Avatar: “Una vez compuse una canción tan mala que me tuve que ir de la banda durante un par de horas”
Parecían una broma. No lo son. Y cuando nos damos cuenta ya nos han pasado por encima.
No es fácil. Estás en un festival gigantesco repleto de grandes bandas. Tienes a In Flames, a Apocalyptica, a Ministry, a Suicidal Tendencies y, como cabezas de cartel, a uno Prophets Of Rage que hacen vibrar el recinto como pocos. Es la 01:30h de la madrugada. El público se divide entre un escenario en el que actúa NOFX con todos sus himnos de punk-rock post-adolescente y los que van quedando desperdigados por el recinto tras el fin de show de los cabezas. Y te toca salir al escenario. Escenario secundario, al que hay que desplazarse específicamente. Y lentamente, la gente va llegando. Los curiosos. Los que vienen de NOFX. Los que venían de Prophets Of Rage. Los que estaban viendo a Blaze Out en el escenario de al lado. Persona a persona se va congregando una gran masa y a medida que vas tocando, la intensidad va creciendo exponencialmente.
Yo estaba en el escenario de al lado, preparando mi set de DJ para cerrar esa última jornada del primer Download Festival Madrid. Hasta aquel momento no le había prestado demasiada atención a Avatar. Conocía ‘Black Waltz’ y ‘Hail The Apocalypse’ pero el más reciente ‘Feathers And Flesh’ me había dejado algo indiferente -como le sucedió incluso a algunos de sus fans-. Por cuestiones varias, no había llegado a verles en directo junto a Avenged Sevenfold y Five Finger Death Punch cuando actuaron en 2013 y no era consciente del nivel de agresividad que suponía un directo de estos tipos.
Antes del concierto había podido hablar brevemente con Johannes Eckerström en los camerinos del festival y me pareció un tipo simpático y extraño a partes iguales. Un poco nerd, un poco geek, pero con esa mirada que te recuerda a algún que otro potencial asesino en serie de esos que aparecen de un día para otro en las noticias como responsables de alguna tragedia en un apacible pueblecito centroeuropeo. Si le sumas el maquillaje y esa sonrisa siniestra más cercana al temible payaso de “It” que a Kiss, lo que obtienes es algo que te genera tanto rechazo como atracción. Y esto sin comenzar a valorar la música siquiera. Riffs que se desmoronan para rearmarse nuevamente sobre una base de batería tremendamente técnica y agresiva, una voz que va lo destructivo a lo melódico con la misma habilidad que tenía King Diamond para alternar tonalidades extremas, estructuras que pueden asemejarse a lo progresivo pero que no terminan de serlo enteramente… lo de Avatar es un compendio curioso. Y tremendamente llamativo.
Ahí estaba Johannes, a medio maquillar, a medio vestir, en un camerino-carpa de esos que son tan habituales en los festivales. “Mucha de la gente que nos verá hoy nunca habría venido a uno de nuestros shows en clubs. No son nuestro público habitual”, me decía. “Tenemos que ser muy buenos para que la gente quiera volver a vernos.
La imagen nos sirve para crear una curiosidad general, un interés en la banda”, razonaba. “Cuando creamos esta imagen lo que intentábamos era visualizar la música de una manera muy extrema. Evidentemente crecimos con Kiss, Alice Cooper, Rammstein y Slipknot. Y lo bueno de esas bandas que su imagen tiene todo el sentido del mundo con su música. Todo encaja. Todo hace click. Todo es real”.
Tan real como que cuando Avatar salieron al escenario el lugar estalló irremediablemente. Durante una hora, el escenario tres del complejo de la Caja Mágica fue de Avatar. Los escandinavos machacaron sin piedad al público y el público se dejó machacar como una cucaracha atrapada en una esquina sin salida. En el frontal del escenario, cuatro tipos moviendo sus greñas en círculos al unísono e interpretando “Let It Burn” y “Smells Like A Freakshow”. La gente extasiada. Y yo en el escenario de al lado pensando “¿cómo demonios sigues a una banda como esta?” (truco: poniendo Rage Against the Machine y Pantera a todo trapo nada más acabar su concierto).
