Crónica de una primera jornada "grande" del Resurrection Fest más ambicioso hasta la fecha. Más de 20.000 hacen arder Viveiro en un jueves por la noche.

El Resurrection Fest celebra su decimosegunda edición y lo hace con un cartel que tiene como referencia directa el del año pasado, donde Volbeat, The Offspring y Iron Maiden fueron los tres cabezas. Es un cartel muy difícil de superar y este 2017 la organización se lo ha jugado prácticamente todo a una carta, la de Rammstein. Unos Rammstein que hace cuatro años que no visitan la península y que son un reclamo suficiente para que Viveiro se llene de gente durante varios días.

El Resu es un festival consolidado, en eterno crecimiento. No cabe duda de que la apuesta que hace la organización por la imagen del festival es una de las mejores a nivel internacional, con el Hellfest como espejo más cercano en el que mirarse. Es por eso que el peso específico del Resu no se debe medir según sus cabezas de cartel, sino según sus bandas medias y pequeñas y según la calidad de sus instalaciones, que es donde reside el verdadero encanto del evento, como sucede en Hellfest.

No es fácil llevar a Rammstein a lo que viene siendo todo el medio de las montañas de Lugo. Es una idea que, por salvaje y desproporcionada, hace que uno aplauda la tesón de quienes montan el festi. Para Rammstein lo más cómodo sería tocar en un Download o en un Rock Fest, donde la capital está a cuatro pasos. Tocar en Resurrection implica un esfuerzo extra, logístico para la banda y económico para los organizadores, que han de mejorar las ofertas para llevarse el gato al agua. Además, dada la competencia de los festivales en 2017 -especialmente los que son de una linea musical más afín al Resu- ha hecho que Rammstein sea la única banda que podía encabezar con garantías reales el festival. Una apuesta en la que se ha hilado muy fino pero que, como se puede ver, ha dado réditos. Los abonos de tres días han quedado totalmente agotados en la segunda jornada del festival.

Las instalaciones

El Resurrection dispone de unas instalaciones de fábula. Conocedores de que un festival no puede depender solo de su cartel, sino de las comodidades y facilidades que se le da al público que asiste, se esfuerzan mucho en hacer que todo sea ameno y que desate el “oh” sorpresivo de quienes llegan al recinto. Otro punto a favor es la manera en que Viveiro se vuelca con el evento. Para el pequeño pueblo supone una inyección económica espectacular y es obvio que la gran mayoría de sus habitantes quiere allí el Resu. La comunión entre festivaleros y lugareños es uno de los grandes encantos del festival. El pueblo está prácticamente tomado por metaleros durante estos días, dando lugar a escenas entrañables. Una niña de unos diez años le decía a su madre, residente en Viveiro, que si Rammstein iban a hacer mucho ruido. Se palpaba la anticipación. Esa niña de diez años es una futura metalera y la culpa es del Resu, que le ha puesto a un grupazo como Rammstein en las puertas de su casa.

A la entrada al recinto sorprende la cantidad de detalles de atrezzo (cruces de barriles, estructuras de contenedores, logos del festival por todas partes) que hay presentes y, por otra parte, la cantidad de stands de marcas y patrocinadores. Desde instrumentos musicales a merch como el de EMP, pasando por todo tipo de espacios dedicados a entretener al personal y ocupar su tiempo cuando no están viendo conciertos.

Los escenarios son de primera. El Main Stage es gigante y técnicamente excelente, mientras que el Chaos Stage, en frente del Main, es algo más pequeño y alterna los conciertos con su hermano mayor. Más separados están el Ritual, en una carpa, y ya casi a la salida, el Desert Stage, dedicado a bandas de stoner o rock más denso y pesado. Allí pudimos ver, por ejemplo, a Red Fang cerrando la noche con un sonido absolutamente atronador.

Las zonas de restauración tienen una variedad de oferta tremenda para intolerantes y gente de todos los gustos culinarios. Las barras son abundantes y bien atendidas. Incluso la zona VIP, el famoso Pandemonium, tiene una localización envidiable y sus propias barras y restaurante. Un festival cuyos detalles están cuidados al milímetro y que es fácil de disfrutar y de vivir. Lejos quedan aquellos festivales que se estilaban en España hace quince o veinte años donde solo teníamos polvo y metal como protagonistas. No hay que irse tan lejos: el Sonisphere de 2010, no hace tanto, fue todo un ejemplo de como hacer un festival verdaderamente incómodo para el público.

