Fin de año, fin de Motörhead
De entrada uno pensaba que el día de los inocentes daba sus últimos coletazos y que al entrar en la noticia de la muerte de Lemmy, ibas a encontrarte al “negro del pollón”. Pero, por una vez, nos ha jodido a muchos entrar y no encontrar la tranca caballuna, y darnos con la realidad en la frente: Lemmy se fue.
Esta mañana el móvil no paraba de vibrar. Uno intuye que algo ha pasado cuando desde las seis de la mañana te vas desvelando, sin mirarlo, arañando unas horas de sueño… Pero la cosa ha ido en aumento. De entrada uno pensaba que el día de los inocentes daba sus últimos coletazos y que al entrar en la noticia de la muerte de Lemmy, ibas a encontrarte al “negro del pollón”. Pero, por una vez, nos ha jodido a muchos entrar y no encontrar la tranca caballuna, y darnos con la realidad en la frente: Lemmy se fue.
He tenido la suerte de poder verle en directo en infinidad de veces. En Alemania, en Italia, Barcelona, con el avión Bomber, en salas medio vacías en los 90, en salas enormes más allá de 2005 y en la espantada de Wacken 2013 en la que tuvo que retirarse. En su siguiente Wacken (2014) repitió y podías notar en la voz que las cosas no iban a volver a ser nunca como antaño. Lemmy se apagaba a pesar de que Motörhead seguían adelante, tanto en estudio como en directo.
Lemmy siempre estuvo por encima del bien y del mal. Supuso ese eslabón que conectó el punk de los 70 con el heavy metal de los 80, con ese estilo reconocible y primitivo. Amplis en el 11 escupiendo una bola sónica que te atrapaba y en la que el no iniciado era incapaz de distinguir cuando acababa un tema y empezaba otro. Nunca cantó bien, pero su cazallosa garganta y ese bajo machacón son santo y seña del estilo que más amamos. Muchos saben que todos los discos de Motörhead suenan iguales… pero suenan a Motörhead.
Al igual que muchos coetáneos míos les descubrí siendo un niño cuando aparecieron en la serie mítica de la BBC “The Young Ones” (“Els Joves-Los Jóvenes”) en el capítulo “Bambi”. En todos los episodios daban cabida a bandas del momento y Motörhead interpretaban “Ace of Spades”. Demasiado para un crío de 9 años que disfrutaba más con las apariciones de The Madness, pero el continuo visionado del capítulo hizo que ese hombre feo de las verrugas, que cantaba afónicamente, me convenciera de que estaba delante de un himno y de una banda a la que seguir.
De todas las grandes cosas que hizo Lemmy quizá lo que quedará para el recuerdo es su actitud ante la vida. Pareció siempre que todo le importaba un pimiento y que moriría haciendo lo que siempre quiso hacer, por mucho que médicos, críticos, fans o periodistas le recomendaran lo contrario. Un tipo que atendía a las entrevistas mientras jugaba a las tragaperras o que en los ochenta colgaba pistolas y balas en el camerino tiene una mezcla de clase y salvajismo que inspiran respeto y que resultan inalcanzables para el resto.
Un pequeño ejemplo: Cuando Dee Sneider se cabreó en el Rock Fest con el roadie de Europe, le metió una reprimenda enorme (y en directo) para que parara de probar sonido. Lemmy en el 2001 en el Gods of Metal de Milán hizo lo mismo con un roadie de Judas Priest. Pero sólo utilizó una frase: “hey, colega, estamos tocando, baja el volumen…”. Obviamente todos nos giramos y el roadie de Judas desapareció. Esa voz atronadora, y esa mirada inquisitiva tras las gafas eran suficientes para poner pies en polvorosa.
Eran Motörhead y tocaban rock and roll… Está claro que su música le sobrevivirá y que pronto los ex-miembros y miembros del grupo van a hacer algo para seguir en la carretera defendiendo su legado. Veremos quiénes y bajo que nombre, e intuyo que Wacken van a ofrecer el mejor adiós posible con un show espectacular. Hoy habrá sonado Motörhead en todas partes, y mañana, que toca carretera, bajaremos las ventanas, subiremos el volumen y haremos sonar “Overkill”, “Going to Brazil” y demás himnos mientras apretamos el acelerador.
Gracias por durar tanto y por despedirte cuando tenías incluso el respeto de quienes nunca se llegaron a acercar a tu música.
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