“Sentí que algo cambiaba aquel día”, recuerda Johannes sobre el show del Download en Madrid. Tras ese concierto, en la siguiente gira, todos los conciertos estuvieron llenos o casi llenos. “Las cosas han cambiado por nuestra persistencia en el tiempo”, explica. “Artísticamente, algo cambió con ‘Black Waltz’ pero de eso hace más tiempo. Creo que para entender esto deberíamos tratar el concepto de articulación. Hemos tenido que entender quienes somos para saber mejor lo que tenemos que hacer como banda. Eso nos ha permitido hacer mejores canciones y crear ese paquete que son todas las grandes bandas.
Las grandes bandas son muchas cosas metidas en una caja. Si te hablo de Rammstein eso comprende las canciones, los directos, los videoclips, etc. Si te hablo Slipknot, sucede lo mismo. Si te hablo de Metallica, todo encaja en una cajita. La manera en que luce, la manera en que sabe, la manera en que huele… todo encaja. Eso comenzó a suceder cuando nos volvimos más cohesivos como banda y eso es lo que nos ha acercado a la gente. Ser una identidad reconocible. Lo de las caras pintadas es algo que la gente asocia a algo determinado y tienes que dejar que la gente te valore y te dé a una oportunidad.”
“Avatar es un teatro en directo pero las historias vienen de nosotros y nadie está haciendo un rol. Mostrar quienes somos en la música es algo que funciona para nosotros. La mayoría de bandas de metal, incluso los titanes de la actualidad, han ido cocinándose a fuego muy, muy lento. Todo el mundo empieza por abajo y escala lentamente. Eso sí: una vez la bola de nieve comienza a rodar, el desarrollo es rápido y el boca oreja hace que la banda se dé a conocer exponencialmente”.
Camino al cielo
Avatar se han ido propagando en los últimos tiempos como una pandemia en una sociedad adormilada y dividida. “La manera en que se propaga el coronavirus es la misma manera en que se propaga una banda”, advierte Eckerström. Desde el mencionado ‘Black Waltz’ la carrera de la banda ha ido en ascenso imparable. Con ‘Hunter Gatherer’, grabado en Los Angeles junto a Jay Ruston como productor (habitual de Stone Sour) las apuestas han subido todavía más. En unos años cabeza de cartel de algún festival. También os reíais con Ghost y Parkway Drive y mira… No siempre fue así.
“Alguien escribió una reseña de nuestro primer disco en un webzine y creo que ni había escuchado el disco. Dijo que éramos tan malos que parecíamos la edad de cristal para esta generación, seguido de un montón de basura”, recuerda el vocalista y compositor. “En nuestra primera gira europea actuamos en Glasgow como teloneros de Impaled Nazarene y no había casi nadie en el público. Los pocos que habían nos señalaron, se rieron y se fueron al bar. Además, nos cortaron el sonido antes de acabar y todo fue horrible. La intro comenzó mientras no me había cambiado ni los pantalones. Creo que peor que eso no ha habido nada.
Para componer buenas canciones has de componer muchas canciones malas”, racionaliza el músico. “Luego vas descontruyendo lo que has hecho y ves lo que funciona y lo que no. Una vez compusimos una canción que causó que John y yo dejásemos la banda durante un par de horas. Lo bueno es que esa situación fue la que nos instigó a empezar el viaje que terminaría siendo ‘Black Waltz’. En ocasiones has de tocar fondo para resetearte. Ahí tienes el titular: ‘una vez compuse una canción tan mala que me tuve que ir de la banda durante un par de horas’” dice riéndose.
La charla es tan extraña como todas las que se tienen en esta época que nos ha tocado vivir. El vocalista sentado en su habitación de casa, el periodista sentado en su terraza con el perro ladrándole a los vecinos del piso de abajo mientras tienden la ropa. Ah, el glamour del show business. Lo que tendría que haber sido un interesante cara a cara en algún hotel europeo terminó siendo un cara a cara en la aplicación de moda para videoconferencias. Pero qué le vas a contar sobre rarezas al frontman de Avatar. Su manera de vivir la pandemia ha sido un poco distinta a lo que esperarías por su temible personalidad escénica.
