No contento con haberme enfrentado a la odisea que supone un festival de tres días como es el Hellfest, un servidor decidió bajar directamente desde Nantes a Bilbao (haciendo escala en varias ciudades francesas durante toda la semana) para presenciar, a modo de colofón, la descarga de los de San Francisco en nuestro país en el marco del festival BBK Live. De entrada, agradecer sobremanera a Josep y Noemí la acogida que brindaron a nuestra expedición en Errenteria (Donosti).

LOS PROLEGÓMENOS,  LA AGRESIÓN DE JAMES HETFIELD 

En cierto modo, podía ser previsible. Por muchos es conocida la afición de Lars Ullrich al arte en general, por lo cual era muy probable que una visita al Guggenheim tuviera lugar dentro de la agenda de la banda durante su jornada de estancia en Bilbao. Si bien me presenté en las inmediaciones del particular museo sin ánimo de contemplar esta posibilidad más allá de la casualidad, un chivatazo a su debido tiempo provocó que una vez allí pudiera cruzarme en el camino de Lars Ullrich y James Hetfield, los únicos dos componentes de la banda que decidieron pasarse por el museo.

Sobre las 19:00 horas de la tarde llegaron ambos en sendos coches negros de cristales ahumados, escoltados por dos gorilas de pedigrí. Apenas 7 fans se encontraban entre los 20 metros que separaban a los dos rock stars de la entrada al museo, por lo cual la ocasión para hacerse alguna foto o conseguir la firma de alguno de los dos se adivinaba única. La cara de James Hetfield era de pocos amigos, pero pocos se imaginaban que arremetería su furia contra uno de sus fans. Tras acercarse a él, un chico le cogió del hombro para intentar hacerse una foto, a lo que el vocalista de METALLICA respondió girándose y propinándole un empujón de dimensiones bíblicas que finalizó con dicho fan en el suelo a varios metros de él, mientras James le gritaba “Don’t touch me!!!” (“¡¡No me toques!!). La cara del chico, como os podréis imaginar, era un poema. James siguió su camino a paso rápido y nadie más se atrevió a acercarse. Realmente, fue la actitud propia de un alcohólico esquizoide. Por muy rock star que se crea alguien, dicha condición no debería otorgarle impunidad ante la agresión. Si a ello le añadimos que quien se llevó el empujón no era más que un fan buscando una foto con su ídolo y que recibió uno de los varapalos de su vida por tan sólo tocarlo, la sensación que queda es de lo más desagradable posible. Ahí queda eso, juzguen ustedes mismos. 

Lars, por su parte, se mostró tranquilo, echando un par de firmas y haciéndose un par de fotos incluso con un servidor (no sin antes haberme llevado algún breve empujón de su guardaespaldas). Y es que, más allá de la imagen externa que se le quiera otorgar a la banda, por los seguidores más acérrimos es bien sabido que Lars siempre ha sido el más atento de la cuadrilla con los fans. James, por su parte, y, a pesar de que nuestro contacto dentro del museo nos contó que se mostró arrepentido de su gesto, quedó retratado como lo que es.

EL FESTIVAL, LOS COMPARSAS  

Si bien el día de IRON MAIDEN presentaba, desde mi punto de vista, algo más de atractivo en cuanto a rock duro se refiere, el día de actuación de METALLICA era algo escaso en cuanto a alicientes, más allá de la actuación de los cabezas de cartel. Y si no que alguien me diga quienes son LAIA, ZICO CHAIN, DAGOBA (quienes substituyeron a BULLET FOR MY VALENTINE) o NEBULA. Yo, la verdad, no tengo ni idea. Y me atrevo a decir que el planteamiento para el 90% de los asistentes fue muy similar ese día: presenciar el concierto de METALLICA en un gran espacio abierto y disfrutar de unas cuantas cervezas antes y después del show. Tan sólo hacía falta echar un vistazo al gentío para darse cuenta. Eso sí, parte de su público tuvieron INCUBUS, cuya actuación tuvo lugar después del concierto de METALLICA y no antes, contrariamente a lo que estaba anunciado. La banda de Brandon Boyd y compañía cuajó una actuación más que correcta, pero a los que no hemos seguido la carrera de la banda nos sorprendió una amaneramiento en las formas respecto a los shows de hace unos años en nuestro país teloneando a otras bandas de renombre..