Variedad de estilos

Este año todo es más. La jornada vendrá marcada por el metal extremo de calidad y el hard rock y heavy metal más atractivo en el escenario principal. Quiero resaltar la labor de técnicos, montadores, seguridad, y todos los trabajadores que hicieron que la jornada se desarrollara sin incidentes, de una forma limpia y fluida.

Abrimos la tarde con los valencianos Noctem que, a pesar de tocar con un sol inusitado en Viveiro, ofrecieron la habitual descarga que les caracteriza. Corrieron por todo el Chaos Stage los treinta y cinco minutos de los que dispusieron con su sonido crudo y demoledor. Black metal y la sobremesa no son palabras que vayan de la mano, pero estos tipos fueron contundentes. “Eidolon” y “Cycles of Tyranny” sonaron sobre Viveiro con despiadada crudeza.

Después tuve la oportunidad de saltar al Desert Stage por vez primera para disfrutar del show de Bala, un dúo femenino que hizo las delicias de los fanes del underground, que van a considerar este escenario su templo por los días venideros. Gritos, distorsión y autenticidad a partes iguales.

Los franceses Benighted presentaban nuevo disco, “Necrobreed”, y nos dieron la primera descarga de Brutal Death con pinceladas Grind. Muchos registros y técnica en cortes sólidos, dinámicos y potentes llenos de cambios de tempo y disonancias. Contaron con la colaboración de Trevor Strnad de The Black Dahlia Murder en un tema. Espectaculares Benighted.

Airbourne, Suicidal Tendencies y Black Dahlia Murder incendiando la tarde

Sobre esas horas, fue el momento de que Airbourne reuniesen la mayor parte del público del festival ante el escenario principal para una inmensa descarga de rock and roll al estilo australiano. Su set fue calcado al del Rock Fest, con “Ready To Rock” abriendo la tarde y “Girls in Black” poniéndolo todo patas arriba, con paseo de Joel O’ Keffe por el foso y el numerito de la lata de cerveza. Las infaltables “Live it Up” y “Runnin’ Wild” sirvieron para cerrar un show al que, si hay que sacarle una pega, es el excesivo uso de graves que hicieron que las primeras filas sufrieran más de lo debido. Sin embargo, la banda estuvo excelente, muy arriba. Se nota que el público más jóven del Resu levanta a los grupos más que el de otros festivales. La gente tiene mucha energía, por una simple cuestión de edad, y el foso es un no parar de cuerpos cayendo sobre las manos de los miembros de seguridad, toque Airbourne, Parkway Drive o Camela.

Mientras Airbourne tocaba en el escenario principal, saltamos al Desert Stage buscando algo más disonante para encontrarnos con la agradable sorpresa del rock progresivo de los gallegos Guerrera, con mucha pegada y regusto setentero. Tras este paréntesis volvemos al Chaos para disfrutar del Death Metal cuadrado de los alemanes Deserted Fear. Grandes dobles bombos y ritmos machacones, y buen visual. A estas alturas debo resaltar el gran trabajo de los técnicos, que aplican el volumen y ecualización necesaria para cada grupo y escenario.

Suicidal Tendencies nos dejó un concierto cañón, de los de pura adrenalina, con Dave Lombardo reinando a la batería. Ya estamos acostumbrados a la marcha de los californianos, y de lo difícil que es hacer fotos al incombustible Mike Muir. Especial mención a Dean Pleasants por sus solos de guitarra espectaculares y al trabajo de Ra Díaz al bajo, que cumplió la difícil tarea de sustituir al fallecido Tim «Rawbiz» Williams (del que pudimos disfrutar en la edición de 2012). Tras esta descarga acudimos de nuevo al bastión Chaos para gozar, probablemente, del mejor concierto de la jornada: los americanos The Black Dahlia Murder. Contaron con un sonido de diez, no pararon en todo el concierto, y supieron meterse al abundante público en el bolsillo desde el minuto uno. No paraba de caer gente al foso, repitiéndose lo vivido en 2012 (sí, también estuvieron en Viveiro ese año). TBDM derrochan técnica, compenetración, y experiencia, y eso se nota. En disco suenan bien, pero su directo es demoledor.

