Girar la esquina de Rambla con Tallers era, a menudo,una labor imposible. La marea de gente era eterna y llegaba hasta prácticamente la mitad de la calle. Los bares de alrededor (el Chisto y otros cercanos, como el mítico Castells de Bonsuccés) hacían negocio. La gente no solo compraba discos, sino que quedaba con sus colegas y se tomaba unas birras.

Hace catorce o quince años, quien suscribe estas líneas, inició su vida laboral de la manera más ideal posible: trabajando en una tienda de discos de la mítica calle Tallers de Barcelona. En aquel entonces, los cd’s estaban en su pico histórico de ventas en todo el mundo, poco antes de la llegada de Napster, Kazaa y Audiogalaxy. Tiempos felices. La calle, atestada de gente cualquier tarde pero especialmente la de los sábados, era un hervidero. El ambiente, eléctrico. Las tribus urbanas se entremezclaban: heavies, red skins, punks, góticos y de todo un poco. Mientras que aquel trabajo dio para escribir un libro en si mismo, lo que quiero reflejar en esta entrada es la pena por el declive de una calle histórica. Donde la música era un gran “enhebrador” social. Con el auge de internet y la redes sociales, aquellas tardes de ir a buscar discos y encontrar amigos, terminaron perdiéndose. Ahora son los conciertos, festivales y los bares los puntos de encuentro, pero las tiendas de discos han perdido su capacidad de atraer a gente, más allá de los enamorados del vinilo, los coleccionistas de cd’s y quienes sencillamente mantienen la costumbre de comprar producto físico. Cerró Music World ya hace muchos años, cerró Overstocks, cerraron otras más pequeñas. Revolver se mantiene con ciertas dificultades, mientras que Revolver Records, la pequeña, guarda cierta salud por su especialización. Algun valiente decidió abrir una tienda en plena crisis del negocio, como es el caso de Pentagram. Pero lo cierto es que lo que allí había, ya no esta.

Girar la esquina de Rambla con Tallers era, a menudo,una labor imposible. La marea de gente era eterna y llegaba hasta prácticamente la mitad de la calle. Los bares de alrededor (el Chisto y otros cercanos, como el mítico Castells de Bonsuccés) hacían negocio. La gente no solo compraba discos, sino que quedaba con sus colegas y se tomaba unas birras. Era la época en la que todo lo social que se podía ser en internet era un incómodo foro o el IRC. Seguía siendo infinitamente más ventajoso ver a tus colegas ante una mesa y unas cervezas. Intentar hacer algo así hoy en el centro de Barcelona es darse contra un muro de turistas que interrumpen el paso.

Y hasta el año 2006 o 2007, la cosa aún tenía su gracia. Especialmente cuando Tick Tack Ticket pasó a ser Ticketmaster y la distribución de entradas de conciertos pasó a centralizarse en unos pocos lugares (Fnac y otras grandes superficies) la cosa decayó abundantemente, casi como la última puntilla. Antiguamente, las colas para conseguir entradas de Judas Priest, de AC/DC, de Muse o de Björk en la calle Tallers eran eternas. Así como las firmas de discos. Gente como Bruce Dickinson, Nightwish, HIM o Gamma Ray aparecían por las tiendas de esa calle, especialmente Revolver, para realizar firmas. Hoy en día es prácticamente impensable que artistas de esa talla decidan poner los pies en una calle del centro de Barcelona.

Pequeños detalles que han ido robando la magia a una calle especial, donde muchos crecimos musicalmente, y cuya visita era casi un rito semanal para cualquiera que amase esta música.  ¿Cuáles son vuestros recuerdos de la mítica Calle Tallers?