Que un filipino lidere a Journey para muchos fue una afrenta, pero Arnel dice que prefiere ni dedicarles un minuto. “Es justo lo que quieren, que les respondas”.

“Don’t Stop Believin’: Everyman’s Journey” es un documental editado el pasado año 2013 en el que se analiza la entrada del filipino Arnel Pineda como cantante de Journey fichado gracias a Youtube. Es una historia de superación humana y de cumplimiento de los sueños en un mundo globalizado, pero a la vez hay grandes dosis de autobombo y publicidad para el grupo, cosa que tampoco debería extrañar a nadie. La historia de la más grande banda de A.O.R. del planeta en los 70 y 80 es tocada y narrada, si bien el film empieza con un Pineda que vuelve a las calles de Manila, concretamente a su antigua escuela para contar su gesta.

Cuando el grupo había agotado al bueno de Steve Augieri y probado suerte con Jeff Scott Soto parecía que estaban en un callejón sin salida. La sombra de Steve Perry era una carga enorme y su popularidad en los 90 y 2000 había bajado alarmantemente. Neal Schon (guitarrista y líder del combo) rebuscó Internet hasta dar en última instancia con el filipino Arnel Pineda, que tocaba en una banda de versiones en Manila. El resto es historia como se suele decir, pero en el reportaje se ahonda en el pasado de Arnel y en sus comienzos al otro lado del mundo.

Pineda es un superdotado como vocalista, pero posee su lado oscuro. Su trabajo como cantante le sirvió para conseguir que sus hermanos pudieran tener un techo y salir adelante. Ya había caído en el alcohol y las drogas, pero fue un devoto fan el que se dedicaba tardes enteras en subir sus videos en la Red de redes. Parte del mérito es de ese chico que nunca dejó de creer en él. El grupo y managers van desfilando explicando sus primeras opiniones y el cómo decidieron que el puesto era suyo. Es bonito ver al grupo entre bambalinas ensayando coros o los consejos que le dan al vocalista. Definitivamente ves que Castronovo, Schon, Valory y Cain son unos musicazos impresionantes.

Pineda desprende una aura de felicidad y positivismo abrumadores. Dice las cosas por su nombre y posee un personal sentido del humor. Llega a comentar a una chica que se prostituyó en Manila… y esa media sonrisa hace que la gente sonría pero no termine de saber si lo que ha contado es verdad o broma… Su aparición en el Viña del Rock de Chile fue su primera prueba de fuego y dio un despliegue vocal y físico aplastante. Tanto que los managers le obligaron a calmarse y a ser más estático. El grupo le adora y saben que con él han recuperado gran parte de su ángel.

Eso no quita que hubiese fans que en Internet volcaran todo su odio racista. Que un filipino lidere a Journey para muchos fue una afrenta, pero Arnel dice que prefiere ni dedicarles un minuto. “Es justo lo que quieren, que les respondas”. Hay varios clásicos de Journey interpretados por Arnel y es de obligado visionado para los fans, pero no va más allá de lo que se muestra, cosa que sí se conseguía en el documental de “Anvil”, mucho más que la historia de una banda de metal en horas bajas. El gran logro de Journey es que con Pineda recuperan todo su público antiguo, mantienen el que tenían y abren nuevos mercados. Ver a Journey recibidos como héroes en Las Filipinas de la mano de su presidenta ya da muestras de que están viviendo una segunda juventud. Aunque no todo es de color de rosa, pues sus nuevos discos lejos están de las grandes joyas de su etapa dorada. Una bonita historia que merecía ser contada de la forma que ha hecho su directora Ramona S. Díaz. Entre cuento de hadas y publicidad.