Anthrax y Dropkick Murphys, cabezas de cartel por derecho propio

No hay nada mejor para un Resurrection Fest de altura que una buena dosis de Anthrax, ese clásico de Thrash con las voces líricas heavylonas de Mr. Belladona. El sonido fue inmejorable, la iluminación apoteósica, y estos tipos geniales. Fue un espectáculo divertidísimo en el que Scott Ian fue maestro de ceremonias y Belladona fue protagonista indiscutible. No paraban de moverse por el enorme escenario principal y es indudable que un concierto que empieza con “Among the Living”, “Caught in a Mosh”, “Got the Time” y “Madhouse”,todas de seguidillo, no puede tener rival. Hubo espacio para algunos temas más recientes, como “Breathing Lightning”, pero los clásicos dominaron el show. “Antisocial” e “Indians” cerraron un set que llegó a la hora justita. No hace falta más. Una hora de Anthrax es, por intensidad, como seis horas de cualquier otra banda.

Hubo tiempo para ver un mix variado a últimas horas de la noche. El rock lisérgico de los islandeses The Vintage Caravan fue el protagonista del Desert Stage en la hora de la cena, donde temas como “Expand Your Mind” fueron de lo mejor de la noche. Eluveitie por su parte, triunfaron de pleno en el Chaos Stage. Tuvieron mucho del público que salió de Anthrax delante de su escenario y aquello fue toda una fiesta de gaitas, violines y demás. El cierre con “Inis Mona”, anticipado por el público en forma de rugido explosivo, fue totalmente épico. La cara de Chrigel Glanzmann lo decía todo.

Hilando el rollo céltico de Eluveitie, tenía sentido que los siguientes en tomar el escenario principal fuesen Dropkick Murphys. No fallan. Son una máquina de himnos y en un Resu están ante su público objetivo. Más de 20.000 personas se dieron cita ante el Main Stage para un recital de buen rollo, bailoteos y energía a raudales por parte de los de Boston. Salieron a escena a destajo con “The Lonesome Boatman”, “The Boys are Back”, “Hang ‘em High” y tuvieron al público comiendo de la palma de su mano en todo momento, hasta que se despidieron con un épico “I’m Shipping up to Boston” que resonó desde Lugo hasta el Ferrol.

Un cierre variopinto

El cierre de la noche vino de la mano de dos bandas de altura. En el Chaos Stage, Korpiklaani siguieron la fiesta ante un público entregado y que aun se contaba por miles. Su versión de “Iron Fist” fue celebrada, pero no tanto como “Vodka” y “Beer Beer”, dos himnos infaltables. A la vez, en el Desert Stage, Red Fang nos daban su acelerado stoner en toda la frente. “Blood Like Cream”, “Cut it Short” y sobretodo “Prehistoric Dog” fueron un torrente de guitarras cayendo sobre Viveiro. Tuvieron buen sonido, aunque muy alto en buena parte del show. Eso si, que David Sullivan es un crack no lo duda nadie a estas alturas. Aunque sea a las 2:30 de la madrugada.

Una velada inicial que reunió a más de veinte mil personas, marcada por los varios Circle Pit que se formaron en las pistas a lo largo de la tarde y por una intensa actividad del público en el foso. No era el día de las bandas más grandes, ese día será hoy. Pero a nadie se le escapa que un cartel donde Airbourne, Red Fang, Dropkick Murphys, Anthrax, Suicidal Tendencies están tocando juntos es poco menos que una bomba de relojería. Veremos que tal se las gastan hoy Rammstein y “todos los demás”, porque está claro que hoy es el día de una sola banda.

 

Texto y fotos: Sergi Ramos / Odigir Olaf

Promotor:Old Navy Port

Día:06-07-2017

Hora:14:00

Ciudad:Viveiro

Puntuación:5