En cuanto a las características del recinto y los pormenores y gestas de la organización, a la crónica de Sergi Ramos sobre IRON MAIDEN os remito   

METALLICA, EL MOMENTO MÁS ESPERADO.

Posiblemente el momento más esperado de todo el festival, no tan sólo por la gran cantidad de seguidores que posee la banda y el seguimiento casi mainstream que en muchos casos adquieren sus dichas y desdichas, sino por lo poco que en la última década se ha dejado ver la banda por nuestro país, a diferencia de la banda de Bruce Dickinson, por poner un ejemplo. Y si no, a los datos me remito: 40.000 personas presenciaron la descarga de los de San Francisco. Para mear y no echar gota. 

Más de dos horas transcurrieron desde la finalización del show de THE (INTERNATIONAL) NOISE CONSPIRACY hasta la aparición de METALLICA en el escenario principal. Dos horas que sirvieron para probar sonido y preparar un escenario que finalmente se erigiría sobrio y amplio, libre de ornamentos, con visos a que la banda desfilara a su libre albedrío por él. Éste estuvo compuesto por una instancia inferior, donde estaba situada la batería de Lars Ullrich y donde la banda permanecería la mayor parte del tiempo, siendo una lona con la leyenda “Sick Of The Studio ‘07” (nombre por el cual responde la presente gira en festivales) la que coronaba esta parte inferior. La instancia superior, por otro lado estaría salvaguardada por una gigantesca pantalla de leds en la cual se irían proyectando imágenes y animaciones de temática variopinta. El montaje visual lo apuntillarían dos pantallas situadas a los laterales del escenario en la cual se alternarían imágenes del directo en curso con otros tipos de imágenes pertenecientes a clips de la banda y demás historias.

Con media hora de retraso sobre el horario previsto, a eso de las 23:30, comenzaría a sonar la ya clásica intro perteneciente a la película “El Bueno, El Feo y el Malo”  mientras veíamos un fragmento de ésta por las pantallas laterales, saltando Hetfield y compañía a escena al amparo de “Creeping Death”, ocasionando las primeras ollas orates en las primeras filas y encapotando el cielo para lo que se avecinaba. “For Whom The Bells Toll”, por su parte, repartió pundonor a mansalva. Y es que el temita, con sus cadencias prácticamente marciales, lo lleva en la sangre. Impresiones emotivas a parte, con dos temas y poco más ya nos encontrábamos en condiciones de hacer una radiografía del sonido; En la recta inicial del show, la voz de James Hetfield anduvo soterrada en la mezcla que salía por la PA pero dicho error fue subsanado a medida que avanzaron los temas. Por lo demás, el resto de problemas atendían más a razones espaciales que a otra cosa. Me explico: los afortunados que lograron situarse entre el escenario y la mesa de sonido, tuvieron la ocasión de gozar de un sonido bastante bueno, donde la potencia de las guitarras, elemento fundamental en las composiciones de la banda, marcaba su territorio con derecho propio. En cambio, los que se encontraron desplazados un poco más hacia los laterales o en lugares algo más lejanos tuvieron que lidiar durante todo el show con un sonido justito o regular, ya que la guitarra de Kirk Hammet se perdía a menudo o, sobretodo, adolecía de volumen, siendo el bombo del kit de batería de Lars el que presidía el sonido. Al fin y al cabo, este tipo de cosas es lo que tienen los recintos abiertos, muchos ya lo hemos podido comprobar de sobras con el paso de los años.  

