Ahora que se celebran los 200 años de la Constitución Española de 1812, conocida como La Pepa, con la vorágine de noticias conmemorativas en los medios de comunicación para refrescarnos la memoria por si se nos había olvidado, llenando las calles de Cádiz por ser el origen, cabe ponerse a pensar en la importancia del dato. Mucha, sin duda. Lo que no sé si está claro, es si en este trayecto temporal, este país nuestro, se ha fortalecido y amoldado a esos principios, derechos y deberes que se redactaron de modo formal allá por 1978 con los tiempos que corren. Ya están desfasados, dirán algunos. Pero de todos es sabida la lentitud con la que nos tomamos las cosas en nuestra querida España.

Al hilo de tales efemérides, en este 28 de Febrero, día de Andalucía, servidor, andaluz hasta la médula y malagueño hasta las entrañas, se ha acordado para este blog de ideas y pensamientos libres, de otra fecha señalada: el 4 de Diciembre de 1977. Imagino que muchos, sobre todos andaluces, y gallegos por su parte, se acordarán de dicha fecha aunque no hubieran nacido. A otros le sonaran a chino, pero amigos míos, nunca es tarde si la dicha es buena, o por lo menos así se lo ha tomado la justicia en este caso. Y ahora os lo explico.

En dicha fecha, esta parte del sur de nuestro país llamada Andalucía, vino bien a reivindicar que oye, que queremos estatuto de autonomía, señalaremos este día como Día de Andalucía, y sacaremos las banderas, que después de una larga dictadura, algunos ni se acuerdan qué colores tiene. Y así fue. Los periódicos nacionales anunciaban la celebración, que costó lo suyo, no crean. Porque en Almería no se votó así, porque miren por donde, los muertos, de repente, salieron de sus tumbas, se censaron y votaron en contra. Cosas de la picaresca española y andaluza imagino. Lo curioso del asunto es que en Málaga, y eso que se suponía que ya estábamos en Democracia, estaba prohibido sacar la bandera de Andalucía en un día que se luchaba, precisamente, por el estatuto de autonomía de Andalucía. Pero ya se sabe, lo prohibido (aunque ilógico, díganme sino es natural celebrar algo con los enseres propios, llámese bandera en este caso) es lo más llamativo. He aquí que un joven de 18 años, a punto de cumplir los 19, que rodeado de 300.000 malagueños, saca y ondea la bandera de marras. Y he allí un disparo que le da de lleno y convierte la fiesta en funeral. José Manuel García Caparrós se llamaba el mártir de la autonomía, y después de casi 35 años se desconoce al asesino. Porque nadie vio nada, aunque todos supieran quien o quienes fueron. Porque nadie quería formar parte de las detenciones, palizas y amenazas que se sucedieron a continuación, por una policía dominada por la mano invisible del franquismo. Y por ende, el caso se archivó, (callen bocas que es lo mejor) y quien fuera, quedó impune.

Se cambió el día nacional de Andalucía, nadie quería recordar una fiesta donde hubo sangre. Pero tampoco se olvida, porque son tan importantes los muertos como los vivos.

Servidor ha querido contar esta Historia (sí; con mayúsculas) en un marco temporal donde, con algarabía y orgullo, se anuncia un cambio político en España, y posiblemente dentro de unas semanas, en Andalucía (flotan en el aire los fantasmas de los señoritos a caballo), lugar donde nuestros queridos políticos se dedican a remendar más que a remediar. Sean del color que sean. Son fechas distintas, celebraciones diferentes, lo sé, pero todas son piezas de un mismo puzzle. Que nadie me malinterprete, esto no es una declaración abierta que intenta politizar a nadie. Es un punto de vista y un humilde recordatorio de lo que fuimos y de lo que somos. Visto así, 200 años, parecen pocos.