Barcelona Rock Fest 2022 (sábado): Un épico final de festival con Kiss a un nivel superlativo
El día más esperado de Barcelona Rock Fest llegaba con Kiss, Judas Priest y Megadeth como trío punta de lanza en una jornada plagada de artistas de primer nivel y que, una vez transcurrido todo, provocó el éxtasis general de los fans en Santa Coloma con un cúmulo de conciertos que encandilaron a los presentes para concluir el festival dejando un gran sabor de casa y, sobre todo, felicidad en los rostros de quienes acudieron a esta edición del festival.
Diamond Head tuvo una papeleta complicada después de que no pudieran llegar a tiempo el día anterior y su concierto, dada la saturación que había el sábado en Can Zam, tuviera que situarse a primera hora antes del primer show que había previsto en el escenario principal. A modo de compensación, su slot duró más de la hora habitual y se alargó unos quince minutos más, y eso sirvió para que quienes habían decidido ir con tiempo al recinto pudieran disfrutar de los grandes éxitos que la banda desplegó en Barcelona Rock Fest.
No hay que engañarse en que, pese a la longeva trayectoria del grupo, mucha gente conoce sus temas gracias a Metallica, y eso hizo que los que han versionado los de San Francisco como «Helpless» o «Am I Evil» fueran los más coreados por encima del resto (bajo un sol abrasador que no dio tregua ni a los miembros del grupo ni al público).
El siroco del metal industrial llegado desde Alicante se materializó en el Rock Tent de Barcelona Rock Fest en la última jornada del festival. La formación alicantina Mind Driller, encargada de abrir la liga de conciertos de dicho escenario y diferenciada de otras compañeras del género en tanto que dispuso a tres vocalistas, se hizo rápidamente con un público voraz, presentando temas propios de su último trabajo de estudio, ‘Involution’, lanzado en 2019.
En escena, las almas del sexteto, enmascaradas durante gran parte del show, se tomaron la justicia por la mano respecto a “aquellos jueces sin carrera” capaces de dictaminar la verdad del mundo. Y es que la música fue canalizada por cada uno de ellos, en especial por Pharaoh, quien con un bajo lumínico de estampado egipcio y unos movimientos maníacos puso la carpa en pleno centro del ojo del huracán. En definitiva, una propuesta musical heterogénea en cambios de estética que no dejó indiferente a nadie.
Mala suerte tuvieron los franceses Disconnected, que tuvieron la difícil tarea de capear un escenario al sol de mediodía. Aparte de esto, el metal moderno de la banda no acabó de cuajar con una audiencia como la de Barcelona Rock Fest, mucho más amable con los sonidos más clásicos. Por ello, Disconnected se sintió desconectado de un público difícil, pero además se sintieron abrumados tanto por el clima como por un escenario principal que les iba grande. Muy probablemente todo habría sido muy distinto si se les hubiera vendido como un caramelito de la Tent, pero sea como fuere, el concierto pasó sin pena ni gloria en el día más grande del festival.
El sol dio un breve respiro para la actuación de Blues Pills, que asaltaron el escenario principal con su propuesta entre este retro que tanto se está poniendo de moda y el blues más clasicorro. Elin Larsson lideró la puesta en escena con una presencia animada y con unos curiosos bailoteos aguantando el calor con un poco práctico uniforme de manga larga y una pieza poco adecuada para el verano español.
Incansables e imparables, la banda hizo lo que el rock clásico hace mejor: triunfar haciendo lo más fácil. Desde la resultona «Proud Woman», que fue la responsable de captar la atención de todo el mundo, hasta «Dust», este curioso grupo internacional consiguió atrapar al festival con su propuesta sesentera, ejecutando una propuesta que bien podría haberse infiltrado en el Woodstock que coronó a Jimi Hendrix. Sorprendentemente, el sonido fue excelente, elevando un concierto que fue en línea ascendente, capturando poco a poco la atención de más gente
En la cañera «Bye Bye Birdie» hubo un momento de locura cuándo Elin bajó a liarla con un público extasiado por la marcha del tema, aún cuándo los propios músicos empezaban a tener problemas para mantener el ritmo del show bajo el calor abrasador de julio. Terminaron con un «Devil Man» que se sintió como la conclusión lógica de un show muy coherente y completo que dejó ganas de más, por lo que solo queda esperar que volvamos a verlos por aquí pronto para disfrutar de nuevo de su eléctrico directo.