“Cuando eres joven y todo el mundo te dice que eres genial, que eres grande, que eres un genio, terminas creyéndotelo. Así terminas convirtiéndote en Axl Rose o Justin Bieber: la adulación crea un monstruo”
“Yo vivo en Finlandia, así que el confinamiento fue algo a medio camino”, explica Johannes. “Ni fue como en Suecia, con todo abierto, ni fue como en Italia, con todo cerrado. Pude trabajar durante una parte de este periodo en un geriátrico local, lo cual hizo que el miedo y las precauciones fuesen más extremas para mí que para otras personas. Ahora estoy trabajando en la banda a tiempo completo de nuevo, lo cual cambia el nivel de estrés razonablemente. Puedes tener mala suerte y ponerte muy enfermo pero cuando estaba trabajando en ese geriátrico, la gente realmente podía morirse si pillaban algo. Esa responsabilidad era mayúscula pero yo y mis colegas de trabajo lo pudimos capear bien.
Me dedicaba a los cuidados básicos de gente anciana”, detalla el músico sobre su labor en la residencia. “Les asistía en su vida diaria. Lo que hacía ese trabajo interesante para mí es que te recuerda la existencia de la muerte. Cuando no estás acostumbrado a trabajar alrededor de ello puede intimidar. Pero nosotros no lidiamos con la muerte en un geriátrico, con eso lidia una funeraria. Nuestra labor es traer el máximo de vida que podamos en ese contexto, donde la tristeza y el dolor son grandes y la vida limitada. Hay que crear una chispa con la que hacer que los días cuenten y sean memorables. Gracias a ello aprendí a tocar mejor el piano, por ejemplo”, se ríe.
“Fue una especie de terapia, porque lo necesitaba”, justifica. “Me ayudó. Hacerlo a tiempo completo fue posible mientras la banda no estaba trabajando pero ahora tengo que volver a concentrarme en el grupo”.
“He estado en la banda durante mucho tiempo y hemos trabajado mucho. Poder hacer otra cosa totalmente distinta y ganar algo de dinero adicional no era mala idea si podía encontrar un valor en el trabajo que iba a hacer. Cuando no trabajo con la banda, trabajo con gente: he trabajado en escuelas, en guarderías, en campamentos de niños con necesidades especiales y en geriátricos. Me gusta trabajar con seres humanos. Pero tienen que ser cosas que me permitan trabajar con la banda, porque Avatar es la prioridad en mi vida. No puedo trabajar a tiempo completo en ninguna parte así que al final estoy en sitios donde puedo trabajar por horas, por así decirlo. Pero claro, he de trabajar 60 horas a la semana para poder sustentarme”.
¿Son la misma persona?
El contraste entre el Eckerström introvertido de aquella entrevista en Download o del Johannes que cuida ancianos en Finlandia con el personaje escénico es considerable. Siendo la industria de la música y las giras una pequeña burbuja irreal ¿son estas ocupaciones una manera de mantener la cordura?
“Hay que ver las cosas con perspectiva”, responde. “Cuando editamos nuestro primer disco yo tenía 19 años. Jon acababa de cumplir 20 años. Los otros chicos estaban a punto de cumplir 19 años. Éramos muy jóvenes. Estoy contento de que, con tanta juventud, consiguiésemos convertirnos en una banda tan exitosa como la que somos ahora.
El negocio de la música adora la juventud”, comenta. “En el contexto del metal es distinto, porque un chaval de 14 años puede adorar a una banda legendaria con músicos de 70 años. Nuevos chavales descubren a Black Sabbath cada día y los viejos rockeros descubren a nuevas bandas. No obstante, en general, el negocio de la música venera la juventud. Es por ello que muchos de los artistas que abundan y que necesitan un par de bofetadas por sus actos deben su comportamiento a un éxito comercial muy temprano en la vida. Cuando eres joven y todo el mundo te dice que eres genial, que eres grande, que eres un genio, terminas creyéndotelo. Así terminas convirtiéndote en Axl Rose o Justin Bieber: la adulación crea un monstruo. Es complicado madurar dentro de un contexto como ese.
El metal es distinto porque hay una cultura del esfuerzo distinta: la gente no vive de componer éxitos, sino de componer canciones que aguanten el paso del tiempo. Cuando subimos al escenario y tocamos ‘Hail The Apocalypse’ observamos que sigue siendo un tema relevante para el público, pese a tener ya seis años de antigüedad. No se compuso con la idea de que fuese un hit o de que fuese relevante y el resultado es ese: que se mantiene intacto al paso de los años. En el metal te has de ganar poco a poco el respeto y la credibilidad. La gente ha de conocerte y confiar en ti. Te conocen por tu arte, no por aparecer en un determinado reality televisivo y eso cambia mucho las cosas. Esa relación entre banda y público se construye con el tiempo.