“The Four Horsemen” fue una de las dos miradas retrospectivas al “Kill’Em All”, composiciones que hoy día nos hacen recordar con cariño una generación pretérita, y es que por mucho que la voz de James haya mutado considerablemente desde aquél entonces, el alma del tema sigue intacta, pudiendo ver durante la interpretación a un Robert Trujillo especialmente motivado, con su camiseta de tirantes habitual pero con las manos de Cliff Burton cosidas a conciencia. Y como los contrastes suelen generar experiencias interesantes, tras el tema más añejo caería el más “reciente” de su discografía, “The Memory Remains” que, contrariamente a lo que podría esperarse, fue muy bien recibido, hasta el punto de que el público incluso se animó a corear espontáneamente las voces femeninas que en su día grabara Marianne Faithful a modo de artista invitada. Y si alguien pensaba que a partir de aquí  la banda se iba a recrear en temas de la última década, se llevaría la sorpresa de su vida. Y es que si bien lo que a continuación presenciamos no resultó novedoso (pues ya hicieron lo mismo en varias fechas el pasado año a lo largo y ancho del globo) sí que resultó sorpresivo: ¡la interpretación del “Master of Puppets” de cabo a rabo y en orden! O, en otras palabras, lo que el 75% de los asistentes al show necesitaban para salir satisfechos del recinto fueran cuales fueran el resto de temas interpretados.

“Battery”, “Master of Puppets”, “Welcome Home (Sanitarium)”,… el disco que todos nos conocemos de memoria, pero que no nos cansamos de escuchar, supongo que no hace falta que siga. Fue en este tramo de la actuación cuando más partido se sacó a la pantalla de leds, en la que se fueron proyectando varias imágenes que en algunos tramos obtenían su réplica en las pantallas laterales. Y si bien alguna de estas imágenes y travellings aparecían cortadas en la pantalla luminosa del fondo perdiendo gran parte de su atractivo (desconozco si esto estaba previsto o dicha pantalla debía haber alcanzado una altura mayor), el momento más impactante llegó con la interpretación de “The Thing That Should Not Be”, durante la cual presidieron el escenario unos ojos monstruosos enormes, pertenecientes al rostro de un extraño ser verde del cual solo se nos mostraba una parte muy limitada de la cara, logrando una sensación claustrofóbica ciertamente conseguida que le iba de lujo al corte, con un James Hetfield situado en la instancia superior a cuya voz le fueron suministradas unos algo exagerados efectos de delay en el puente del tema. “Orion”, por su parte, no adoleció de fuerza por su condición de instrumental, sino todo lo contrario: este detalle nos persuadió de la agresividad y contundencia de un himno que sonó de lujo, posiblemente uno de los mejores de la velada.  

Tras la inevitable “Sad But True” y habiéndose interpretado ya “The Unforgiven”, llegaría la segunda gran balada de la noche, “Nothing Else Matters”, que fue coreada a viva voz por todo el público, tal y como suele suceder en los conciertos de METALLICA en nuestro país. Todo un lujo haber podido escuchar ambas baladas, dos de los temas sentimentales más influyentes de la historia del rock duro. Era hora de sacar a la palestra nuevos recursos audiovisuales, y si algo no puede faltar en un concierto de METALLICA hoy día son unas buenas dosis de pirotecnia. A estas alturas ya teníamos claro cuando iba a llovernos el estruendo: con el inicio de “One” y recordándonos dónde Johnny fue a perder su fusil, explosiones, candelas romanas y demás artificios se adueñaron del escenario principal del Bilbao BBK Live. Gran interpretación con la banda disfrutando a su manera del clímax final de riffeos del corte en cuestión y una nueva ovación que demostró lo querida que es esta canción por la concurrencia. Algo más de pirotecnia durante la interpretación de la también muy celebrada “Enter Sandman” fue lo último que presenciamos previo abandono del escenario por parte de la banda por segunda vez (antes también lo habían hecho, aunque muy brevemente, tras la interpretación de “Damage, Inc”).

