BON JOVI
Hace más o menos un año y gracias a que de vez en cuando la suerte acompaña, pude presenciar uno de los mayores espectáculos musicales que he visto hasta la fecha. Andaba yo por las calles de Manhattan visitando a mi hermana, fanática incondicional de algunos músicos estrella del mainstream, cuando conseguimos por casualidad unas entradas para los conciertos casí exclusivos que Lenny Kravitz realizó durante casi una semana en el club Filmore, con un aforo para más o menos 700 personas. Aquello fue algo grandisoso, excepcional, fuera de lo normal, pero nunca podríamos catalogarlo de histórico teniendo en cuenta que hablamos de “la gran manzana” donde tan pronto puedes encontrarte a Woody Allen tocando el saxo un lunes por la noche como a Bono haciendo una jam en un pequeño club de Brooklyn. Para mí sin embargo, cual Paco Martinez Soria salido del extrarradio de la capital de España, me parecía que era algo completamente impensable en nuestro País. Es por eso que el concierto de Bon Jovi ayer, en el madrileño circo Price, resultó realmente mágico (a pesar de ser algo caro para la duración del Show, de apenas una hora, todo hay que decirlo). Mágico porque muchos fans pudieron cumplir el sueño de estar casi rozando al que la MTv considera un Icono del siglo XX. Mágico porque la acústica del recinto y la disposición del mismo eran estupendas. Pero sobre todo, Mágico porque demuestra que cada vez más nuestro país se esta convirtiendo en un hervidero cultural donde el Rock, a pesar de crisis y malos tiempos, a pesar del esfuerzo de muchos que ensalzan como estrellas a defenestrados de los reality shows, cada vez tiene más peso. Ya no hay que ir a New York para poder asistir a este tipo de espectáculos otrora propios de ciudades más cosmopolitas alejadas de los callos y el chotis. Sólo basta con abrir cualquier agenda de conciertos y comerse la un rato el coco para elegir la mejor opción posible, pues mientras los de New Yersey ponían patas arriba el inmaculado Circo Price, los británicos Oceansize descargaban su repertorio dos calles más abajo en Caracol, y me consta que los canadienses Annihilator destrozaban la sala Heineken. Una lastima no tener el don de la Ubicuidad, pero un orgullo de ver como las opciones culturales de calidad de nuestra capital es tal que nos vemos, por fin, obligados a elegir.
Centrándonos en lo que nos ocupa, a las 22:00 horas la luz del circo Price se viene abajo, y en completa oscuridad Tico Torres alza al cielo (bueno, al techo mas concretamente) sus baquetas a la par que un chorro de luz empieza a iluminar la plateada batería. Al ritmo casi tribal de los timbales se presenta un Richie Sambora algo más Rockero que hace unos pocos meses en el RockinRio, mientras las cortinas del fondo del escenario se abren para dar paso, contoneándose como el que sabe que tiene la partida ganada de antemano, John Francis Bongiovi, arrancando a cantar casi en penumbra las primeras estrofas de “Not fade Away”, con una imponente Fender Telecaster colgando de su espalda. La escena es casi tan teatral, que parece más un Videoclip que un concierto propiamente dicho, e incluso resta un poco de realismo a la propuesta. Pero justo en el instante en que todo empieza a oler mal, la canción estalla, las luces arriba en una explosión de color, y el Rock and Roll hace su aparición en estado puro. Y es que las bandas grandes se hacen aún mayores cuanto menor es el recinto. Si en el Rock in Rio se vio a unos Bon Jovi cansados, distantes, algo fríos y mas pop de que de costumbre, ayer parecían haber rejuvenecido 20 años. Sobre todo ese frontman que mientras escribo es encumbrando a Icono universal por la franquicia que tanto bien hizo y tanto mal está haciendo al mundo de la música que es la Mtv. Porque Bon Jovi no es sino un personaje que este músico y actor ha fagocitado a lo largo de 20 años de llenar las carpetas de las adolescentes de medio mundo. Tanto que ya es imposible distinguirlos. Pero si conseguimos aislarnos de todo lo que rodea su figura, y separa un poco el polvo de la paja, no podemos sino rendirnos ante la profesionalidad de alguien que lleva dos décadas recorriendo escenarios y que ayer se volvió a reinventar volviendo un poco (lo que la edad permite) a sus raíces.
A pesar de algunas críticas vertidas sobre la banda, tachando lo de ayer de acto promocional más que de concierto (No nos engañemos, es cierto. Pero, ¿Qué es un concierto al fin y al cabo, sino un acto promocional? ), el derroche de energía y actitud fue impecable. Desde los acordes de su primer gran clásico, “You give love a bad name”, donde el público se volcó tanto con el grupo que propio Jon miró sorprendido a la audiencia. Siempre sonriente y con algo más de fuerza que en actuaciones pasadas, se volcó con sus fans (alguno/as llevaban más de tres días haciendo cola en la puerta, asi que no era para menos) manejando a la perfección los tiempos del directo, apoyado siempre por un Ritchie Sambora que a pesar de haber envejecido mal, debido a esa obsesión de los de New Jersey de negar su edad y jugar siempre a tener 20 años (Con ese toque acartonado que las recauchutadas estrellas de Hollywood adquieren misteriosamente cuando pasan de los 40 años), sigue siendo un músico como la copa de un pino. Un guitarrista en mayúsculas que tiene gran parte de la culpa de lo que hoy es esta banda. E incluso, arriesgándome a ser linchado por algún fan acerrimo, creo que canta incluso mejor que el propio Jon.
Con este panorama dieron un repaso a como It´s my life, Keep the faith (donde incluyeron un agradecido estribillo del Sympathy for the Devil, y hubo tiempo incluso para la colaboración de la cantante Riannha, felicitaciones por el mundial, una brillante versión intercalada del “Pretty Woman” y algún torpe gesto aflamencado (que manía tienen algunos que siguen igualando España con la paella y la panderete) que puede ser perdonado.
Y después de una hora y cuarto la banda se despide de los 2000 afortunados que recordaran esta noche durante muchísimos años. Porque es cierto que fue una noche de alfrombra Vip y niñas monas. Una noche de enchufismos y de famoseo de medio pelo para dejarse ver. Una noche de 70 euros por apenas una hora y diez de concierto, cargado de ese ambientillo de exclusividad más propio de fiestas en Pacha que de conciertos de Rock. Pero con todo y con eso, una gran noche.
Texto y Fotos: Javier Bragado
Promotor:N.D.
Asistentes:100
Día:06/11/2010
Sala:Teatro Circo Price
Ciudad:Madrid
Puntuación:8
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