Mira a una banda como Behemoth”, ejemplifica. “Parecen una banda actual, pero llevan un montón de años. Hace años tocamos en un festival con ellos en Suecia, bajaron del escenario, cogieron unos sandwiches del catering, subieron a la furgoneta y pusieron rumbo al siguiente concierto. Han pagado sus deudas, se han roto los cuernos trabajando. Por eso ahora están donde están. El metal, en general, atrae a perfiles artísticos, en lugar de putones”, se ríe. “Siempre hay buen metal porque las bandas tienen una gran dedicación y emplean grandes esfuerzos para ganarse el respeto del público del estilo. La competición es fiera y has de trabajar duro”.
Justo a tiempo
El último disco es un paso más en la carrera de un grupo que ha optado por una propuesta que no es comercialmente fácil pero que no deja de crecer en seguidores. Las canciones que componen el álbum son variadas y variables pero captan tu atención desde el primer segundo.
La banda ha grabado, además, tocando junta en el estudio para replicar las dinámicas de los shows en directo. Con temas tan complejos como “Silence In The Age Of Apes”, es todo un logro. Y no solo eso: además han registrado todo el trabajo en cinta analógica, como en los viejos tiempos. ‘Hunter Gatherer’ tiene un toque deliciosamente humano sobre pese a tratarse de un disco brutal, semi industrial en ocasiones y tan diverso en géneros e influencias que Avatar comienzan a ser inclasificables.
‘Hunter Gatherer’ resume toda la variedad de la propuesta de Avatar a la perfección. Desde el gancho martilleante de “Scream Until You Wake” al throwback de “When All But Force Has Failed” (que podría estar perfectamente en ‘Black Waltz’ y parece una versión acelerada de “Let It Burn”) pasando por la siniestra “Colossus” y la teatral “God Of Sick Dreams”, el disco es una obra interesante para gente que tenga los oídos bien abiertos y tenga pocos prejuicios estilísticos.
“Este disco está compuesto para la gran masa de cinco personas que componemos la banda. Y nadie más”
“Terminamos de grabar justo antes de navidades en Los Angeles”, explica el vocalista desde su casa en Finlandia. “Luego grabamos las voces en Helsinki a mediados de enero y Jay se tomó un descanso antes de empezar a mezclar. Todo estuvo masterizado y completado a finales de febrero”.
Aunque la pandemia estaba planeando sobre el planeta, la banda finalizó las grabaciones justo a tiempo y no quiso posponer el disco más allá de lo necesario por cuestiones de fabricación y distribución.
“Habíamos estado publicitando todo el tiempo que estábamos componiendo, grabando, mezclando y demás a través de las redes ¿qué sentido tenía parar de golpe y quedarnos en silencio durante un año? No habría sido muy honesto para los fans decir ‘hey, podríamos promocionar mejor nuestra gira si editamos el disco en 2021’”, ofrece Eckerström.
“Tuvimos que retrasarlo ligeramente, ya que las discográficas necesitan de seis a ocho semanas para preparar un lanzamiento -como mínimo”, detalla. “A mediados de marzo se cerraron las fronteras, la gente comenzó a morir en masa y la expansión del virus se multiplicó. Las cosas no eran como ahora, era el absoluto caos. No teníamos ni idea de cuándo podíamos editar el disco así que esperamos un poco para anunciar la fecha por motivos puramente prácticos y editarlo en agosto”.
Si bien el sonido se ha ido puliendo progresivamente, las guitarras y las estructuras de los temas parecen tener un acento americano mucho más marcado. Algo que no debería extrañar a nadie cuando el productor es el mismo que el de Anthrax o Slipknot.
“Cuando componemos canciones tenemos tendencia a no pensar en nada más que los miembros de la banda queremos escuchar”, dice el vocalista. “Nuestra buena relación con Norteamérica comenzó con ‘Black Waltz’, a decir verdad. Cuando observo el metal americano, me siento muy europeo. No veo una banda con la que tengamos un paralelismo musical claro, sino que me siento todavía más europeo”.
