Un libro que intenta ver más allá de la imagen de marca que ofrecen AC/DC: la de una banda que tan solo retocó unos licks de Chuck Berry y hace rock and roll simple para “los chavales”. Detrás encontramos a una de las marcas más asentadas del mundo de la música, del mismo modo que lo puede ser Nike en el deporte o Coca Cola en los refrescos. Una lectura de lo más interesante.

Pocas veces, en los últimos cuarenta años, se ha podido leer una entrevista con AC/DC realmente reveladora. La banda siempre se ha ceñido a una serie de tópicos sobre el rock and roll y cuatro chascarrillos graciosos, pero nunca ha entrado en materia con ningún tema referente a su gestión de uno de los mayores imperios de la música moderna. No hace tanto, en el año 2003, durante una rueda de prensa en Londres a la que asistí alguien les preguntó por su estructura económica y de qué manera participaban de los distintos negocios de la banda. Los miembros de la banda se miraron y Angus Young dijo algo así como “bueno, tenemos todo un disco que habla de ello y se llama ‘Dirty Deeds done dirt Cheap” ante las risas del público. Tema zanjado, chascarrillo empleado, cuestión obviada.

La realidad es que en el año 2012, sin siquiera salir de gira, AC/DC facturaron más de 200 millones de dólares. Las múltiples fuentes de ingresos de la banda (su catálogo discográfico físico y digital, el merchandise, las giras, los derechos de autor, las licencias de productos…) son una maquina de fabricar billetes y no casualmente la familia Young es citada como una de las más poderosas y adineradas de Australia. Pero si ves a Angus o Malcolm Young por la calle, los tomarías por indigentes. Y a Brian Johnson, el prototipo de camionero de bar, nunca lo situarías en ese nivel. AC/DC han hecho de la humildad su imagen pública, conocedores de que cuanto más simple sea el planteamiento (musical y de cualquier otro tipo) más cercanos serán al público. Es su hermano, George Young, uno de los más férreos guardianes del imperio de AC/DC. Un negocio familiar puro y duro.  Ni siquiera Alvin Handwerker, su mánager, decide sobre el futuro de la banda. Es su contable. Los hermanos Young deciden y valoran cada uno de sus pasos.

Todo esto y mucho más es lo que explica Jesse Fink en su libro “The Youngs: The Brothers Who Built AC/DC”, un impactante trabajo que muestra a AC/DC como nunca se les ha visto antes. Desde la revelación de que el diseñador de su mítico logo nunca ha recibido royalties hasta los comentarios de muchas personas implicadas directamente en el éxito de la banda a nivel mundial y que han sido aisladas de su entorno de manera drástica a lo largo de los años. Fink, con un ojo crítico sin igual pese a tratarse de un fan de la banda, usa los títulos de algunas de las canciones míticas de la banda para conducir la historia, finalizando curiosamente con “Thunderstruck”, el que según él es el último gran tema de AC/DC. El viaje escrito de Fink no pasa por alto el oscurecimiento de las letras una vez fallece Bon Scott y entra Brian Johnson. Tampoco pasa por alto el detalle de que Brian ya no compone ni recibe crédito en las canciones de AC/DC, algo que alude al increíble interés de los hermanos Young por acaparar el dinero que genera la banda. Sin lugar a dudas, un libro que intenta ver más allá de la imagen de marca que ofrecen AC/DC: la de una banda que tan solo retocó unos licks de Chuck Berry y hace rock and roll simple para “los chavales”. Detrás encontramos a una de las marcas más asentadas del mundo de la música, del mismo modo que lo puede ser Nike en el deporte o Coca Cola en los refrescos. Una lectura de lo más interesante.