Corría este verano, cuando el responsable de promoción de un potente sello discográfico se encontraba absolutamente encendido, fuera de sí. “On fire”, que se suele decir. Tenía disponibles para entrevistas en un sábado de agosto a dos o tres bandas. Por la tarde. Estaban en Europa y había que aprovechar que se organizaban actividades de prensa.

Corría este verano, cuando el responsable de promoción de un potente sello discográfico se encontraba absolutamente encendido, fuera de sí. “On fire”, que se suele decir. Tenía disponibles para entrevistas en un sábado de agosto a dos o tres bandas. Por la tarde. Estaban en Europa y había que aprovechar que se organizaban actividades de prensa.

En Barcelona, mi teléfono sonaba. Volvía a sonar. Sonaba una vez más. Un mail. Un mensaje.

Mientras debatía interiormente si un sábado por la tarde en agosto es el mejor momento para entrevistar a una banda mil veces entrevistada previamente, el de la discográfica seguía cerrando entrevistas con otros medios. Todas de veinte minutos. Al menos, con la posibilidad de escuchar el disco previamente, cosa que no siempre sucede, por más que parezca obvia la necesidad de conocer el trabajo antes de realizar la charla. Dejando a un lado que los e-mails y llamadas nunca se contestan al otro lado cuando desde el medio toca pedir algo (aunque sea, en efecto, una entrevista), uno seguía debatiendo si realmente hacía falta realizar esa entrevista. Al final, se acepta. Y se indica, cuidadosamente, “por favor, que sea con el guitarrista, puesto que con el cantante hemos realizado una entrevista hace dos semanas o tres debido a un disco en solitario”. Perro viejo que es uno, sabiendo que el grupo seguramente hará una entrevista tipo, manida, con respuestas predeterminadas y ensayadas en decenas de entrevistas anteriores, decido derivar la entrevista a un colaborador, que posiblemente le pondrá mayor ilusión.

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Llega el día. No llaman. Se hacen gestiones. Llaman. Es el cantante.

¿Tiene sentido hablar veinte minutos con un artista?

¿Alguna vez habéis conocido y conectado con alguien en veinte minutos?

¿Es posible sumergirse en las profundidades de un trabajo discográfico en veinte minutos?