“No hay una intencionalidad en nuestro sonido”, se defiende. “Al tratarse de un disco más agresivo, más articulado artísticamente, es posible que el sonido sea más directo, más impactante y eso casa con lo que es habitual en una parte del sonido del metal americano. Las bandas americanas son mejores a la hora de hacer metal confrontacional que las bandas europeas. Los europeos somos más introvertidos, más matemáticos. El disco es introspectivo en las temáticas pero es muy agresivo en las maneras. Tenemos el corazón en la mano en este disco. Eso es lo que escuchas. Este disco está compuesto para la gran masa de cinco personas que componemos la banda. Y nadie más. Tomamos la actitud de ‘hey, si nos gusta esto, quizá a alguien más podría gustarle’.
Nosotros somos quienes tenemos que vivir con este álbum el resto de nuestras vidas”, prosigue. “El resto del mundo puede dejar de escucharlo y seguir con sus vidas, como hicieron con ‘Chinese Democracy’. Lo escuchas, dices ‘uh, esto no era tan bueno’ y sigues con tu vida”, dice entre carcajadas. “Axl Rose es quien tiene que estar ahí y ser responsable de editar esa abominación, pero el resto del mundo sigue con lo suyo. Queremos estar seguros de que podremos mirar atrás dentro de cuarenta años y pensar ‘pues fue un disco de puta madre’”.
“La revolución industrial fue gran éxito para la especie, un tremendo fracaso para los individuos”
La entrevista nos lleva a una larga disertación sobre la perfección y sobre el papel de la grabación analógica y conjunta de todos los miembros de la banda en los Sphere Studios de Los Angeles. “El asunto de la perfección es algo que me inquieta, especialmente cuando se habla de grabaciones de estudio” dice Johannes. Es una trampa en la que la gente cae y cuanto más joven es el músico, más acomplejado se siente si todo lo que hace no es absolutamente perfecto. ¿Qué es perfecto? Las cosas pueden ser perfectamente estables, perfectamente ecualizadas, perfectamente posicionadas en una grabación.
Cambiar y sustituir golpes de batería, el proceso de cuantificarlo todo, poner la guitarra milimétricamente sobre el ritmo, etc. Al final solo estamos hablando de números, no de cómo se siente esa música. La música debe tener una intencionalidad emocional y eso implica empujar y retroceder mientras tocas. No debes quedarte todo el tiempo sobre un ritmo a la perfección, salvo que estés haciendo música electrónica y lo requieras así. La música debe acelerarse y ralentizarse para que preserve cierta humanidad.
Un ejemplo perfecto de velocidad es ‘Aces High’. Es el tema más rápido de heavy metal jamás grabado. Evidentemente hay canciones a mayor velocidad pero la trepidación de ‘Aces High’, la manera en que los instrumentos empujan la canción, es brutal. Cuando el tema empieza parece que estés a punto de caer de un acantilado y cuando Nicko golpea los platos china a toda velocidad la sensación de velocidad es tremenda. Sientes que eres un piloto de la Segunda Guerra Mundial.
En el otro lado tienes ‘Back In Black’ de AC/DC donde, en lugar de empujar, los instrumentos contienen la canción. Parece que se vaya a ralentizar pero nunca lo hace. La contienen a la perfección. Es heavy, tiene groove y eso es lo que te hace moverte. Hay un factor humano que ningún ordenador del mundo puede igualar. En una grabación en directo quizá un guitarrista mutea una nota que no debía pero eso hace que la grabación sea humana y eso es lo más cercano posible a la perfección. Los errores son humanos.
Hay muy pocas partes en este disco donde hayamos usado claqueta. Interiorizábamos el tempo al principio del tema y adelante. Cuando lo analizas estamos al mismo tempo casi todo el tema pero hay puntos en los que nos frenamos y otros en los que nos aceleramos. Eso es lo que le pasa a cualquier banda realmente buena de esas que nos siguen importando cincuenta años después. No eran perfectas ni pretendían serlo. La tecnología es genial y hace la música más democrática y accesible, te permite experimentar, pero está mal usada cuando quitas el factor humano”.
Fracasados pero evolucionados
Aunque Avatar puedan parecer a priori una banda teatral más con un gimmick determinado, el contenido intelectual de las letras denota más materia gris que un disco de Mötley Crüe o W.A.S.P.