La descarga de rock n’ roll continuó en el Rock Tent de la mano de The New Roses, formación originaria de Wiesbaden, Alemania. Con una puesta en escena sencilla en el marco escenográfico pero con un juego de luces impactante, el cuarteto germano puso el marco musical en primer plano en su última visita a la ciudad condal, que según Timmy Rough, vocalista y guitarrista, constituía un páramo que llevaban siete años sin pisar. Con todo, la espera terminó por todo lo alto.
Con un público entregado, la banda realizó un repaso de los principales hitos de su discografía, estableciendo para con la audiencia un mercado de compra-venta de almas a modo de juego de pregunta y respuesta melódica. Y es que el público se desmelenó con temas como “Life Ain’t Easy (For A Boy With Long Hair)” y quedó tan complacida que cuando el propio Rough demandó una lluvia de camisetas en la carpa, los asistentes alzaron sus prendas de ropa como si bandera se tratase. Un viaje lleno de adrenalina para aquellos amantes del rock clásico distorsionado.
Phil Campbell & The Bastard Sons salieron al escenario con su amplia progiene para desgranar durante una hora un buen puñado de clásicos atemporales de Motörhead, y aunque al principio fue recibido con entusiasmo, lo cierto es que poco a poco el público se fue apagando. Muchos se habían acercado, pero la fantasía se fue esfumando. Nos encontramos un poco con el dilema que ya hubo con Ross the Boss en el que un integrante de una banda famosa se dedica a tocar temas de su banda madre con un grupo de músicos sin rostro ni personalidad.
La experiencia al final no es muy distinta a un tributo, y aunque a todo el mundo le gusta escuchar «Iron Fist» o «Born to Raise Hell», el hastío pareció indicar que quizás va llegando el momento de dejar morir a ciertos grupos. Pese a estas cenizas declaraciones, al César lo que es del César, y el galés dio un muy buen concierto que atrapó a los no pocos acólitos de Lemmy que siempre pululan por Barcelona Rock Fest. Además, el concierto permitió que se airearan algunos temas menos conocidos de Motörhead y que no reciben el amor que se merecen, como un «We Are the Road Crew» que funcionó a las mil maravillas en directo.
Pero por supuesto, los grandes momentos vinieron de la mano de super clásicos como «Ace of Spades» o «Bomber», que por sus galones llegaron hasta el último rincón del festival. Finalmente, el queridísimo doble pedal de «Overkill» sirvió para culminar el show del galés y su prolífica familia, aún cuándo resultaba muy difícil quitarse de la cabeza que se había contemplado un extraño tributo a Motorhead.
Tener a la reina del heavy metal encima de un escenario siempre es motivo de celebración y la alemana no faltó a la llamada del festival para estar en él. A ritmo de heavy metal clásico, recuperando los grandes temas que sus Warlock registraron en la década de los ochenta y con una energía envidiable, Doro arrancó la maquinaria a ritmo de «I Rule the Ruins», «Burning the Witches» y una «Fight for Rock» en la que sus seguidores le rindieron pleitesía con el puño en alto.
Hubo tiempo para afilar los cuchillos con la eléctrica «Revenge», seguir levantando el puño con «Raise Your Fist in the Air» y acelerar las pulsaciones al compás de una «Metal Racer». Tras la tormenta llegó la calma con la preciosa «Für Immer», que no tardó demasiado a volver a encontrar la senda del metal con una «Hellbound» a la que le acompañaron las gargantas de sus fieles que le han acompañado a lo largo de todos estos años o que, sencillamente, se han incorporado a la familia durante los mismos.
