Cuando supe, a principios del año pasado, que BARON ROJO se iban a reunir de una vez por todas con su formación original, me invadió la ilusión. Después de tantos años, tantas disputas en la prensa, tantas ofertas, tantos acercamientos y distanciamientos, Carlos de Castro, Armando de Castro, Jose Luís Campuzano y Hermes Calabria dejaban atrás las rencillas del pasado y procedían a dar vida a la reunión más esperada del rock nacional, junto con la de LEÑO. Si eso no era motivo para descorchar una botella o dos de champán es que nunca entendiste la grandeza de BARÓN y lo mucho que dieron al rock duro de nuestro país.

Cuando el rock en España era sinónimo de caspa, BARON ROJO lo internacionalizaron y lo refinaron hasta hacerse grandes más allá de nuestras fronteras. Y, ojo, hoy en día nos parece normal que AVULSED, o HAMLET o muchas otras bandas se vayan de gira por Europa –algo que sigue sin ser fácil para las bandas españolas. Pero es que en 1982 era aún menos fácil. Pero BARON estaban adelantados a su tiempo y su impagable visión de futuro les llevó a ser la banda española más reconocida más allá de nuestras fronteras (junto con, quizá, MOCEDADES y Julio Iglesias, pero ese es otro asunto…). Pero los años, el cansancio, las disputas internas y para con su sello y management, terminaron con el BARON ROJO que todos conocíamos, la banda grande que abarrotaba recintos y volaba muy alto. Se dio paso a una época más humilde en la que los hermanos De Castro aguantaron el peso de la formación, con miembros que entraban y salían, y con una estabilidad no demasiado garantizada. Pero supieron estar a las duras y a las maduras, cambiar los pabellones por las salas de tercera regional y mantener el legado vivo, muy vivo, en una época en la que pintaban bastos para el Heavy Metal nacional. La banda luchó por mantener su integridad intacta y no subirse al carro de las reuniones cuando se ofrecían cantidades considerables (pero “no dignas” según Armando). A fin de cuentas era comprensible: BARÓN ROJO con su formación actual (a dia de hoy compuesta por los hermanos de Castro y de regalo Gorka Alegre al bajo y Rafa Díaz a la batería) seguían haciendo una considerable cantidad de conciertos al año, algunos en salas, otros en festivales y otros en fiestas locales donde los ayuntamientos ponen el dinero (algo que hasta hace poco era sinónimo de cobrar bien o, sino bien, al menos mejor que en otras situaciones). A fin de cuentas, y eso es innegable, los hermanos de Castro habían seguido trabajando todos estos años en mantener vivos a BARON ROJO mientras Hermes y Sherpa habían optado por seguir otros caminos, negándose a formar parte de esos barones “venidos a menos” que se pateaban los clubs de mala muerte cuando las cosas no iban bien a mediados de los ’90. Es comprensible que ahora no quisieran compartir de nuevo el vuelo de barón con los dos pilotos que se fueron en una excedencia cuando las cosas no eran tan bonitas.

Pero, por más que entienda la posición de los hermanos De Castro, lo cierto es que el público (que es quien hizo grandes a BARÓN ROJO, indiscutiblemente) pedía a gritos la reunión. Uno puede tener toda la integridad artística que quiera, pero se debe mínimamente a su público. El público quería a los BARÓN clásicos, llegando al borde de lo enfermizo en la insistencia. En el año 2007-2008 la cosa ya era febril, con cruces de declaraciones, rumores, y demás folklore de las reuniones de bandas para aderezar el asunto. Pero no sucedió. BARON ROJO van y sacan un nuevo disco de estudio, algo que debemos agradecer pero que, vista la calidad, mejor que no hubiera salido a la calle. “Ultimasmentes” era sintomático del cansancio acumulado de una banda que tocaba y hacía su show como el que va a la oficina a pasar sus ocho horas. Y antes de que nadie diga nada, he visto a BARON ROJO más de veinte ocasiones en los últimos doce años. En salas, en festivales, en acústico, en eléctrico, con PRIEST, sin ellos, reunidos y sin reunir. Y difícilmente he visto a la banda hacer un mal concierto, porque la banda nunca falla. Pero si que les he visto progresivamente desmotivados sobre el escenario. Armando carga a sus espaldas con el show, esencialmente, y Carlos va un poco a remolque. Los otros dos miembros ponen empeño pero están haciendo un trabajo. Un trabajo atractivo, pero un trabajo. Y se nota.

Por eso, cuando se anunció que BARON ROJO reunidos iban a encabezar una de las jornadas  del festival Metalway 2009 de Zaragoza, pensé “al fín, algo nuevo, la banda va a ponerse las pilas y esto va a ser increíble”. No costaba nada hacerlo bien. Si se había dado el paso más grande (superar las rencillas y volver a subirse sobre un escenario los cuatro miembros clásicos de la banda) no costaría nada hacer de la reunión algo inolvidable. Pero no fue así.