La evolución de la humanidad se erige como una de las temáticas que se desarrollan de un modo u otro en ‘Hunter Gatherer’ o, como mínimo, nuestro paso de “cazadores” a “acumuladores” o “recolectores”. Disertación, lectores. Lectores, disertación.
“Era importante para nosotros no hacer un disco conceptual”, inicia Eckerström. “‘Feathers & Flesh’ fue conceptual porque nos parecía atrevido, rompedor y raro. Cuando grabamos ‘Avatar Country’ teníamos ideas muy diversas y comédicas y terminamos haciendo un disco conceptual casi por sorpresa. Si hubiésemos hecho un tercer disco conceptual nos habríamos convertido en una banda previsible y no quería apoyarnos en un concepto esta vez.
Hemos ido canción a canción. Hacer un disco conceptual nos enseñó a tener una visión más global de tu creación y, en ese sentido, hay una línea con cierta continuidad en este disco sin que sea conceptual per se. El conflicto entre lo industrial y tecnológico en las letras es algo que está muy presente en la actualidad, es algo que está aquí y ahora. ‘Hunter Gatherer’ es lo que hemos sido en los últimos años de nuestra existencia.
Mucha de la existencia humana sucedió durante la edad de piedra”, relata. “Ahí es donde nos quedamos después de la evolución y tras eso, en un período muy corto de tiempo, nuestro cerebro evolucionó y nos permitió hacer cosas muy complejas: la manera de comunicarnos, construir herramientas, planificar, trabajar en grandes equipos… todo eso nos lleva a donde estamos hoy en día. No obstante, como individuos, nuestro estado óptimo era la Edad de Piedra.
Ahí estábamos como un pez en el agua o un pájaro en el aire. Es donde la naturaleza nos situó. Poco a poco nos fuimos desubicando. Primero fue la agricultura. Ahí comenzamos a vivir más juntos, a coger más enfermedades y a depender de pieles y fuentes alimenticias, además de ser sensibles a temperaturas en mayor medida. En la Edad de Piedra sí tenías hambre, comías unas raíces y ya está.
Ahora necesitábamos cazar y sembrar. La agricultura nos hizo más exitosos como especie, a más de nosotros y en más lugares, pero como individuos enfermábamos más, teníamos más niños, comíamos peor, necesitábamos más, creábamos más, pasábamos más hambre y entrábamos en conflicto unos con otros. Teníamos que proteger nuestras cosechas, nuestros granos, para sobrevivir a los inviernos. Eso hacía necesario tener medios de transporte, muros y protección. Y guerras. Todo eso nos lleva a la revolución industrial donde trabajamos diez horas al día, cavando en una mina, limpiando maquinaria, amputándonos los dedos…y todo eso para alimentar a más gente que nunca antes. Un gran éxito para la especie, un tremendo fracaso para los individuos.
En los últimos cien años las cosas han comenzado a merecer la pena. No todos los países tienen los mejores medios pero las condiciones de vida han mejorado sensiblemente y hay menos países pobres y más países en camino a la dirección adecuada en cuanto a calidad de vida. Eso está pasando ahora. El problema actual es que el clima, el medio ambiente, no puede soportar el crecimiento que estamos teniendo.
El año pasado fue un año importante: en función de quién resultase elegido en algún territorio del mundo y de sus políticas futuras nos jugábamos mucho. Es algo que está pasando en muchos lugares del mundo, especialmente en sitios que dábamos por controlados, por estabilizados. Teníamos una desvío en la carretera según el cual debíamos elegir entre un futuro a lo Terminator o un futuro a lo Star Trek.
No podemos ir atrás, no podemos volver a donde estábamos cuando empezó todo esto. Es demasiado tarde, somos demasiadas personas y el mundo es un lugar diferente. No podemos irnos al bosque y aprender a vivir de la caza de nuevo. El único camino hacia adelante es evolucionar, avanzar y eso va a suceder queramos o no. Y muy rápido. Por eso el tema repite ‘we accelerate’. Tenemos que encontrar una solución rápidamente pero también nos acercamos cada vez más rápido al muro contra el que vamos a chocar inminentemente. Todo está cogiendo velocidad y ese conflicto entre un mundo y civilización en aceleración constante que nos lleva hacia nuestra propia sumisión puede ser nuestro ocaso como especie. Ser ‘Hunter Gatherers’ es ser gente de la Edad de Piedra atrapada en su propia maquinaria. Eso da lugar a muchos de los temas del disco.
