Revisitando «Easy Rider»
Es imposible dejar de pensar en motos cuando suena la intro de la celebérrima “Born to Be Wild” de Steppenwolf. Cuando las imágenes y la música se dan la mano se crean esos grandes momentos cinematográficos que quedan para toda la eternidad.
Es imposible dejar de pensar en motos cuando suena la intro de la celebérrima “Born to Be Wild” de Steppenwolf. Cuando las imágenes y la música se dan la mano se crean esos grandes momentos cinematográficos que quedan para toda la eternidad. “Easy Rider” será siempre, para muchos, la gran película de culto de motoristas, aunque si la analizamos fríamente tampoco es un film que posea grandes méritos técnicos o de guión precisamente. Pero las imágenes icónicas de Peter Fonda y Dennis Hopper atravesando polvorientos y bellísimos paisajes de la América profunda, dando la sensación total de libertad, es algo que ha quedado en las retinas de más de una generación. Todo el film es un canto a la libertad y también una entrada sonada de la contracultura en el Hollywood conservador de la época, tremendamente marcada por una banda sonora que anticipaba el fin del hipismo.
El “Capitán América” y Billy son dos moteros que consiguen sacar una buena tajada vendiendo droga y deciden viajar hasta Nueva Orleans para disfrutar del carnaval. Sus pelos largos, aspecto de tipos duros y detalles hippies de su vestimenta hacen que sean tratados como apestados a lo largo de su viaje sin final. Malviven en la carretera y van encontrando compañeros eventuales, siendo un jovencísimo Jack Nicholson el personaje clave del film. Nicholson hace de abogado chalado y alcohólico, acompañando a los dos protagonistas en sus aventuras en la carretera. The Byrds, Steppenwolf, Hendrix o The Band irrumpirán de fondo en las escenas de carretera mostrando paisajes emblemáticos. Destacan las escenas de la comuna hippie, el viaje psicotrópico en el cementerio o cuando dan con sus huesos en la cárcel. Pero es sin duda el discurso de Nicholson en la hoguera nocturna el gran mensaje de la película. La sociedad americana se cree libre, pero no lo es. Y cuando ve a unos melenudos moteros ejerciendo su libertad, les teme, y reacciona con miedo, envidia y odio. A destacar esos cambios de plano a modo de parpadeo o el montaje espectacular tras la ingesta de tripis en el camposanto.
El final es predecible y algo precipitado, pero ello no quita ni emotividad ni belleza a todo el argumento. El mensaje, la estética y sobretodo la música dan ese plus al film para elevarlo a la categoría de mítico, pues realmente el guión es sencillo aunque funcional. Esta película ha dado nombre hasta a una banda hispana de heavy metal y su influencia posterior es infinita. Obviamente Steppenwolf fueron los grandes beneficiados incluyendo “The Pusher” y “Born to Be Wild” a la gran película de motos de la historia. Y la imagen para el recuerdo es el ver a Fonda, Hopper y Nicholson agitar los brazos a modo de alas mientras atraviesan desiertos y suena la tremenda banda sonora. Este último consigue mostrarle al mundo de lo que es capaz. Por primera vez Jack Nicholson hace de Jack Nicholson…
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