Encuentros con leyendas del heavy metal en un bufet libre
Nuestros héroes son humanos, más humanos de lo que muchos de nosotros pensamos. Hughes puede ser un titán sobre el escenario, pero ante un bufet libre demostró toda su humanidad. Antes de cargarnos a Lemmy, Stanley, Hughes o Coverdale contemos hasta tres y recordemos que están en edad de jubilación y residencia.
Estamos muy malacostumbrados y tenemos siempre en mente que las grandes bandas de heavy metal siempre van a estar allí e incluso criticamos alegremente cuando un show no ha estado a la altura; siempre comparando con que, años atrás, les vimos, y estuvieron muchísimo mejor. Me llegué a quejar que Dio tocara al Kobetasonik alegando que ya lo había visto en infinidad de veces, del penoso nivel vocal de Coverdale en su última venida, de que Halford está muy estático últimamente o de que Paul Stanley termina siendo un esperpento a la que el show avanza. Pero hay momentos vitales en los que uno se da de bruces con la realidad y descubre que los 70 años de algunos artistas pesan igual para nuestros ídolos que para nuestros abuelos o padres.
Estamos acostumbrados a ver a esos grandes músicos en la palestra, dominando a audiencias, cercanos a un estado de semidioses, pero no somos conscientes hasta que punto el hecho de subirse a un escenario les supone un suplicio y un derroche de energía brutal al que hay que sumarle los años de excesos en su juventud. Glenn Hughes había tocado en el Calella Rock Fest y estuvo muy bien, a pesar que lejos del nivel de 2003, cuando literalmente me voló la cabeza y descubrí que su voz era de otro mundo. Es imposible compararlo con un recuerdo idealizado de hace 12 años… ¡pero la mayoría lo hacemos!
Mi encuentro con Glenn Hughes fue en el hall del hotel calellense yendo para el bufet libre. Hablamos brevemente y me firmó unos discos con desgana, y hasta cierto punto me sorprendió que ese venerable señor fuera el que el día anterior sentaba cátedra con “Mistreated” y “Burn”. “Estoy cansado” repetía y su asistente y acompañante le ayudaba en sus esfuerzos en dirección al bufet. Era la otra cara del héroe, torpe y cansado después de dar todo lo que podía dar la noche anterior. ¿Decepción ante un Hughes anciano y poco afable? Al contrario, todavía más idolatro a este coloso, a sus gafas pegado, y yendo a la caza de donuts. Se sorprendió al verme hacer pan con tomate pero no quise molestarle para contarle esta deliciosa tradición catalana. Una sonrisa cómplice bastó.
Nuestros héroes son humanos, más humanos de lo que muchos de nosotros pensamos. Hughes puede ser un titán sobre el escenario, pero ante un bufet libre demostró toda su humanidad. Antes de cargarnos a Lemmy, Stanley, Hughes o Coverdale contemos hasta diez y recordemos que están en edad de jubilación y residencia. Celebremos que todavía sean capaces de mostrarse como la imagen idealizada que tenemos de ellos: héroes.
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