Un tema como ‘Silence In The Age Of Apes’ habla de que vivimos en la edad de los monos y que no estamos haciendo demasiado ruido en el universo, comparativamente. Si usas la analogía de Star Trek, estamos muy atrasados en cuanto a tecnología respecto a las necesidades que tenemos como sociedad. Estamos lejos de lo que podríamos llegar a ser. Estamos en silencio, a la par que hay mucho ruido entre nosotros. Mucha energía malgastada de un contexto global donde no suma nada. Para entendernos deberíamos observarnos desde otro planeta, ciertamente”.
El invitado sorpresa
Una sorpresa que nadie esperaba es la participación de Corey Taylor, cada vez más ubicuo, en el nuevo disco de Avatar. El vocalista es, en palabras de Eckerström, “una de las mayores estrellas de esta generación, uno de los responsables de que nos metiésemos en el metal”. Y lo ponen “a silbar” se ríe el vocalista.
“Se convirtió en un fan a través de su esposa, por lo que sé”, relata. “Ella nos conoce hace más tiempo y el mundo del metal es muy pequeño. Jay, el productor, es muy amigo de Corey por su trabajo en Stone Sour y en su disco en solitario, así que suelen hablar. Luego su esposa nos conoce. Y además teloneamos a Slipknot en Francia. Todo eso lleva a que Avatar existiese en el radar de Corey.
Evidentemente vino al estudio por Jay, ya que estaban hablando y en algún momento Corey le dijo que se pasaría por el estudio y que no le importaba vernos y saludarnos un rato o participar de algún modo en el disco. La primera idea que tuve fue que silbase en ‘A Secret Door’”.
Pero no fue la única colaboración del vocalista de Slipknot (“Corey también ha aportado coros adicionales en el estribillo de ‘Colossus’ y canta la outro de ‘A Secret Door’ junto a mí”, revela el líder de Avatar). De hecho, el tema ‘Wormhole’ tiene un crédito de Taylor como co-compositor.
“Ese tema estaba completado al 80% pero estábamos particularmente atascados. Cuando se fue del estudio, le enviamos el tema y le dijimos ‘hemos grabado esto pero no progresamos… si se te ocurre algo…’. A la mañana siguiente había sacado una melodía que se convirtió en el pre-estribillo y eso nos llevó a finalizar el tema. Por ese motivo aparece como co-compositor en ‘Wormhole’. Le debemos mucho por su colaboración”.
Mientras Avatar terminan de consolidar su popularidad con ‘Hunter Gatherer’ le preguntamos a Johannes cuál es, en su opinión, el punto más claramente identificativo del sonido de la banda.
“Es complicado porque somos múltiples compositores en ésta banda. En ese proceso democrático en el que componemos solemos demostrar que nos gusta una canción del otro robándosela”, se ríe. “Si alguien hace algo que nos gusta puedes ver como todos comenzamos a hacer cosas similares.
En cualquier tipo de metal todo se basa en los riffs. Da igual lo que diga sobre Valhalla, cyborgs y Star Trek. Nada importa si no hay riffs. Si no hay riffs no es metal. Y ningún riff es tan bueno como el ritmo de batería que va con él. Una vez, escuchando ‘Iron Man’ de Black Sabbath, me di cuenta de que si Bill Ward hubiese tocado ese tema de otra manera distinta, no habría sido la misma canción, no habría tenido el mismo atractivo.
Su manera de tocar, casi como dirigiendo una orquesta y siguiendo el riff de Tony Iommi, es lo que hace que ese tema sea lo que es. Si hubiese hecho un ritmo más rápido, a doble tiempo, habría sido estúpido y habría hecho que el riff fuese estúpido. La misma parte de guitarra con la batería equivocada habría sido peor.
Nuestra marca de identidad es la manera que unimos los riffs con la batería de John (Alfredsson, el percusionista de la banda). Él era el tipo de niño que practicaba 16 horas al día. Se volvió técnicamente perfecto a una temprana edad pero nunca se olvidó de que lo que le gustaba era golpear cosas y crear groove. Hay un equilibrio entre ser un batería simplón y tener acceso a la finura y detalle que tiene John. The Police es un buen ejemplo de esa finura en la batería. Meter los riffs en un vehículo rítmico como ese es la clave”.
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