablemente, al igual que sucedió con Meshuggah, se echó en falta algo más de volumen dado lo masivo de ambas propuestas, pero al ser un recinto abierto entendemos que hay ciertas limitaciones si uno no se quiere arriesgar a recibir una dolorosa multa por exceso de decibelios. ¡Como si precisamente sobrase el dinero en la organización de este tipo de eventos!

Cuando eres un artista de esta talla y llevas más de veinte años sin visitar una ciudad, es normal que el recibimiento sea enorme. Si además en aquella ocasión fue como mercenario de Steve Vai y durante todo este tiempo has desarrollado tu dilatada carrera en solitario, es lógico que causes euforia. Siendo Townsend un artista tan polifacético, es comprensible que organice sus repertorios y giras por bloques estilísticos, descargando en Be Prog! un setlist mayormente centrado en su vena rockera y dejando tan sólo algún destello de sus vena extrema. Se agradeció que pudiésemos escuchar temas de su álbum debut, incluyendo una «Bastard» que ha sido tocada en directo en ocasiones contadas, y, por supuesto, disfrutamos dejándonos los pulmones en «Supercrush!» y la nueva «March of the Poozers».

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Einar Solberg,uno de los mejores frontmen de la noche.

Encabezando el segundo escenario teníamos a Leprous, quienes tan sólo con su inicio dejaron claro que son una de las bandas de progresivo que más fervor levantan desde hace unos años. Publicar un nuevo álbum y que tan sólo dos meses después tengas a gran parte del público de un festival cantando no sólo todos sus estribillos, sino también coros secundarios e incluso ritmos (los gritos al ritmo de la intro de «The Price» debieron dejarlos más que sorprendidos) dice mucho sobre el nivel de apego y entrega que tiene la fanbase de los noruegos hacia Einar y compañía. «The Congregation» es una auténtica bestia plagada de temas que funcionan a la perfección en directo y así lo demostraron, siendo «The Flood», «Rewind» y la desgarradora «Slave» los temas que mejor funcionaron a lo largo de su set.

¿Qué podemos decir que no hayamos mil veces ya? Lo de Leprous es, sencillamente extraterrestre. El mero hecho de ver cómo dominan el escenario y cómo cada movimiento está medido a la perfección ya nos dice que están dispuestos a comerse el mundo desde el primer hasta el último segundo. Einar estuvo glorioso a nivel vocal en los nuevos cortes y, como es normal, falto de potencia en las secciones problemáticas de los temas anteriores (cosa que quiere decir que cada vez elige con más cautela qué cantar en estudio para después no tener problemas), pero por lo demás no puede haber ningún tipo de queja. Tienen un directo de diez, y es que alguien que se puede permitir desenvainar de esa manera la colosal «The Valley» junto a la estruendosa «Forced Entry» que cerró el set e incluso causó intenso movimiento en las primeras filas, poco se le puede recriminar.

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Andy Latimer, al 100% de sus posibilidades tras una larga recuperación.

Tras el devastador ataque nórdico tocaba recibir al primero de los cabezas de cartel de la noche, los representantes del sector más clásico del progresivo y toda una leyenda de la historia de la música. Camel nos hicieron volar gracias a hora y media de actuación que se pasó en un suspiro, presentando un repertorio totalmente distinto al que disfrutamos en el Teatre BARTS hace poco más de un año y haciendo evidente que estar todo este tiempo de gira les ha ayudado a llevar la excelencia de su directo un par de peldaños más arriba. Mucho más sueltos y naturales sobre el escenario que en la gira revival de «The Snow Goose», los de Latimer dejaron muy claro por qué son una referencia innegable para todas las generaciones posteriores y que hoy día están en un estado de gracia.

Poder disfrutar de «Moonmadness» en directo prácticamente en su integridad es un lujo y una vivencia que tendremos el honor de contar a nuestros nietos, y es que cualquier tema de un álbum como ese es puro oro. «Lunar Sea» se presentó ante nosotros tan mágica y fresca como el día en el que se grabó, mientras que la melancolía de «Air Born» y «Spirit of the Water» nos llevaban al borde de las lágrimas. Hubo tiempo también para joyas mucho menos icónicas pero igual de memorables, como la gran olvidada «The White Rider» o la espectacular «Ice», cuyo solo de guitarra se quedará grabado en nuestras retinas para siempre. Sorprendieron con la inclusión de un dúo de temas del tardío «Dust and Dreams», y no fallaron en el inevitable cierre con «Lady Fantasy». Sencillamente impresionante. Esperamos que les quede energía para muchas, muchas giras más. Y siempre a este nivel.