Cuando vi a BARON ROJO sobre el escenario en el Metalway, dejando a un lado que era tarde, hacía frío y viento y que era el primer show reunidos sin un rodaje habitual tocando juntos, su actuación me pareció decepcionante. La química entre los miembros de la banda era nula, musicalmente la cosa iba al 75% siendo generosos, y a nivel de escenografía la cosa era de pena. Se que había el problema del viento y que aun así se pudo poner una pantalla de video detrás del escenario, pero todo el tema parecía forzado. La resolución de la pantalla de video era la misma que podía tener una de la Segunda Guerra Mundial y lo que en ella se veía parecía un montaje apresurado para justificar la presencia de dicha pantalla. La cara de Sherpa era un poema. Tras insistir tanto en la reunión de la formación clásica, el tipo se encuentra subido en un escenario sin apenas mirarse a la cara con sus compañeros de banda, probablemente sintiéndose un trabajador eventual en una banda donde el era jefe de departamento con contrato fijo. Hermes, por su parte, hace como si aquello no fuera con el. Toca como es debido, a veces se acelera un poco. Podría haber estado fregando platos, la emoción era la misma. Carlos de Castro merodea sobre el escenario con cara de que preferiría no estar allí. Armando pone todo su empeño, pero se nota que es forzado. Una noche para olvidar.

Mis expectativas para el concierto de Barcelona eran altas. Ya habían habido varios conciertos con la formación reunida y, se supone que las cosas estarían más rodadas. Pero no. El concierto solo se salvó por el componente emotivo, por esas 2200 personas que no cesaron de cantar himnos durante tres horas de show. Costaba pensar que lo que teníamos delante era la formación clásica de BARÓN ROJO. Se notaba más de lo deseable, siendo sinceros, que la banda estaba ahí por el dinero. No creo que ninguno de los cuatro miembros de la banda estuvieran cómodos sobre el escenario, se notaba a leguas. Suerte del público, que los recibió como héroes recién venidos de la guerra. Pero es que uno miraba la cara de Sherpa durante el show y se sentía verdaderamente apenado de que el hombre tenga que estar ahí tocando durante tres horas. Por no hablar de Carlos de Castro. Su voz no tira en absoluto y sobre el escenario no es precisamente un torbellino de energía. Y vale, BARON ROJO nunca fueron VAN HALEN dando saltitos por el escenario, pero es que no es eso lo que se esperaba: se esperaba un mínimo de conexión entre ellos y entre ellos y su público. Pero no la hubo. El público, no obstante, lo dio todo. Si hubiera que ser justo, habría que decir que BARON ROJO fueron la banda de acompañamiento de un público absolutamente desbocado que se tiró tres horas cantando sin parar los mayores himnos de nuestro rock. Pero nada más.

El inicio del show con “Concierto Para Ellos” fue emocionante, sin duda. El set list de la banda no escatima en clásicos (si no sonaron treinta canciones, no sonó ninguna) pero se hace algo cansino. Sería preferible un show de dos horas con veinte canciones y con una banda al tope de sus capacidades, que tres horas que terminen por saciar a todo el mundo y que dejen la voz de Carlos de Castro para el arrastre. Sherpa, sin embargo, ha mejorado respecto a sus conciertos en solitario y parece que su voz responde mejor actualmente.

“Incomunicación” fue una auténtica fiesta, igual que lo fue la grandiosa “Chicos del Rock”, el impresionante “Travesía Urbana” y, sobretodo, “Breakthoven”. Mentiría si no dijera que es mi tema favorito del Barón, pero es que escucharlo con tanta fidelidad al original como lo tocaron en Barcelona y coreado por un público tan entregado te hace sentir escalofríos. Fue uno de esos momentos de mágia absoluta del show, donde todo brilló como antaño. Pero entre, como digo, la falta de conexión entre los miembros, el mal estado vocal y físico de Carlos, y las constantes pifias de Hermes Calabria tras la batería…al final a uno se le arruinaba el show. Se supone que la banda grabó el concierto de Barcelona para un DVD y CD en directo que editará Universal éste año. Se vieron un par de cámaras en el foso y en el escenario pero es que la banda no trajo nada de producción especial para la ocasión. Ni unas luces móviles para embellecer, ni un telón de fondo, ni una pantalla, ni nada… Está claro que lo importante es la música, pero nunca está de más mejorar la experiencia en directo. Quizá es que soy un exigente, vaya usted a saber.

El show terminó oficialmente con “Siempre Estáis Allí” pero BARON ROJO salieron a hacer infinitos bises hasta que fue el momento de dejar la sala libre. El final real fue con “Son Cómo Hormigas”, que sonó enérgica tras casi 180 minutos de concierto. Pero sigo creyendo que BARON pueden dar más, mucho más en directo. No digo que se besen y jaleen unos a otros durante el show, pero… aquello fue frío. No tengo otra palabra para definirlo. Salvo momentos contados, el Barón voló a medio gas. Y todos queremos verle volar alto.

¿Quizá en la próxima?

Texto y fotos: Sergi Ramos (sergi@themetalcircus.com)

Promotor:Producciones Obsesivas

Asistentes:1000

Día:29/05/2010

Sala:Razzmatazz

Ciudad:Barcelona

Puntuación:6