Volverían a escena a dar algo más de sí  con lo que vendría a ser un segundo bis compuesto por dos temas, algo deslucido, todo sea dicho por la falta de punch de uno de ellos: uno de los cortes inéditos del que será el nuevo álbum de la banda y que ya vienen interpretando desde hace tiempo en su aparición en festivales. James no reveló el nombre real de la canción, pero tampoco es algo que nos quite el sueño. De hecho, la respuesta fue la más fría que he podido comprobar en un show de METALLICA, y es que el corte en cuestión, a parte de resultar bastante insustancial, pareció ser interpretado sin mucho acierto. Dicho descalabro fue solucionado con un “Seek And Destroy” que sonó con la potencia necesaria como para culminar la actuación más celebrada del festival por todo lo alto. A continuación, poco más a destacar: fans pisándose la cabeza unos a otros por conseguir alguna de las púas que la banda lanzó a puñados y los “four horsemen” despidiéndose entre agradecimientos, con Lars prometiendo una próxima visita de la banda a España con motivo del nuevo disco. 

La actitud de los músicos fue en todo momentos más que correcta, siendo la cara más amable la que ofrecieron Robert Trujillo y Lars Ullrich, que no dudaban en dirigirse al público siempre que se lo podían permitir, espetándonos el bajista unas cuantas frases en castellano y demostrándonos una vez más que en la fábrica de plastilina de Play-Doh lo tienen como un ídolo: se dobló y se dobló de nuevo hasta límites insospechados. Por su parte, James Hetfield, más allá de sus labores como frontman, se mostró algo mustio y hastiado. Se dirigió al público, sí, pero se dejaba entrever que algo pasaba con él. Kirk Hammet, por su parte, y como es habitual, no paró de agitar sus melenas de rizos al viento. Me gustaría también mencionar la asiduidad con la que Lars Ullrich cambió algunos patrones de batería de los viejos temas en momentos puntuales, añadiendo más redobles de los que tocan por acá y acelerando los últimos compases de algunos temas por allá, entre otros detalles. No deja de ser una anécdota que aporta poco, pero seguro que más de un purista se rasgó las vestiduras.

Por lo demás, ahí tenemos un set list que, por descontado, satisfizo las aspiraciones más húmedas de los viejos fans por dos razones básicas: tuvieron representación la gran mayoría de clásicos de la banda y no cayó ningún tema del inefable St Anger. Personalmente, volví a quedarme a las puertas de mi meta personal: poder llegar a escuchar en directo la sublime “Fade to Black”. Suerte tuvo quien la pudo escuchar en Zaragoza hace un par de años, yo me quedé, una vez más, con las ganas.  

¿Las pegas? El empaque de la banda hubiera ganado enteros con un acopio extra de vehemencia, el entusiasmo de alguien que se retroalimenta con la ilusión de los fans, que no se ahoga absorto en la rectitud de sus formas, que lucha con ahínco por un objetivo por alcanzar. Que no se me malinterprete, la actuación de METALLICA resultó un ejemplo de fuerza y pulcritud pero tal y como es de prever, es difícil para una banda que se encuentra en lo más alto dejar entrever la ilusión y el desparpajo sobre las tablas que demostraron hace 20 años. Aunque sinceramente disfruté mucho más de la fuerza con la que nos golpearon en el marco del Doctor Music Festival del 2003, la naturaleza innata de las composiciones termina erigiéndose como el motor para que el resto de los componentes encajen como ruedas dentadas y podamos gozar de un show sin excepciones, casi único. Y si en algún lugar siguen siendo los grandes METALLICA, ese lugar es sobre las tablas, por mucho que fuera de ellas alguno de sus componentes se vean sobrepasados por su condición de rock stars.

   

Set List :

 

  • Creeping Death
  • For Whom The Bell Tolls
  • The Four Horsemen
  • The Memory Remains
  • The Unforgiven
  • Battery
  • Master of Puppets
  • The Thing That Should Not Be
  • Wlcome Home (Sanitarium)
  • Disposable Heroes
  • Leper Messiah
  • Orion
  • Damage, Inc.
  •  

  • Sad But True
  • Nothing Else Matters
  • One
  • *  Enter Sandman

     

    *  The Other New song

  • Seek And Destroy
  •  

     

     

        

    Texto: Penumbra (penumbra@themetalcircus.com) Fotos: Sergi Ramos

    Promotor:Lat Tour International

    Asistentes:39.74

    Día:29/06/2007

    Sala:Kobetamendi

    Ciudad:Bilbao

    Puntuación:8