El tramo final fue la máxima expresión de la celebración rockera en la que se convierte cualquiera de sus shows, con «All We Are» haciendo temblar los cimientos del recinto con su pegadizo estribillo, tan simple como poderoso al que resulta muy difícil no sucumbir. «Earthshaker Rock» sonó potente como perfecto aperitivo para una «All for Metal» que supuso el toque final a una actuación que no hizo más que caldear un ya por si suficientemente caldeado ambiente ansioso por lo que aún estaba por llegar.
Teniendo en cuenta que competían contra nada más y nada menos que con la reina del metal, la afluencia para ir a ver a Ciclonautas era más que notable y el grupo supo responder. Su propuesta más íntima aunque menos apabullante respecto al resto del cartel se tornó efectiva al saber sacar el máximo de una Rock Tent que rindió a niveles de sonido. En muchos sentidos su actuación recordó a la que Orange Goblin había hecho el día anterior, capturando con mucha solvencia al público con una propuesta sencilla pero resultona. La banda se relacionó con mucha sencillez con el público, no perdiendo así su punto de proximidad que se consigue con el público de casa.
Angelus Apatrida tocaron y vencieron en un Barcelona Rock Fest que se rindió ante el poderío de los de Albacete, y es que es todo un orgullo que este país cuente con un representante del thrash metal más clásico de este nivel que hace ya un buen puñado de años que rompió todas las fronteras. Y más que merecido que lo tienen. Que Guillermo es un frontman increíble es algo nadie pone, o debería poner, en duda, pero es que la dupla a las seis cuerdas que forma con David no tiene nada que envidiable a cualquier banda internacional de renombre.
Y no hay más que escuchar canciones como «Bleed the Crown», que abrió su recital, o la aplastante «Indoctrinate» que no hizo prisioneros entre circle pits que, poco a poco, iban adueñándose del lugar. Les dió tiempo para repasar la mayoría de trabajos de su discografía, ejecutando con tanta agresividad como calidad composiciones de la talla de «One of Us», «Vomitive», la poderosa «Of Men and Tyrants» o la más reciente «Childhood’s End». Eso sí, no tenían mucho intención de dejar un segundo de respiro, y «Violent Dawn», «We Stand Alone» o «Give ‘Em War» sonaron dispuestas a dar guerra. Y vaya que la dieron.
El compás inicial de «Sharpen the Guillotine» fue ejecutada, no hay mejor forma de definirlo, dispuesta para hacer rodar las cabezas, y es que la base rítmica formada por el bajo de José y la batería de Víctor suena aplastante, especialmente en directo, como un motor perfectamente engrasado. Tocaba despedirse, desgraciadamente, y no hay mejor forma de hacerlo que con ese puñetazo en forma de canción llamado «You are Next». Bendita violencia sonora.
La Rock Tent vibró de nuevo de la mano de Bullet. La formación sueca de heavy metal retomó los escenarios de Santa Coloma de Gramanet tras la cancelación de su espectáculo en la primera jornada del festival debido a problemas logísticos. Con un público entregado y numeroso, a pesar de la actuación colindante de Megadeth, los suecos se dispusieron a realizar un repaso de su discografía con especial incidencia en su último trabajo de estudio ‘Dust to Gold’, publicado en 2018.
Con la atronadora voz de Hell Hofer a la cabeza y Hampus Klang y Alexander Lyrbo a la guitarra, el headbanger dio inicio en un setlist que no había sido antes presenciado en la carpa. A pesar de no contar con la participación del guitarrista original de la banda Erik Almström, tal y como había sucedido en la celebración del veinte aniversario de la demo “Heavy Metal Highway”, la solidez de Gustav Hector (bajo) y Gustav Hjortsjö (batería) reafirmó la calidad de la banda augurando una carrera longeva y un directo impecable.
