Tecnología vs viejos modelos de negocio, ¿signo de los tiempos o putada injustificable?
La polémica está servida con UBER, la famosa aplicación a la que el sector del taxi acusa de estar arruinándoles. Una polémica que recuerda horrores a la de los últimos diez años con el tema de las descargas ilegales y la piratería audiovisual. Andrés Torres, establece paralelismos entre ambas industrias.
Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar dice el refranero muy acertadamente. Lo malo es que, que yo sepa, no hay ningún refrán que advierta de un error muy típico en los seres humanos, el de restarle importancia a las quejas de los demás cuando creen estar sufriendo una injusticia, pero poner el grito en el cielo cuando sientes que la están cometiendo contigo. Esto es, en resumidas cuentas, lo que está sucediendo en la actualidad con las protestas de los taxistas ante la irrupción de la plataforma UBER.
Evidentemente, las primeras barbas que se pelaron fueron las de la industria discográfica. Desde el momento en que un invento como el mp3 hizo acto de aparición, era previsible que esto sucediese. La música era la víctima más fácil con la que arrasar ante el boom masivo del ordenador personal y las líneas ADSL. Y no, mis queridos leedores, estas palabras no son el preámbulo de un panfleto antipiratería, de hecho, pese a que yo defiendo el derecho de los creadores a ser remunerados por su obra, no culpo a la gente del desastre. Aunque últimamente se haya cambiado ligeramente el discurso y se haya dejado de culpar abiertamente a los usuarios, (ahora se culpa a un ente abstracto llamado “los-que-lo-permiten”), hay que reconocer que quién acuñó este término no anda falta de razón por una vez.
Y esto nos lleva nuevamente al affaire UBER. Se trata de una aplicación que conecta a usuarios de una misma ciudad para poder compartir vehículo en distancias más o menos cortas, cobrando por ello unas tarifas infinitamente más económicas que las de un taxi al uso. Obviamente, esto es algo que, al igual que las vetustas cintas de cassette, ya sucedía de toda la vida solamente que a una escala anecdótica. Y claro, con la masificación global de la tecnología en un planeta cuyas distancias son cada día más cortas, era lógico que otra de esas viejas costumbres antaño minimalistas, ahora se mastodontice a favor del usuario, previo paso por caja para beneficio del gurú de turno, en este caso el norteamericano Travis Kalanick.
Volviendo al paralelismo con la piratería musical, durante años se alegó en defensa del artista que no podía compararse un frío mp3 con el trabajo artístico que suponía la elaboración de un LP, así como los puestos de trabajo que generaba en los tiempos de vacas gordas de la industria fonográfica. Ahora se apela a la conciencia del consumidor explicándole que un taxista es un profesional del transporte, que nadie va a suplirles con su misma eficiencia y que el hecho de que sus tarifas no sean lo bastante económicas, obecede a los injustos impuestos que se ven obligados a tributar. Y nuevamente, igual que en su día surgieron los que se quejaron públicamente (unos con razón, otros como excusa barata), de los precios de los CD’s para justificar sus actos, ahora ha surgido una oleada de ex-usuarios del taxi alegrándose de que se haya roto el monopolio del vehículo privado, alegando a los desorbitados precios, a la mala educación y al mal servicio de muchos taxistas, cosa que en algunos casos es cierta: que levante la mano quién no haya sufrido a un taxista listillo y malcarado igual que, ojo, hemos disfrutado de divertidos trayectos con algunos auténticos profesionales de lo más agradables y cooperativos.
Hace poco leí un artículo donde el redactor comentaba ser asíduo usuario del taxi y de cómo su chófer habitual no dejaba de lamentarse por la “competencia desleal” que estaban sufriendo mientras que tiempo atrás se empeñaba en restarle importancia a las quejas de los músicos razonando a su manera el porqué lo de la piratería musical no era tan grave.
El caso, seamos realistas, es que intentar apelar a la conciencia de la gente para poder seguir rentabilizando antiguas maneras de negocio, es tiempo perdido. Los ciudadanos vivimos sometidos a un régimen económico dictatorial donde sobrevivir se convierte en una lucha diaria, y muy especialmente a partir de la segunda quincena de cada mes (y eso en el caso de quién pueda garantizar algún ingreso). Estamos asistiendo a un cambio histórico apabullante de unos años a esta parte y es totalmente lógico y comprensible pensar que la tecnología luche por abaratar el coste de la vida, algo que todos perseguimos en nuestro día a día (si no, no existirían las ofertas en el supermercado, ofertas a las que todos acudimos cuando están expuestas). ¿Significa esto que me alegre de que otra ilustre profesión corra peligro de muerte? Por supuesto que no, siempre he preferido el taxi por encima de cualquier otro método de transporte público, pero es comprensible que ante la delicada situación actual, la gente se incline por alternativas más económicas. A no mucho tardar, otra industria será la siguiente en verse afectada, ignoro cual pero sucederá. No obstante, hay que tratar de ser positivo y pese a la ira inicial que pueda producirle al sector, esto debería anirmales a renovarse como ha sucedido con la música.
Se comenta que en menos de una década, la industria musical habrá vuelto a su lugar tras poner orden en todo este desaguisado (Google mediante), que ha unificado a casi todas las multinacionales con inventos tan interesantes como el Content ID, imposibilitando cada día más la distribución de material que infrinja la propiedad intelectual. Un día retocarán esta y aquella ley y ya no será posible consumir entretenimiento sin pasar por caja. Y es que de todos modos, ahora ya no interesan ni siquiera las descargas, hay una nueva generación que ha crecido con el streaming y que sorprendentemente ve razonable el pago de cuotas mensuales o anuales por un servicio. Los CD’s, el revival vinilero, el concepto “álbum” y demás, permanecerá mientras sigamos vivos los viejos consumidores, pero cuando nos extingamos es probable que dentro de cien años el “álbum” sea un viejo formato ya sólo disponible en streaming frente al nuevo single que los artistas presentarán cada dos o tres meses.
Y con la aparición de UBER y otras apps similares, también sucederá lo mismo. ¿Desgraciadamente?… no sé qué decir… obviamente no es plato de buen gusto ver como una industria comienza a perder posiciones, perjudicando así a sus profesionales, pero por otro lado, bien cierto es que la industria discográfica recibió un merecido sopapo en los morros para que espabilasen y se subiesen al carro, mensaje que captaron.
Y puede que, nos guste o no, las viejas maneras a las que estábamos acostumbrados hayan llegado al fin de sus días si no deciden adaptarse a los tiempos que corren. La pregunta es, ¿quienes serán los siguientes en caer?
Andrés Torres
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