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Rémi Gallego, mente brillante de la electrónica.

Contrastando intensamente, The Algorithm descargaban su set inmediatamente después, facilitando el desalojamiento natural de aquellos proggers clásicos que habían pagado la entrada sólo por Camel. La propuesta de Rémi fue, definitivamente, una de las más interesantes del festival, y fue una auténtica lástima que tan sólo contase con treinta minutos de actuación. Embistiéndonos con su intensa mezcla de electrónica, prog metal y djent, consiguió que no nos pudiéramos decidir entre si ponernos a bailar o detenernos a admirar la intrincada complejidad y desarrollo de los temas interpretados. El formato batería + DJ / guitarra es sin duda muy atractivo, y sería fantástico seguir contando con este tipo de actuaciones en ediciones futuras. Esperamos que tengan a Igorrr en mente para el año que viene.

Siguiendo la línea de desfase y apisonamiento salían al escenario principal unos Meshuggah que habían congregado a una gran cantidad de público por sí solos, reafirmando su estatus de clásico contemporáneo. Los de Umeå suelen ser mencionados como una de las bandas más espectaculares en directo de la actualidad, y con razón, pero probablemente para aquellos que los veían aquí por primera vez el inicio del show fue algo decepcionante. Un sonido que no acababa de convencer, problemas técnicos tras el primer tema que llevaron a un parón de varios minutos y la reducción del impacto visual de las luces dado el hecho de estar tocando en un espacio abierto fueron los principales factores para que muchos tuvieran un sabor agridulce en la boca durante los primeros cinco temas.

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Jens Kidman, el coloso sueco.

Por suerte, a medida que el show recuperaba lo que debía haber sido su ritmo natural, el sonido fue mejorando hasta llegar a un nivel muy superior al inicial. Probablemente la única queja final fuese la ya mencionada incapacidad de superar cierta cantidad de decibelios, pero lo cierto es que a partir de «Swarm» todo empezó a lucir mucho más aplastante y el concierto cobró la dimensión que se merecía. El repertorio no distó mucho de lo que pudimos ver en su anterior visita, durante la gira de «Koloss», con algunos cambios que agradecimos, como la inclusión de «Stengah» y «obZen». Volando seseras y causando locura entre un público que había reservado energías para ese zenit final, temas como «Future Breed Machine», «New Millennium Cyanide Christ» o «Demiurge» dejaron claro por qué son los maestros de las ocho cuerdas. Una actuación en constante ascenso que finalmente ofreció lo que todos esperábamos: headbanging hasta la saciedad y derrames cerebrales ante tales ritmos.

Finalizada la hora y media de brutalidad a discreción, Robotporn salieron a dolor para clausurar el festival ante los escasos valientes que todavía tenían energía como para seguir de pie. En definitiva, Be Prog! My Friend constituyó una vez más una de las experiencias musicales más singulares que podamos encontrar en nuestro país y, por qué no, en el mundo entero. Porque seamos sinceros: un cartel tan variado, recogiendo tal cantidad de variaciones del progresivo, trayendo tanto a leyendas como a conjuntos de rigurosa actualidad, en un lugar tan entrañable como el Poble Espanyol, sin agobios de colas, con unos baños más que decentes, con buenos precios de bebida, con el mejor ambiente… ¿Dónde lo vamos a encontrar? Deseamos de corazón que podamos disfrutar de muchas, muchas, muchas ediciones más de este festival. Y a juzgar por las caras de la amplia mayoría de los allí congregados, no somos pocos los que vamos a volver.

Fotos: Montse Galeano

Promotor:Madness Live

Día:2015-07-11

Hora:16:00

Sala:Poble Espanyol

Ciudad:Barcelona

Puntuación:9