Sin duda, la actuación de Mustaine y compañía era una de las más esperadas del festival, y muy probablemente en cualquiera de los otros días habría captado toda la atención. Tal expectativa es normal cuando Megadaeth abre el concierto con todo un temazo como «Hangar 18» que aunque al principio sonó algo floja, remontó hasta empalmar a la perfección con un «Dread and the Fugitive Mind» que funciona muy bien en directo.
La banda vino con una pantalla gigante que no dejó de reproducir imágenes a lo largo de las canciones, siendo especialmente resultona en un «Sweatong Bullets» en el que fueron apareciendo desde rostros de personas hasta fragmentos del videoclip. Fue en estos momentos en los que a Dave Mustaine se le comenzó a notar falto de aire y con dificultades para acometer ciertas notas. Aún en temas amables con su voz como «Dystopia», se le ve incómodo y al límite detrás del micrófono.
Le siguió una «Trust» con una intro larga y misteriosa solo para que al concluir Dave protagonizará el momento del concierto. Como ya ha ocurrido en otras ocasiones en este festival, el señor Mustaine decidió encarar a uno de los técnicos que estaba haciendo pruebas de sonido mientras ellos tocaban, llegando tan lejos como detener el concierto hasta que los mismos dejaran de tocar. Aún después de que se detuviera la prueba, Dave se dedicó a hacerle la peineta y otros gestos no muy amables, concluyendo frente al micrófono que era un pedazo de mierda amateur. Como represalia, parece ser que el técnico le desenchufó el Jack del amplificador justo antes de que encararan «Symphony of Destruction».
Tras el incidente, James LoMenzo aprovechó para dirigirse al público e introducir «Peace Sells… But Who’s Buying” a la que le siguió un «The Mechanix» considerablemente más lenta de a lo que nos tiene acostumbrados la banda, y en el que las líneas vocales se trababan hasta lo inteligible. «Holy Wars» trajo el fin de un concierto que, entre discusiones y el solo tener una hora para un grupo así, hizo que el espectáculo se sintiera algo corto, si bien más servicial que bueno, siempre y cuándo sigamos siendo un poco exigentes con Dave Mustaine.
El sacerdote de Judas retomó el catecismo en uno de los puntos culminantes de la última jornada de Barcelona Rock Fest, celebrada el pasado sábado 2 de julio. Con su gira “50 Heavy Metal Years”, la formación británica dio el disparo de salida a un afilado setlist con “One Shot at Glory”, track incluido en el mítico álbum de la banda ‘Painkiller’ (1990). Y con una batalla de lágrimas y el viento de Santa Coloma de Gramanet en sobreaviso, la audiencia del escenario Fest fue bendecida con cortes como “Lightning Strike” y “You’ve Got Another Thing Comin’”.
Entre pieles cubiertas de cuero y riffs rápidos y furiosos, Judas Priest continuó quemando ruedas con “Freewheel Burning” y el esperadísimo “Turbo Lover”. Con todo, la audiencia general se vio sumida en la más profunda oscuridad en vistas de los problemas técnicos que azotaban las pantallas que custodiaban ambas secciones del escenario, provocando que aquellos espectadores situados en posiciones con visibilidad reducida tuvieran que limitarse a la escucha de los temas.
No obstante, los éxitos no dejaron de sucederse. A continuación, “Hell Patrol” nos permitió disfrutar de la banda en perfectas condiciones: Halford cortó el sonido con una voz punzante y, por su parte, Richie Faulkner, ya recuperado de sus problemas de salud, ejecutó intrincados riffs recuperando su título en la patrulla del infierno (“Hell Patrol”).
