Ya nunca volverán a hacerse películas tan maravillosas e inquietantes como Häxan, de esto podemos estar seguros.

Los aficionados al cine de terror están más que inmunizados al miedo y al susto fácil. Es siempre toda una odisea conseguir realizar, en pleno siglo XXI, una película de terror capaz de sorprender, ser original y dar realmente miedo. Quizá más que esperar a que alguien dé con las teclas adecuadas y obre un milagro, sea mejor ir atrás en el tiempo y disfrutar de maravillas como “Häxan”, cuando ni existía el cine de terror ni se le esperaba. En 1921 Dinamarca consiguió todo un hito cinematográfico con este polémico film. Benjamin Christensen indagó en uno de los más grandes genocidios que cometió la Iglesia en Europa. Se calcula que hasta ocho millones de personas murieron al ser sospechosas de brujería a manos de la Inquisición. Uno de los episodios más vergonzosos de la historia de la humanidad.

Esta película-documental, inclasificable, consta de siete partes en las que se expone la brujería desde el medievo y el trato a que eran sometidos los encausados. Es una mezcla de realidad y ficción que hoy podría ser considerada como falso documental. A través de una música inquietante y de unas escenas oscuras y lúgubres, van pasando por la pantalla toda clase de criaturas, brujas y escenas de Aquelarres y diablos. Por momentos puede parecer lenta pues hay incluso fragmentos en los que se muestran libros con viejos grabados, pinturas de la etapa oscura de Goya, Elbosco o Peter Brueghel. Escenas de recreaciones se funden con tratados de máquinas de tortura reales y pesadillas con brujas volando, diablos atormentando o la recreación de juicios por parte de los inquisidores. El mayor mérito del film es que muchas de sus escenas dan, incluso a día de hoy, miedo. A destacar también las reflexiones sobre que la vejez, la fealdad y la enfermedad mental eran los argumentos sólidos para condenar a los acusados, aunque también se subraya el hecho de que la belleza de la mujer fue otro argumento para mandar a la gente a la hoguera.

Christensen se basa en la novela “McTeague” de Frank Norris y en el tratado “Malleus Maleficarum” y anticipa un poco los postulados que Marvin Harris sobre la brujería. Harris sostenía que “el vuelo” de las brujas era un ungüento de somatotropina y que la escoba era un símbolo sexual, por eso quedaba entre las piernas. Así pues los vuelos eran químicos, no físicos. Definitivamente el film advierte del peligro de la incultura, del pavor a la diferencia y de la monstruosidad de la Inquisición. Quizá el caso más emblemático y reportado sería el de las brujas de Salem (novelado por Arthur Miller). Ya nunca volverán a hacerse películas tan maravillosas e inquietantes como Häxan, de esto podemos estar seguros. Recomendamos su visionado a ese extraño mundo de sombras en los que rompedores efectos de cámara, juegos de luces y maquillajes exagerados crean un mundo inquietante y diabólico. Fue venerada por los surrealistas y el gran cineasta danés Carl Theodor Dreyer la definió como poesía cinematográfica. Incluso apostaría a que se basó en el film de Christensen para sus célebres primeros planos de “Juana de Arco”. Obviamente la censura actuó ante la potencia de sus imágenes, que parecen salidas de los grabados de Goya.