Pecado tras pecado, la formación británica se inmiscuyó en “Victim of Changes”, track que dio paso a una sección de versiones en la que destacó “The Green Manalishi (With the Two Prong Crown)” de Fleetwood Mac y “Diamonds & Rust”, originalmente compuesta por Joan Baez. Tales temas constituyeron el prólogo del esperadísimo “Painkiller”. Y es que más rápido que una bala, Scott Travis, mitad hombre y mitad máquina, ofreció el analgésico necesario tras dos años de pandemia.
Por su parte, el encore contó con la intromisión de “The Hellion” y la visión particular de “The Electric Eye”. En este contexto, el Infierno hizo sus más sinceras reverencias a los atuendos de cuero y el público se preparó para recibir la visita de los dioses tras la entrada de Halford a bordo de una Harley Davidson. Más concretamente, del único Dios que en materia importa: el mismísimo Glenn Tipton, antiguo miembro de la formación. El músico británico se unió a la banda para interpretar los tres últimos temas de la velada: “Metal Gods”, “Breaking the Law” y “Living After Midnight”. Un setlist que rompió las barreras de la ley y dejó a la audiencia con ganas de más.
La inmensa multitud que compone la Kiss Army ya se agolpaba impaciente ante el escenario principal, que con los acordes de «Rock and Roll» por la PA ya mostraba ganas de fiesta avisando de lo que estaba por venir, pues en cuánto «Detroit Rock Coty» se materializó en el escenario, toda la experiencia Kiss comenzó a ocurrir y no se detuvo. El telón cayó y el escenario apareció transformado, con la banda en plataformas y explosiones por doquier. Las cosas no se calmaron en una explosiva «Shout It Out Loud» , pese a que antes de la queridísima «Deuce» sí que hubo tiempo para hablar un poco de castellano y ganarse al público a halagos.
La gigantesca pantalla que trae la banda consigo no dejó de intercalar imágenes del concierto con clips antiguos de la banda, poniendo de relieve los años de trayectoria de los americanos en el contexto de esta gira de despedida. Una buena ración de llamaradas acompañó al inicio de»War Machine», a la que le siguió una «Heavens On Fire» que devolvió la marcha discotequera y la voz cantante a Paul Stanley, que a aquellas alturas estaba rindiendo a una solvencia increíble.
«I Want It Loud» puso a cantar a las miles de almas que se estaban deleitando con el espectáculo de Kiss, en la que sería la primera de muchas experiencias de cántico grupales. La visita a los Kiss del s.XXI con «Say Yeah» enfrió un poco al público, pese a que la banda lo puso todo de su parte para que las revoluciones siguieran al máximo, aunque con «Cold Gin» pronto todo volvió a estar sobre máximos. Un espectacular solo de Tommy Thayer sirvió para disparar una ronda de petardazos desde su guitarra e introducir a «Lick It Up», que mantuvo al público entregado aún en sus secciones extendidas.
Un mar de palmas recibió a «Calling Doctor Love», en la que Gene Simmons puede hacer gala de que, pese a todas las críticas, sigue manteniendo su cuerdas vocales en plena forma, a la que le siguió la tranquila y sentimental «Tears Have Fallen». La pirotecnia regresó con «Psycho Cyrcus», la canción de aquella ya lejana gira de reunión sobre la que tanto se construyó, a la que le sucedió un solo de Eric Singer que lo cierto es que, pese a su proezas voladoras, se hizo algo largo, aunque también sirvió para introducir a «100.000 years», a sus llamas y a Paul Stanley ejerciendo solo de cantante.
Gene Simmons hizo un poco de ruido con el bajo mientras vomitaba sangre para presentar a «God of Thunder», en la que éste se fue por los aires para cantar desde una plataforma en lo más alto. Paul reclamó al público que grite su nombre para acudir volando a la plataforma que hay situada en medio de la audiencia con el principio de «Love Gun», el primero de los grandes momentos con los que Kiss iban a ir dirigiendo al público hacia el desenlace de su concierto.
El juguetón inicio de «I Was Made for Loving You» supuso una continuación de un mismo nivel de espectacularidad, dando paso a una «Black Diamond» que empezó íntima solo para estallar en espectacularidad, con un Eric Singer rindiendo a un gran nivel en la voz. Prueba de ello es su momento de épica culminación con piano de cola incluido que trajo consigo «Beth», que en el contexto de la despedida se sintió muy emotivo. «Do You Love Me» arrojó una andanada de pelotas hinchables sobre el público, con un tono jovial y juvenil, solo para servir de aperitivo a la fiesta de confeti y pirotecnia que fue la queridísima «I Wanna Rock and Roll Allí Night».
Lejos de los focos de los grandes escenarios del festival la música en directo volvió a la carpa que, sorprendentemente, presentaba una más que notable entrada para disfrutar de la actuación de los daneses D.A.D que arrancó alternando clásicos de su dilatada trayectoria como «Riskin’ It All», «Jihad» o «Written in Water» con otros fe cosecha más actual como la rockera «Burning Star». Todas con un denominador común, eso sí, y es su hard rock de tintes glam siempre salpicado por su sello tan personal.
Poco parecía importar que esta fuera ya la última jornada y las agujas del reloj marcaran ya bien entrada la madrugada porque la gente pedía más y los hermanos Binzer y compañía, con Jesper al frente, estaban dispuestos a seguir con la fiesta. Las guitarras y el estribillo de «Everything Glows» sonaba con fuerza, al igual que una potente «Sleeping My Day Away» que poco o nada le tenía que envidiar. Y para terminar una cosa quedaba clara y es que no, «I Won’t Cut My Hair», al fin y al cabo, ¡esto es rock and roll!
Obús tuvieron la papeleta de sustituir a Medina Azahara, que habían sido anunciados para hacer lo propio con Saxon (que no acudieron por covid) pero que en el último momento, a pesar de confirmar con escasos días su presencia, dejaron sin su show al público de Santa Coloma. A Obús eso le dio igual. Fortu tiró de su experiencia sobre las tablas y, a pesar del esfuerzo que supuso para la formación llegar al festival tras recorrer prácticamente España entera, el grupo hizo lo que mejor sabe hacer.
Himnos del heavy metal patrio como «Vamos Muy Bien» o «Dinero, Dinero» no fallan con un público como el que se reúne en Can Zam en cada edición, y en esta ocasión tampoco. La afluencia bajó porque parte de la gente se fue después de Kiss y otros tantos habían ido a la Rock Tent, pero la masa no fue nada desdeñable dada la gran afluencia del sábado en el festival.
Y para despedir la fiesta de este Barcelona Rock Fest pocas cosas pueden haber mejor que hacerlo al ritmo de un a de las bandas más grandes del planeta, AC/DC, con una de sus bandas tributo más interesantes del panorama nacional, The Wires, y con un público que parecía negarse a dar por cerrada esta nueva edición, dejándose la garganta en todos y cada uno de los estribillos de esas canciones que forman parte de la historia del rock.
Es imposible no dejarse llevar por grandes clásicos como «Dirty Deeds», «Shoot to Thrill», «You Shook Me All Night Long» o «Thunderstruck», por citar tan sólo algunos ejemplos. Pero si encima tienes en el escenario a una banda que lleva su amor por la original en prácticamente cada gesto, forma de tocar e incluso de vestir, aquello solo puede terminar en una fiesta por todo lo alto, entre amigos, cervezas y risas, allí arriba y, por supuesto, también entre el público. A muchos les tocó después ponerse rumbo a esa «Highway to Hell» que es la vuelta a casa con sabor a despedida pero con la satisfacción de un festival que había concluido dejando entre los presentes sonrisas perennes.
Texto: Marc Fernández, Lorena Mendoza y Lluís García
Promotor:Barcelona Rock Fest
Día:2022-07-02
Hora:14:05
Sala:Parc de Can Zam
Ciudad:Santa Coloma de Gramenet
Puntuación:9
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